Emoción y percepción: ¿van de la mano?
La emoción y la percepción son dos procesos inseparables. No se puede sentir sin percibir, pero los sentimientos también afectan a la percepción. Son muchos los expertos que han tratado de establecer relaciones entre ellas desde lo científico para desentrañar el continuo entre la percepción del entorno y la respuesta emocional.
Pero, ¿qué se sabe de este proceso? ¿Hasta dónde llega nuestra capacidad para sentir o percibir? ¿Cómo influye en nuestra interacción con los demás? Aquí ahondaremos en estas cuestiones, así que no pierdas detalle.
Emoción y percepción, procesos ligados
Emoción y percepción son dos caras de una misma moneda cuyo objetivo es responder al medio. Basándonos en esta premisa, son muchísimas las aproximaciones que se hacen sobre su relación. La formulación clásica sugiere que un estímulo ambiental, procesado por la percepción, despierta una emoción en el sujeto, la que a su vez impulsa una respuesta concreta.
Sin embargo, incluso algo tan intuitivo se ha puesto en tela de juicio. William James y Carl G. Lange, ya a finales del siglo XIX, propusieron que el orden de la respuesta y la emoción estaban invertidas. Por ejemplo, según ellos, ante la percepción de la pérdida de un ser querido, primero llegaría la respuesta de llorar (que es lo que opera con el medio) y después la emoción de tristeza.
Entonces, ¿cómo operan estos dos procesos para convertirnos en seres funcionales? Vamos a ver algunos aspectos de su interrelación en los siguientes apartados.
Cómo afectan las emociones a la percepción visual
Un ejemplo muy claro de cómo la influencia de emoción y percepción es bidireccional es cómo estas interaccionan con la vista. De hecho, la emoción influye en la percepción visual, como se revisa en este artículo publicado en Cognition and Emotion. Las emociones también portan información en sí mismas en forma de valencias y juicios, haciendo que enfoquemos nuestra mirada en unos objetos frente a otros.
Por ejemplo, el miedo al encontrarse un oso en el bosque haría que focalizáramos nuestra vista en el propio animal y en diferentes puntos del entorno para buscar escapatoria, percibiendo el resto de estímulos de manera borrosa. Un estudio divulgado en Journal of experimental psychology se centró en esto de manera concreta, confirmando que las personas ven potenciada su capacidad de búsqueda visual cuando tratan de encontrar el objeto de su temor.
Emoción y percepción en la audición
La intensidad de la emoción, la excitación nerviosa, también juega un papel en la percepción. Un ejemplo de esto lo encontramos en el siguiente estudio de 2021, que detalla cómo la agudeza auditiva se ve modificada por la intensidad de los sentimientos.
Así, en la depresión habría un descenso en la capacidad auditiva (trastorno caracterizado por la excitación deficitaria del sistema nervioso), pero esta se acrecentaría en situaciones de miedo o ansiedad, así como en los trastornos asociados a ellos. En estas últimas, el nivel de excitación nervioso sería alto.
Influencia del miedo en la percepción táctil
Un sentido del que no se habla mucho en este campo es de la percepción táctil. No obstante, una investigación publicada en Frontiers in psychology confirmó hipótesis anteriores de que el miedo es una emoción que inhibe la capacidad somatosensorial. No tanto era así con la ira, donde también se encontraba una reducción de la capacidad táctil, aunque menor que en el miedo.
Emoción y percepción en el sentido del olfato
El olfato, uno de los sentidos más antiguos que tenemos (evolutivamente hablando) para relacionarnos con el ambiente, también se ve afectado por las emociones. Así lo señala un estudio de 2013 publicado en Journal of Neuroscience en el que los investigadores inducían ansiedad a sus participantes para examinar la valencia que se le otorgaba a estímulos olfativos neutros.
Los resultados fueron sorprendentes: estos olores neutrales se percibían como desagradables durante el episodio de ansiedad. Al mismo tiempo, el olor provocaba una respuesta cerebral aumentada en el lóbulo olfativo. De esa manera, emoción y percepción interaccionan, creando un circuito que se retroalimenta.
Percepción social vs. introspección
Avanzando un paso más en esta relación entre emoción y percepción, tenemos las funciones sociales de las mismas. De hecho, sin una percepción adecuada es imposible reconocer las emociones y los sentimientos de los demás y de nosotros mismos.
Lo curioso es que no siempre contamos con esa habilidad para con nosotros mismos.
La falta de habilidad para analizar las expresiones (sobre todo faciales) y las posturas hace muy difícil sacar una conclusión sobre cómo se siente el otro, es decir, cómo es su ánimo, su humor o sus sentimientos. Por ejemplo, si alguien está triste y no reconocemos los indicadores faciales o corporales de dicha emoción, es poco probable que entendamos lo que está viviendo en ese momento.
¿Para qué nos sirve conocer el humor o el sentimiento del otro?
Pues, para todo. O para casi todo. Con saber lo que el otro siente, aun sin que lo diga, ya estaremos preparados para actuar, hablar o escuchar al otro sin interrumpirlo, permitiéndole expresar todo lo que está sintiendo. Identificar las emociones es imprescindible para acercarnos a la experiencia de los demás.
Las personas, casi siempre, tendrán patrones similares ante cada estímulo. Por consiguiente, si estamos lo suficientemente atentos a las expresiones o posturas, nos daremos cuenta de lo que les ocurre sin necesidad de que lo digan.
La memoria también juega un papel relevante en este proceso. Por ejemplo, nuestra pareja suele enojarse por un mensaje o acción y lo demuestra con el rostro o su postura, la próxima vez que se enfade por algo similar ya deberíamos saber de qué se trata.
Emoción y percepción internas
Este mismo proceso se puede aplicar a la introspección. Percibir y ser consciente de lo que nos pasa por dentro es la herramienta que necesitamos para comprendernos a nosotros mismos. Asimismo, seremos capaces de emitir respuestas adecuadas en el ámbito personal.
En resumen, emoción y percepción son inseparables, pues de ellas depende, en gran parte, la conducta que se emite. La calidad de esta respuesta se medirá mediante la precisión de la percepción, lo congruente de la emoción y lo hábil de la respuesta. Esto se aplica tanto para las interacciones con los demás como para la relación que tenemos con nosotros mismos. Así que no dudes en desarrollar estos procesos, los más básicos de nuestra capacidad cognitiva.
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