La ecpatía como estrategia para cuidar de tu salud emocional
La ecpatía es un proceso mental de gran valía que nos permite, entre otras cosas, limitar los contagios emocionales que recibimos de los demás. Se trata de ser conscientes y plenamente partícipes de las realidades emocionales ajenas, pero sin llegar a salir de nuestros zapatos. Solo así podemos prestar una ayuda más válida y evitar esas inundaciones afectivas que a menudo nos bloquean.
Algo que a menudo pasa inadvertido es el poder de contagio que tienen las emociones. Esto es algo que todos sabemos; sin embargo, nos suele pasar inadvertido.
El mundo del cine se sirve de él, al igual que el neuromárketing a la hora de diseñar campañas de publicidad, esas en las que logran despertar en nosotros un sentimiento puntual capaz de impulsar la conducta de compra.
También la esfera política se vale de ellas en sus discursos, instrumentalizando el miedo para captar votos en una dirección u otra. Las emociones no solo nos inundan en ocasiones, sino que nos afectan hasta el punto de modular comportamientos.
Lo experimentamos en ciertas relaciones basadas en la dependencia y la manipulación; lo sentimos también cuando pasamos tiempo con personas que transitan por momentos complicados.
El ser humano dispone de una facultad excepcional: la capacidad de empatizar. Gracias a ella comprendemos a los demás, nos identificamos con ellos y podemos facilitar ayuda, apoyo o consuelo. Ahora bien, esa conexión afectiva debe ser equilibrada y ajustada. La ecpatía tiene ese fin: servir como control intencional hacia los sentimientos ajenos.
La ecpatía como estrategia para construir relaciones sanas
Este concepto es relativamente nuevo. Es importante destacar que el término ecpatía fue introducido por el catedrático en Psiquiatría José Luis González de Rivera en el 2005.
En la revista científica Psiquis donde publicó su trabajo, destacaba, por ejemplo, la influencia de determinadas personas a la hora de proyectar en otros sus emociones con un fin claramente instrumental y lesivo.
Esto es algo que se aprecia con frecuencia en las relaciones de pareja más dañinas, como también, en la personalidad psicopática y su sutil habilidad para manipular y desgastar emocionalmente a los demás.
Asimismo, es importante destacar una realidad que experimentan con frecuencia todos aquellos profesionales que trabajan en el sector sanitario, como es la fatiga por compasión.
Esta condición psicológica se origina a través de esa ayuda terapéutica que se facilita a la persona necesitada de cualquier tipo de atención o asistencia. Poco a poco, la realidad delicada y vulnerable del paciente acaba ocasionando un desgaste patente en el profesional, hasta el punto de invalidar su labor, de no sentirse capaz de ser útil.
Como podemos intuir, son muchas las situaciones en las que tanto la vulnerabilidad ajena, como las malas artes y la manipulación que otros infligen, nos infectan, nos inundan hasta alterar valías, autoestimas y autoconceptos. Por tanto, era necesario contar con un término que recogiera esa estrategia tan saludable, la ecpatía.
Ecpatía y empatía, ¿en qué se diferencian?
La empatía nos permite traspasar la propia realidad para comprender realidades ajenas. Es decir, esta estrategia psicológica es como hacer un viaje hacia los demás para conectar con sus realidades emocionales, sus pensamientos, deseos y conductas. Algo así nos permite comprender y actuar en consecuencia.
Ahora bien, como venimos señalando, la empatía tiene un riesgo, y es que en ese viaje de ida nos olvidamos a veces de volver a nosotros mismos. Es más, uno puede retornar a su propios zapatos, pero nos llevamos un equipaje de más, un peso que no es nuestro.
La ecpatía por su parte, es una palabra que deriva del griego (ek-patheia) y significa “sentir fuera”. Algo así se traduce en una serie de estrategias muy claras:
- Regular el grado de implicación emocional.
- No es alzar un muro para evitar que el otro nos roce con sus afectos. Es poner filtros, es abrir ventanas para mirar, pero sin saltar al vacío. Es seguir en nuestros zapatos mientras visitamos la casa emocional del otro sin llevarnos nada.
- Asimismo, no debemos concebir la ecpatía como lo opuesto a la empatía. En realidad, es una cualidad complementaria y ambas, deben trabajar juntas en armonía para garantizar nuestro bienestar.
¿Cómo puedo activar mis habilidades ecpáticas?
Tenemos claro que la ecpatía es una competencia no solo útil, sino necesaria para mejorar nuestras relaciones, para ganar en felicidad e incluso en salud. Sin embargo, ¿cómo podemos despertar nuestro potencial ecpático?
El doctor González Rivera nos lo explica en su trabajo de investigación. Consistiría en trabajar tres dimensiones:
- Ser conscientes de nuestras propias emociones y también de nuestras vulnerabilidades. Estar conectados a nuestra realidad interna es el primer paso y ese timón del que no podemos separarnos.
- Percibir al otro como alguien separado de nosotros. Su realidad emocional y la nuestra son dos esferas diferentes. A pesar de esa delimitación, la cercanía es posible y necesaria para conectar y comprender.
- Una vez conectamos con la persona que tenemos delante, hay que volver. El doctor Rivera lo define como establecer una devolución de sentimientos a sus fuentes originales. Como estrategia, podríamos decirnos algo como «entiendo lo que sientes, pero ahora te dejo con tus emociones y yo me quedo con las mías. Solo así me protejo de ti y solo así podré ayudarte mejor».
Para concluir, estamos ante un término relativamente nuevo que está pasando al lenguaje cotidiano. Es interesante, es útil y, por encima de todo, busca garantizar un poco más nuestro equilibrio emocional.