Jekyll y Hyde: el bien y el mal
Por la mente de Robert Louis Stevenson rondaba la idea de una naturaleza dual en el ser humano, la idea de que todos nosotros poseemos una versión buena y otra mala, que ambas conviven en nuestro interior y que la mala quedaría reprimida por la sociedad.El resultado de estos pensamientos desembocó en la conocida obra El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886).
Se trata de una de las primeras obras en dar vida a un personaje con un trastorno complejo, un trastorno de la personalidad y sus peores consecuencias; del mismo modo, desafía a la ciencia de la época y a la propia religión, poniendo ante nuestros ojos una historia aterradora y vívida. La popularidad de esta novela ha dado lugar a infinidad de adaptaciones en teatro, cine, televisión, etc.
La obra plantea una trama de lo más intrigante; a través del abogado Utterson, conoceremos unos extraños hechos, Stevenson va dejando pistas a los lectores para que estos se hagan preguntas y, finalmente, gracias a un manuscrito conoceremos el sorprendente desenlace.
¿Alguna vez has tenido pensamientos considerados “malos”? Seguramente, pero solo son eso, quizás también te has planteado diferentes interrogantes, como: ¿qué ocurriría si pudieras dar rienda suelta a esa maldad? ¿De verdad tenemos un lado oscuro en nuestro interior? La idea de esta dualidad ha sido tratada desde diferentes puntos de vista en el marco de distintas especialidades, como la filosofía, la psicología o la literatura.
Ahora bien, ¿y si esta dualidad es la que nos hace humanos? La perfección no existe, la bondad absoluta tampoco. Pensemos que lo que es bueno para mí, puede no serlo para ti. La ética se ha encargado de tratar de profundizar y establecer lo que se supone que es el bien y, aún así, han aparecido discrepancias. A lo largo de nuestras vidas, todos hemos podido cometer actos irracionales, incoherentes y actuar de una forma totalmente inesperada.
El extraño caso del Doctor Jekyll y el señor Hyde explora, además de un trastorno de la personalidad, una serie de cuestiones acerca de nuestra propia naturaleza. En forma de intriga, nos cautiva y funde psicología con literatura y filosofía; sin duda, una obra imprescindible en todas nuestras librerías.
El bien y el mal
Repasando un poco nuestra historia, cultura, religión, etc., encontramos infinidad de manifestaciones que tratan de mostrarnos qué es el bien y qué es el mal: ejemplos que pretenden diferenciar claramente estas dos caras, de separarlas. Si pensamos en religión, nos daremos cuenta de que prácticamente todas tratan de definir y argumentar la buena conducta, de castigar la mala y de explicarnos las consecuencias de actuar de una u otra forma.
¿Cómo definiríamos el bien? La pregunta puede resultar sencilla, sin embargo, esta idea del bien puede ser un tanto subjetiva y acabaríamos resumiendo en: “es lo contrario del mal”. La ética es la parte de la filosofía que ha tratado de dar respuesta a este tipo de preguntas a lo largo de la historia. Así, son varios los filósofos que han intentado responder girando alrededor de una misma idea: el bien es lo opuesto al mal.
Para Aristóteles, por ejemplo, el bien último es la felicidad, el bien común para todos, algo que se logra a través de la virtud y donde la política tendría un papel importante; adquiere especial importancia el camino, no es algo inmediato. La ética hedonista, por el contrario, fija el bien en el placer sensorial e inmediato. La religión cristiana va un poco más allá e identifica el bien con la figura de Dios y el mal con Satanás, les pone nombre y hace un esbozo de sus caras.
Así, con infinidad de ejemplos a lo largo de nuestra historia, siempre volvemos a la idea de la contraposición. Pero, ¿qué ocurriría si el bien y el mal fuesen las dos caras de una misma moneda? Es decir, indisolubles, inseparables, que estuvieran íntimamente unidos a la par que distintos, que no pudiera existir el uno sin el otro. Esta idea de la convivencia de ambos en el interior humano es la que explora Stevenson en su novela, pero dando un paso más allá, tratando de separarlos para, finalmente, volver a unirlos.
Cada individuo crece en una sociedad y, en ella, aprende las conductas más aceptadas o apropiadas. Sin embargo, parece que existe en nuestro interior una naturaleza que, en ocasiones, nos empuja a actuar o pensar en contra de estas normas heredadas. El Doctor Jekyll creía que podía separar esa dualidad, que podía romper en dos esa moneda; y lo que logró fue que cada una de las partes actuara con voluntad propia.
“Fue en el terreno de lo moral y en mi propia persona donde aprendí a reconocer la verdadera y primitiva dualidad del hombre. Vi que las dos naturalezas que contenía mi conciencia podía decirse que eran, a la vez, mías porque yo era radicalmente las dos”
-Jekyll y Hyde-
Jekyll y Hyde, la dualidad
La literatura ha explorado la idea del doble en infinidad de ocasiones y en perspectivas muy diversas, ya Dostoyevski abrió el camino hacia una literatura que explorase la psicología humana, lo más complejo de nuestra mente, en obras como El doble (1846), donde asistimos a un desdoblamiento en una misma persona. Otras obras más recientes como El lobo estepario también trataron de dibujar esta complejidad, pero dando lugar no solo a la dualidad, sino a una multiplicidad de personalidades dentro de un mismo ser.
La historia de Jekyll y Hyde explora las consecuencias de tratar de separar estas dos caras, dando lugar a un desdoblamiento de la personalidad; ambos son la misma persona, ambos deseos e impulsos residen en el mismo ser y, al separarlos, las consecuencias son atroces.
Jekyll era un “hombre de bien”, un hombre ejemplar, distinguido y de buena posición; un hombre que, como todos los demás, reprimía los impulsos más oscuros que residían en su interior. Su pasión por la medicina y su obsesión con la idea de separar el bien del mal de nuestro interior, le llevó a probar en sí mismo una extraña poción que daría vida al señor Hyde; es decir, la contraposición de Jekyll, el dejarse llevar por los impulsos y el placer.
Jekyll y Hyde son la misma persona. Al separarlos, las consecuencias son atroces.
Las transformaciones suponen, no solo una división, sino una búsqueda por parte de Jekyll para acudir a esos placeres y deseos prohibidos por la sociedad. La descripción física de ambos personajes es, a su vez, significativa; mientras Jekyll es descrito con una apariencia agraciada, Hyde es descrito como un ser “cavernícola”, con un aspecto salvaje y desagradable en la sociedad.
La obra va aumentando su intriga y su magia, hasta dar paso a su espectacular desenlace, el momento en el que, a través de una nota de Jekyll, descubrimos la verdad. Pero no solo la verdad acerca de las pociones, sino la verdad de la naturaleza humana, la aceptación de la imposibilidad de separar el bien y el mal que viven en nosotros.
Jekyll y Hyde eran verdaderos, ambos eran iguales, pero opuestos. Toda una ida y vuelta, una exploración de la naturaleza humana para, finalmente, decirnos que no debemos tratar de separar el bien del mal, que forma parte de nosotros y que ambas caras componen nuestra identidad.
“Fue, pues, la exageración de mis aspiraciones y no la magnitud de mis faltas lo que me hizo como era y separó en mi interior, más de lo que es común en la mayoría, las dos provincias del bien y del mal que componen la doble naturaleza del hombre… Pero a pesar de mi profunda dualidad, no era en sentido alguno hipócrita, pues mis dos caras eran igualmente sinceras”.
-Jekyll y Hyde-