La enfermedades como conflicto entre cuerpo y la mente
El cuerpo habla y se expresa por síntomas. Las enfermedades, los dolores, las heridas, el malestar… son síntomas de que dentro de él algo negativo está pasando. Muchas veces esto negativo sobre lo que el cuerpo nos alerta tiene que ver con nuestro mundo emocional.
Diferentes técnicas terapéuticas abordan este enfoque. Una manera de mirar la realidad que parecía pertenecer al caduco psicoanálisis de Freud y su teoría de la represión, pero hay más. Las terapias de tercera generación, como el mindfulnes, o el yoga, la medicina de renovación celular, la bioquímica corporal y cerebral, y la física cuántica han llegado desde diferentes ópticas a que la mente y el cuerpo están directamente relacionados y la influencia que tienen el uno sobre el otro es muy poderosa.
Los avisos de nuestro cuerpo
Cuando nos duele algo, nos encontramos cansados, o surge una enfermedad, el cuerpo nos está avisando. Nuestra mente está interpretando una situación, quizás relacionada de manera íntima con nuestras emociones. Es hora de parar y analizar qué está pasando, cómo nos estamos sintiendo y en qué medida nos afecta.
Teniendo en cuenta siempre y como primera opción el uso de la medicina tradicional, podemos ayudarnos del poder de nuestra mente para potenciar los efectos de este tratamiento médico y de las conductas de auto-cuidado. Para poder explorar el poder que nuestra mente atesora en este sentido tenemos que darnos el tiempo, el permiso y la paciencia necesaria.
“Toda enfermedad no es más que la manifestación física de un malestar, de un trastorno debido a una condición mental que altera el equilibrio del cuerpo”
-Dr. Edward Bach-
El poder de los pensamientos
La mente equivale a todo lo que pensamos. Cada pensamiento que pasa por nuestra cabeza influye en nuestra vida y cuerpo, en nuestra realidad. Los pensamientos que más nos influyen son aquellos a los que prestamos más atención y alimentamos con nuestra palabra, acción y reacción.
Si los pensamientos afectan nuestra realidad y cuerpo, entonces pensar en positivo podría ayudar a solucionar los problemas, enfermedades y carencias. Sin embargo, pensar en positivo no es suficiente. Pensar solamente en lo que a nuestro parecer es “bueno”, supone emitir juicios y creer que lo que se desea se va a cumplir sin más.
Para cambiar esa forma de pensar o interpretar lo que percibimos, hay que ir más allá, al profundo mundo de las emociones. Al desarrollo de la inteligencia emocional y al conocimiento de nosotros mismos.
Las enfermedades como interpretaciones propias de la realidad
Una enfermedad puede reflejar que nuestra mente está haciendo algo que no queremos. Para cambiar esto, habría que observar con qué tipo de programaciones trabaja nuestra mente y de qué manera las hemos adquirido y la estamos ejecutando mediante conductas. Pensemos que nuestro aprendizaje en la familia es el origen de la gestión emocional.
Las emociones como el miedo, la ira, la rabia, la tristeza o la duda… reflejan ciertas actitudes mentales que nos hacen reaccionar de formas no fluidas. Quizás no confiamos o estamos esperando demasiadas cosas de los demás.
Determinadas molestias corporales están sembradas y cultivadas en nuestro mundo emocional. Algunas de nuestras dolencias son la consecuencia de no haber entendido algunas experiencias que nos han provocado dolor, insatisfacción o ira. Estas experiencias se quedan guardadas en nosotros y poco a poco se van reflejando en nuestro cuerpo.
En resumen, podemos decir que algunos síntomas corporales o dolencias tienen que ver con cierto grado de infelicidad o insatisfacción. Todo ello, resultado del apego, el exceso de control, la ira negada o no entendida, etc. Se dice que en el fondo toda enfermedad es algo que ocultamos. Si al corazón le duele, le irrita, le arde o desilusiona una experiencia, el cuerpo lo reflejara de igual forma. El cuerpo es el reflejo más inmediato de la forma en cómo pensamos y sentimos la vida.
Emociones y enfermedades
Las investigaciones volcadas en el libro Emociones y salud, de Editorial Ariel ponen de manifiesto desde una perspectiva psicológica, fisiológica y/o social cómo las emociones y las conductas juegan un importante papel en el bienestar de las personas, y en la manifestación de enfermedades.
Cada vez existe mayor conocimiento de los factores que en un determinado rango son aliadas de nuestra salud. Pero también somos más conocedores de la presión, competitividad y exigencias que se nos impone en nuestra actividad diaria. En este marco de referencia, la gestión emocional se convierte en una especie de filtro determinante de la salud y, por extensión, la enfermedad de las personas.
Yo pienso, yo soy
Louise L. ha ha dedicado gran parte de su vida a enseñar a las personas que sus pensamientos pueden cambiar sus vidas. Ha escrito muchos libros que han ayudado a gente a descubrir su propia valía. Ha creído que si los niños pueden aprender a una edad temprana el potencial que tienen sus pensamientos, su viaje a través de la vida sería más feliz y gratificante.
Os invito a pensar en el poder de las afirmaciones, entendidas como pensamientos y palabras que utilizamos a diario. Si conseguimos identificarlas, y transformar esos pensamientos negativos en acciones y palabras positivas, e interiorizarlos, cambiaremos nuestra forma de sentir y nuestra forma de vivir.
“El poder esta siempre en el momento presente”
-Louise L. Hay-
Los pensamientos más perjudiciales suelen ser espontáneos, negativos e irracionales. Como afirma María Nieves Vera, profesora de psicología de la Universidad de Granada, estos pensamientos “se viven como espontáneos, son difíciles de evitar y están tan unidos al sentimiento que provocan que se suela confundir la emoción con el pensamiento”. Además, añade que “son negativos porque hacen referencia a sucesos o activadores percibidos como tales”.
Por último, Vera, asegura que son irracionales “porque lo que suele haber detrás de ellos, o lo que los causa, son las creencias irracionales que se expresan generalmente en términos de deberes y obligaciones, tienden a dramatizar la situación y no se cuestiona su veracidad”. Así pues, observamos la importancia de aprender a controlar nuestros pensamientos más desadaptativos.
Para sentirnos mejor
Podemos ver que todo lo que vivimos es para algo. El mayor aprendizaje de una experiencia está en aprender. Aprender a conocernos y a aceptar. Tener una buena relación con nosotros mismos y con los demás. Aprender que hay que dejar de esperar y empezar a amarnos más para poder amar, tener paciencia y confiar, ser más compasivos, dejar de criticarnos y exigirnos de más, disfrutar lo que tenemos y permitirnos entusiasmarnos con las cosas y creernos que la naturaleza nos ha puesto todo a nuestro alcance para ser felices.
Si aprendemos a manejar las emociones que la mente siente, nuestro cuerpo minimizará el envío de señales preocupantes. Un estado continuado de cansancio, defensas bajas o constipados repetitivos pueden ser síntomas de que estamos comprometiendo a nuestro sistema inmunológico haciendo una gestión pobre de nuestras emociones. Por otro lado, al estar contentos y tranquilos, en un estado de crecimiento, descubrimiento y plenitud, segregamos hormonas y nos llenamos de energía, vida y salud.