¿Sabes qué es la alimentación emocional?
Ya lo dijo el sabio Asurbanipa Sardanápalo , “caminante: come, bebe y nada más te importe”. Si bien es cierto que esta frase puede ser muy útil para casi todo el mundo, hay personas para quienes resulta un problema, y son aquellas que sufren la alimentación emocional.
Porque no es ninguna novedad saber que lo que comemos actúa directamente en nuestro organismo, pero también en nuestra psique. Tan manido como cierto es el dicho clásico de “mens sana y corpore sano”. Sepamos más sobre el tema.
¿De dónde viene la alimentación emocional?
La cuestión de la alimentación ha cobrado tal importancia que muchos autores e investigadores han acuñado el término alimentación emocional. ¿A qué se refieren con esto? A aquellas personas que no comen únicamente por necesidad o placer, sino por un estado de ánimo.
Sin embargo, el fenómeno de la alimentación emocional se ha vuelto más grave en los últimos años con la proliferación de la conocida comida basura. Así pues, cuando una persona sufre estados de ánimo negativos, como la frustración o el estrés, sucumbe frente al impulso de refugiarse en la ingesta de estos productos.
En documentales como “Super Size Me” podemos ver como descuidar la alimentación y comer únicamente productos de mala calidad (hamburguesas, chocolates, fritos y perritos calientes, etc.) es realmente perjudicial para la salud. Además, a los problemas físicos que conlleva el exceso de “comida basura” hay que sumar el hecho de que este tipo de dieta impulsiva, lejos de actuar como calmante a medio y largo plazo, refuerza la propia ansiedad.
Es de esta manera como la persona entra en una espiral. Cada vez necesita más calorías para frenar la ansiedad y cada vez el efecto ansiolítico de la comida es menor y la disonancia que genera es mayor. Muchas veces es la culpa que genera el propio consumo la que hace que la ansiedad vuelva una vez terminada la ingesta.
“La saciedad engendra la desmesura”
-Solón-
Comer comida basura refuerza el estado de ánimo negativo
En realidad, cuando nos tomamos una golosina porque nos sentimos tristes, abatidos o deprimidos, lo que estamos haciendo es reforzar este estado de ánimo. Así pues, el círculo vicioso que se crea provoca una nueva necesidad de seguir alimentándose de ese tipo de producto. A veces promueve incluso un deseo irrefrenable.
Así es como, en realidad, este tipo de alimentos provocan un profundo malestar en la persona. Y lo más grave es que dicho malestar se produce a todos los niveles, desde el emocional hasta el cognitivo, pasando por el físico.
Curiosamente es nuestra cognición la que promueve ingerir más comida para tratar de hacer que desaparezca el malestar. Así pues, lo que en realidad provoca es que la cantidad de calorías consumidas de esta manera aumente, hasta desembocar en un problema realmente grave.
El problema es que el momento de la comida, cuando se ingieren pizzas, hamburguesas, bollería industrial y otros productos de baja calidad y poco aporte nutricional, solo se consigue un bienestar a corto plazo. Es más, termina por desaparecer en breve, por lo que aparece nuevamente el malestar, e incluso el sentimiento de culpa, que cada vez se vuelven más fuertes en la mente del paciente.
Contrarrestar el malestar con una buena alimentación
Curiosamente, los alimentos sí tienen el poder de contrarrestar el malestar general. Es decir, la depresión, la tristeza o el decaimiento pueden ser combatidos con la dieta. Sin embargo, esta tiene que ser adecuada y sana, como las que contienen alimentos con un alto nivel de triptófano.
La comida basura, sin embargo, provoca el efecto contrario. Además, incorpora un exceso de grasas y azúcares aumentan nuestro peso y vuelven recurrente la sensación de cansancio. Y ¿a qué nos lleva esta situación? A que realicemos una menor cantidad de ejercicio, lo que a su vez deteriorará más si cabe nuestro estado físico. Un estado físico que suele ser un fuerte condicionante de nuestra autoestima, por ejemplo.
Cuando esta alimentación emocional negativa alcanza niveles muy elevados, la persona tiene que ser tratada psicológicamente. En la mayor parte de los casos termina por ser la única vía para normalizar la conducta alimentaria.
Así pues, una persona que sufre con la alimentación emocional necesita corregir su estado de ánimo negativo. Pero también debe volver a estructurar sus horarios de comida, identificar qué le produce el malestar y le lleva al camino de la ingesta de comida basura y, obviamente, solucionar estos problemas.
Finalmente, y esto es quizás lo más importante, debe aprender e integrar en su rutina herramientas alternativas que le ayuden a calmar su ansiedad. Herramientas útiles a medio y largo plazo y que no vayan en contra de su salud, tanto física como psicológica.
“Dios encomienda a la indigestión la tarea de hacer moral en los estómagos”
-Victor Hugo-
De todas formas el uso del sentido común es muy útil en estos casos. No pasa nada por ingerir con una baja frecuencia este tipo de alimentos poco nutritivos y muy calóricos. El problema aparece cuando la ingesta se produce con el objetivo de reducir la ansiedad: este es el momento en el que consultar con un profesional va a ser una buena idea. Por nosotros, por nuestra salud.