Julio Cortázar y Sigmund Freud: un diálogo entre la literatura y la psicología
Sigmund Freud se apoyó en la literatura y en diferentes disciplinas artísticas para complejizar e incluso desarrollar algunas de sus teorías sobre el psiquismo. En su camino hacia la utilización de obras literarias se encuentran algunas como las de Sófocles, Shakespeare, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Hoffman y Goethe. El influjo de este autor en las artes visuales contemporáneas es particularmente significativo y fecundo.
En primer lugar, se encuentra a Freud en el arte de la vanguardia, concretamente en el surrealismo, un movimiento artístico que en rigor se sitúa entre los años 1924 y 1945. Si algo caracterizaba a los pintores y escritores surrealistas era su reivindicación de la libertad creativa. Hicieron todo lo posible por conquistar mundos del todo inverosímiles desde la lógica racional. Su reclamo era la sinrazón, lo original, lo extraño e inconexo.
De hecho, André Breton, padre del surrealismo, en repetidas ocasiones se refiere a Freud como un precursor del movimiento surrealista. El mismo Breton, con su método de escritura automática, reproducía fielmente el proceso psicoanalítico de asociación libre, dentro del cual se burlan las defensas de la razón y se accede a estratos más profundos y genuinos de la psique.
Las ideas o conceptos de Freud se han llevado también al cine, el arte más genuinamente contemporáneo; en películas como Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, Eyes wide shut (1999) de Stanley Kubrick o Dormilón (1973) de Woody Allen.
El arte según Freud
Freud en variadas ocasiones definió el arte, específicamente la literatura, como una importante forma de expresión artística sobre la cual abordar sus conceptualizaciones. Aludió al proceso creativo de los artistas, a las leyes del inconsciente, también relacionándolo con sus teorías sobre la sexualidad y los puntos claves de toda su obra.
«Para Freud el arte es un mediador entre la falsedad y la realidad, es una válvula de escape del inconsciente».
El arte, en ocasiones, puede hacer las veces de una transformación en otra cosa, llenando ese lugar en donde había un hueco y, a partir de ahí, abriendo la posibilidad de hacer algo nuevo.
Como respuesta a lo imposible de soportar, el arte es una interesante manera de no quedar atrapados en una mortificación. Lo nuevo, la creación, la invención en el arte como producción singular no tiene vencimiento, no pasa de moda, no se privilegia un objeto de consumo.
Julio Cortázar, escritor de género realismo mágico
Es interesante, en este punto, destacar el talento de un artista como Julio Cortázar para expresarse de otro modo, saliéndose de los cánones normales y más racionales, adentrándose a esos otros mundos que él mismo menciona en su escritura.
En las explicaciones de Cortázar sobre su proceso creativo, el argumento es que las ideas simplemente iban a él y cada vez volcaba esas palabras sin reprimirse sobre su contenido, incluso sintiéndose cómodo entre esas líneas que tildó como irracionales.
Se percibe cómo la escritura surge allí donde el lenguaje flaquea, donde las palabras no alcanzan para dar cuenta de aquello que ocurre en el plano de la experiencia. Y este es el punto de partida para llegar a nuevos descubrimientos.
Como diría Freud sobre Hamlet, de William Shakespeare: «Así es como la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes».
Se busca en la forma de escritura y creación de Cortázar su modo singular de correrse de esa conciencia y dar cuenta de lo novedoso, de otras lógicas posibles, visibilizando de esta manera la falta de palabras que por momentos rodea a las experiencias cotidianas.
La dimensión de lo pulsional, de lo innombrable en la obra de Freud, toma en el texto de Cortázar la posibilidad de ser nombrada de alguna forma, cernida a través de palabras fallidas, pero ajustadas para dar cuenta de lo real de la pulsión.
El equívoco en el análisis y en la obra de Cortázar y el trabajo de Freud
La obra literaria no es un reflejo de la realidad, sino una nueva realidad. Nunca el error es ilógico en la ficción. Cuando el personaje se equivoca hace cómplice al lector del sentido de su equívoco, el cual transmite lo que sucede en el relato, en la poesía, en lo que se esté creando.
Tanto en el error que se escribe como en el error del habla en la clínica, en el análisis, no existe lo arbitrario. El error está determinado por la trama discursiva que lo sostiene. Hay un saber en el error que pugna por acceder a la superficie, ese saber no sabido, que pugna por acceder a la consciencia, pese a ser notoria, se ve consumada por el lector cuya atención se distrajo y es ahora presa de la historia, en lugar de dar cuenta aquello otro que esconde la producción artística.
Eso de lo que no se habla, la moción inconsciente, como dice Freud, se reemplaza por una ficción que da lugar a la identificación con el personaje, logrando algunas veces un impacto colectivo ligado a lo más particular de cada sujeto.
Para todo ser hablante llega en algún momento ese tiempo de encuentro con una zona en la cual no hay respuesta: puede ser en el amor, en el trabajo, en el pensamiento, en el azar, hay muchas opciones posibles. Pero cuando sucede, el sentimiento de incertidumbre, de vacío, el estar desprovistos de sentido, es lo que puede llevar a buscar respuestas en otros lugares.
A Freud también lo interpeló la respuesta singular que los poetas dan a este problema. La experiencia en donde el tiempo lineal se rompe y da lugar a la brecha, exige modos de responder también al sinsentido. Frente a esta experiencia, hay quienes se dejan afectar, dispuestos a oír, a ver, a hacerse digno de ese misterio, tal como lo hace Julio Cortázar en sus escritos e igual que Freud al momento de pensar la clínica.
«El poeta es esa persona que no se queda con un solo lado de las cosas, sino que busca el
otro lado, a veces lo encuentra, otras veces no. Personalmente tengo una sensación de querer buscar siempre lo que está del otro lado. Y a eso voy».-Julio Cortázar-
La interpretación de los sueños y los cuentos de Cortázar
Julio Cortázar y Sigmund Freud fueron contemporáneos, dado que el escritor literario nació en el año 1914, cuando el padre del psicoanálisis se encontraba desarrollando su segunda teoría sobre la sexualidad.
Cortázar (1977) afirma que existen innumerables cuentos escritos por él a partir de sueños y de irracionalidades que conviven en su cabeza al momento de escribir:
«Una lectura psicoanalítica se podría hacer, demuestra que ese terrible león es tu tía juanita, que el gato es tu hermana, la simbología, el sueño sustituye una cosa con otra, hacía falta que Freud lo diga».
Freud en su texto del año 1899 afirma que para poder interpretar un sueño no es necesario utilizar todo su contenido, sino que podemos separar el relato en componentes para luego significarlo en su totalidad. A partir de esta definición, postula que los sueños son una realización de deseos inconscientes; y ya no es únicamente una actividad somática, sino un fenómeno psíquico.
Para el padre del psicoanálisis existe el contenido latente y el contenido manifiesto del sueño, lo que el paciente puede recordar al despertar. Luego, con el trabajo de análisis, y la asociación libre, se descubrirán nuevos sentidos que estaban encapsulados en el inconsciente, llegando al contenido latente.
Julio Cortázar, por su parte, comentaba que muchos de sus cuentos son sueños que él mismo tuvo y apenas despertaba los plasmaba en el papel. Un ejemplo de esto es Casa tomada, uno de sus más conocidos relatos en donde dos hermanos van cerrando puertas de su casa porque la misma ha sido «tomada», sin dejar en claro a qué refiere este acontecimiento.
El proceso creativo del escritor argentino
Con relación al proceso creativo característico del autor, muchas veces se articula con aquellos sueños descritos por Freud, en donde la conciencia y el «Yo» despierto, permiten esa vía regia de acceso al inconsciente y se deja atrapar por esas imágenes que acontecen sin buscarse, que irrumpen a la persona sin permiso ni racionalización, sino de un modo más libre e instintivo, sin máscaras, sin camuflaje.
Tal como lo expresa Freud, los sueños son cumplimientos de deseos inconscientes, por lo tanto, su forma de acceder a la consciencia una vez que la persona está despierta, es mediante el desplazamiento y la condensación, es decir, mecanismos de defensa impuestos por el Yo para poder poner en palabras esas imágenes que aparecen. El trabajo del sueño logra enmascarar el contenido para hacerlo comunicable y aceptable al lenguaje.
Este proceso es el que Julio Cortázar intenta, en sus cuentos, volcar naturalmente tal como percibió esas imágenes, sin censura. El escritor argentino menciona no temerle a ese lugar desconocido del cual provienen cosas que lógicamente no se explican para uno mismo.
Esta es otra característica en común que sostienen tanto Freud como Cortázar al momento de referir a ciertas imágenes visuales, más que ideas o palabras. La representatividad, de acuerdo con Freud, tiene lugar cuando los pensamientos se traducen en imágenes visuales.
Lo ominoso para Freud
Sigmund Freud en su ensayo sobre «Lo siniestro» plantea el concepto de ominoso para referirse a lo familiar desde hace largo tiempo, pero que, de cierta forma, ha sido negado o reprimido, de ahí lo vagamente familiar en lo no familiar.
Lo ominoso viene a relacionarse con cierto orden de experiencias internas reprimidas, que emergen reflejadas en los objetos de la vida presente.
Freud apela al factor de la repetición de lo igual como fuente del sentimiento ominoso, la repetición vuelve ominoso algo en sí mismo inofensivo y eso impone la idea de lo fatal, inevitable.
Ahora bien, algunos de los cuentos de Julio Cortázar logran retornar sobre este concepto de ominoso. Uno de ellos es Casa tomada. Como se ha mencionado anteriormente, este cuento trata sobre dos hermanos que son expulsados de su casa sin saber por qué razón. Este cuento, Cortázar comenta haberlo soñado y escrito en una hoja apenas despertaba:
«Yo soñé que, a mí, algo que no se podía identificar me desplazaba hasta echarme a la calle. El espanto total sin que nada se defina, es algo espantoso que avanzaba, eran ruidos, sensación de amenaza que avanzaba, hasta que la última puerta era la de la calle».
No existe nada en este cuento fuera de lo normal, que explique la razón por la cual se vuelve necesario salir con urgencia de esta casa, incluso este lugar es el más cotidiano y en donde comúnmente nadie debería temer que algo malo suceda. No obstante, sin ningún sentido, sucede y el sentimiento descrito es de horror.
Por otro lado, hay otro cuento escrito por este autor, llamado La autopista del sur. En dicho relato, un embotellamiento de autos se alarga 10 años. Sobre el mismo, Cortázar comenta:
«El comienzo de mi cuento se repite en un atasco, hay problemas físicos (quieren tomar agua), son las primeras cosas de mi cuento que se prolongan por meses».
Nuevamente, está presente este componente cotidiano al tratarse de un embotellamiento, un atasco. Pero el mismo logra volverse ominoso, ante la repetición de las horas que pasan y el conflicto de nunca poder resolver algo tan común sin explicación.
La figura del doble como recurso literario para Cortázar y para Freud como la reiteración
Para Freud, la reiteración es una de las formas en que se presenta la figura del doble en una narración como el constante retorno a lo semejante, con la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aún de los mismos nombres en varias generaciones sucesivas.
Julio Cortázar, en cuentos como La continuidad de los parques, Una flor amarilla, Los Premios, Lejana, entre otros, da cuenta de esta modalidad de ficción que puede resultar perturbadora.
En el tema del doble, ese desdoblamiento del Yo, se multiplica exponencialmente hasta el punto que escritor y personajes se convierten en actores y espectadores a la vez. Lo más peligroso del doble podría ser que la escisión entre la personalidad y la identidad conduce inevitablemente hacia la autodestrucción de los personajes.
En Cortázar, la intrusión de una realidad en otra y el paso de lo real a lo fantástico se produce con frecuencia violentando la identidad personal de los protagonistas. Aparece un puente que permite a los personajes establecer un tránsito, un medio de comunicación entre un ámbito y otro, entre una y otra personalidad, entre su realidad y la posibilidad de otra realidad.
En muchos de sus cuentos se manifiesta una fuerza invisible, irracional, azarosa y fatal que empuja a los personajes a actuar de un modo completamente diferente al de su proceder habitual.
El juego y el fantaseo de Cortázar y Freud
Para el padre del psicoanálisis, el motor que guía cada acto acorde al deseo, es la pulsión y más específicamente la sexualidad. Esta concepción también se hace presente en los artistas: en sus obras, pinturas, novelas y películas.
Siguiendo esta línea, es que Freud propone la sexualidad como origen de la creatividad, afirmando que la energía necesaria para la creación es de naturaleza erótica, que la energía que se sublima en la escritura lo hace porque existe un obstáculo en la realidad que impide al literato descargar su energía sexual directamente. Y es esta frustración sexual la que conduce al artista hacia la creación.
De esta manera, destaca que la actividad preferida del niño es el juego:
«Todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada».
Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las fantasías.
El creador literario atempera el carácter del sueño diurno mediante variaciones y encubrimientos, generando una ganancia de placer puramente formal, es decir, estética, que él brinda en la figuración de sus fantasías.
En síntesis, la obra literaria de un artista podría ser originada en el inconsciente del sujeto, y, por lo tanto, en lo sexual reprimido. Sobre este material actúa la sublimación, mecanismo psíquico que transforma una meta sexual en otra socialmente aceptada, esa pulsión es desviada de esta manera hacia un nuevo fin. Es así como la pulsión lleva a volcar gran parte de la energía al trabajo cultural.
Como afirma Freud, con relación al psicoanálisis, la única realidad que existe es la realidad psíquica. Y en este punto, para el escritor argentino su realidad siempre estuvo relacionada con lo fantástico.
Esta apertura para lo desconocido, la pérdida de certezas, la comodidad en la incomodidad, es un terreno en el cual también Sigmund Freud tuvo que moverse para poder llegar a su teoría psicoanalítica. Y, en algún punto, también es el fundamento de la clínica.
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- Entrevista de Joaquín Soler a Julio Cortázar.