La bondad no necesita manuales, surge de forma espontánea
Quizás alguna vez te has preguntado cuál es el manual de las buenas personas, qué es lo que leen y donde aprenden a tener esa bondad, esa luz que enciende o potencia las virtudes de los demás, ya que sus modales y su capacidad de escuchar es distinta a la de muchos otros.
En realidad, las buenas personas no saben el inmenso bien que hacen a su alrededor e incluso pueden caer en el desánimo por su extrema sensibilidad, una cualidad imprescindible en los tiempos que vivimos.
Estas personas tendrán dudas e incluso se atormentarán, pensando si están haciendo bien o mal. Su forma de ser es tan pura y sincera que son lo que ves, sin más dobleces, lo que les convierte en el blanco de muchos ataques.
“El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad”
– Ludwing Van Beethoven-
Toda reflexión acerca de lo que hacemos es positiva, pero ciertas personas no necesitan manuales ni grandes referentes para actuar de forma bondadosa allá por donde van: es la verdadera expresión y significado de la bondad, que siempre es espontánea, nunca fingida. Fomentada como una virtud natural, nunca impuesta en base a dogmas y normas.
La bondad no necesita ser leída, solo aplicada
Todo niño tiene un alma pura que necesitará adaptarse al medio que le rodea con mayor o menos paciencia, ya que nuestro temperamento, biología y ambiente nos hacen diferentes. Ya apuntaba Rousseau que “El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe”. Quizás un poco de razón no le faltaba.
“Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón”
-Pitágoras de Samos-
Esta bondad innata la podemos ver en niños muy pequeños que están disfrutando de un desarrollo óptimo. El niño que integra a los demás compañeros en el juego, que intenta curar a un pájaro malherido y que regala abrazos y sonrisas. Un niño inquieto, pero siempre derrochando pasión y alegría.
Cuando la educación anula nuestras virtudes
Las altas tasas de violencia que siempre ha registrado nuestra sociedad nos incita a una reflexión: qué es lo que estamos haciendo mal en la educación de nuestros pequeños para que esa bondad innata y espontánea se convierta en amargura, frustración y violencia. Qué modelos espirituales y sociales les inculcamos para que llegados a un momento del desarrollo no deseen establecer vínculos, sino comparaciones y competencia.
¿Qué podemos hacer para fomentar la bondad natural?
No existen estrategias ni planes pormenorizados para aumentar la bondad en un niño, ya que simplemente con no establecer métodos educativos contraproducentes las buenas acciones suelen aparecer. No obstante, siempre existen formas de fomentar la nobleza:
- Desechar la culpa de todo sistema educativo: la culpa no solo es un mecanismo innecesario, sino que también es enormemente tóxica en las personas. Cuando hacemos que alguien se sienta culpable, pensando que así lo castigaremos y no repetirá algo que nos parece incorrecto, estamos fomentando que esa persona piense que lo que ha hecho mal le representa. Le estamos diciendo de alguna manera que es malo, de forma que en otra ocasión actuará como le decimos que es.
- Dejar de juzgar: no somos el “pepito grillo” de nadie. Las personas eligen sus propios caminos y toman sus propias decisiones y ya de niños empezamos a mostrar nuestra propia individualidad y carácter. En lugar de educar para obedecer, deberíamos aceptar incondicionalmente el carácter de cada uno de los niños que nos rodean. Ellos no están diseñados para cubrir tus carencias, para ser arma arrojadiza contra cualquier adulto o para resolver tus frustraciones.
- Establecer límites: el civismo y la buena educación no son algo represivo, sino liberador. Respetar a los demás implica saber donde residen mis derechos, deberes y mis placeres además de conocer el límite y la frontera que separa cada uno de ellos.
- Contacto con la naturaleza y los animales: la naturaleza nos ofrece calma y los animales amor incondicional. Estas dos virtudes son la base de todo desarrollo humano, pues en la tranquilidad para escuchar y conocer los puntos de vista ajenos desarrollamos la empatía.
Por tanto, lo mejor que podemos hacer para que la bondad surja es dejar de preguntarnos continuamente qué hay de malo en nosotros. Ser buena persona a veces es tan simple como dejar de cuestionarte para empezar a sanarte y sanar a los demás. No lo fuerces ni intentes encontrar una guía que te indique qué hacer en cada momento ya que, como hemos dicho, la verdadera bondad es espontánea, nunca algo plagiado.