La enfermedad de Parkinson: diagnóstico, prevención y tratamiento
La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más común entre las personas mayores de 65 años. Entre el dos y el tres por ciento de la población igual o mayor a esta edad sufre de esta enfermedad. Es por eso que para los investigadores la enfermedad de Parkinson es un reto. Su diagnóstico clínico se basa en la presencia de bradicinesia (lentitud de movimientos) y otras características motoras.
Este trastorno no se limita solo a estas características físicas. También se asocia con una gran cantidad de síntomas no motores que aumentan la discapacidad general. Es por todo ello que la investigación se ha centrado en la detección temprana del Parkinson.
Así, investigaciones recientes sobre biomarcadores diagnósticos se han aprovechado de las técnicas de neuroimagen para su detección temprana. Normalmente, su tratamiento se basa en la sustitución farmacológica de la dopamina del estriado.
Diagnóstico y prevención de la enfermedad de Parkinson
La enfermedad de Parkinson se define clínicamente por la presencia de bradicinesia (lentitud de movimientos) y al menos una característica motora cardinal adicional. Estas pueden ser rigidez o temblor en reposo.
Además de las características motoras cardinales, la mayoría de los pacientes que padecen de Parkinson también presentan síntomas no motores, lo que se suma a la carga general de morbilidad parkinsoniana.
La escala más utilizada para monitorear la discapacidad motora relacionada con la enfermedad de Parkinson es la Escala de Clasificación de la Enfermedad de Parkinson Unificada (UPDRS).
Síntomas no motores en la enfermedad de Parkinson
Los síntomas del Parkinson son varios y diversos. Así, incluyen:
- Trastornos de la regulación del ciclo sueño-vigilia.
- Deterioro cognitivo.
- Disfunción ejecutiva frontal.
- Déficit de recuperación de memoria.
- Demencia y alucinosis.
- Trastornos del estado de ánimo y el afecto.
- Disfunción autonómica.
- Hipotensión ortostática.
- Disfunción urogenital.
- Estreñimiento.
- Hiperhidrosis.
- Síntomas sensoriales principalmente hiposmia (reducción parcial de la capacidad de percibir olores) y dolor.
Los síntomas no motores se vuelven cada vez más frecuentes y evidentes a lo largo del curso de la enfermedad. Es por eso que son un determinante importante en la calidad de vida y la progresión de la enfermedad en general. También ocurre que se diagnostica esta enfermedad erróneamente. Algunos casos que se confuden con el Parkinson son:
- Atrofia multisistémica.
- Parálisis supranuclear progresiva.
- Y por último, algo menos frecuente, degeneración corticobasal.
Tratamiento de la enfermedad de Parkinson
Dianas farmacológicas dopaminérgicas
El mecanismo principal que provoca el Parkinson es causado por la pérdida de neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra. Esta pérdida conduce, a su vez, al agotamiento de la dopamina estriatal, lo que causa las características motoras de la enfermedad de Parkinson.
Es por eso que se produjo un gran descubrimiento a la hora de sustituir la pérdida de dopamina estriatal a través de la administración sistémica del aminoácido precursor de dopamina L-Dopa. Hace más de 50 años, este descubrimiento fue muy importante para el tratamiento del Parkinson. Desde entonces, importantes avances en la comprensión de los agentes farmacológicos que regulan la transmisión dopaminérgica nigrostriatal han revelado múltiples objetivos adicionales.
Estos son algunos de los tratamientos farmacológicos utilizados como dianas farmacológicas dopaminérgicas:
- L-Dopa (Levodopa). Es el fármaco estándar mejor valorado en su eficacia sintomática de cualquier fármaco antiparkinsoniano. Con el tiempo, todos los afectados por la enfermedad de Parkinson requieren un tratamiento con este agente.
- Inhibidores de la Catecol-o-metil-transferasa (COMT). La inhibición de esta enzima en la periferia mejorará aún más la biodisponibilidad y la vida media de la levodopa. Así, esto resulta beneficioso en pacientes que han desarrollado fluctuaciones motoras de desgaste.
- Inhibidores de la monoamina oxidasa tipo B (MAO-B). La inhibición de esta enzima prolonga y aumenta así las concentraciones sinápticas de dopamina.
- Agonistas dopaminérgicos. Estos presentan una vida media más larga comparados con la L-Dopa, lo que les convierte en fármacos adeptos como terapias complementarias en pacientes con fluctuaciones motoras.
Dianas farmacológicas no dopaminérgicas
- Para fluctuaciones motoras y parkinsonismo
- Antagonistas del receptor A2A de adenosina.
- Antagonista de adenosina no selectivo.
- Mezcla de la inhibición de los canales sodio/calcio y la actividad de la monoaminooxidasa-B (MAO-B).
- Para el temblor
- Anticolinérgicos.
- Antagonistas mezclados: 5-HT2A, 5-HT2B, 5-HT2C, 5-HT1A, M1, M4, H1, α1, α2, D2, D4.
- Discinesia inducida por levodopa
- Antagonistas NMDA.
- Antagonistas mezclados: 5-HT2A, 5-HT2B, 5-HT2C, 5-HT1A, M1, M4, H1, α1, α2, D2, D4.
- Receptores de mGluR5 (Glutamato metabotrópico 5).
- Receptor adrenérgico α1 y agonista 5-HT1A.
- Leviteracetam.
- Agonistas 5-HT1A y 5-HT1B combinados.
- Agonista parcial selectivo α7- nAChR.
- Trastornos de la marcha, caídas y congelación de la marcha
- Terapia procolinérgica (inhibidores de la colinesterasa).
- Por último, inhibidor de la recaptación de noradrenalina.
En conclusión, la enfermedad de Parkinson es, como el alzheimer, una de las enfermedades más comunes entre las personas mayores potenciada de manera especial por la longevidad creciente. Es por eso que la investigación se ha centrado tanto en su detección temprana y su tratamiento. Sin embargo, parece que todavía nos queda un recorrido considerable hasta poder decir que hemos dado con las herramientas suficientes como para vencerla.
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