La esclavitud de nuestra imagen

La esclavitud de nuestra imagen
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 28 agosto, 2015

Todos tenemos una imagen de nosotros mismos que queremos que nos identifique y nos posicione dentro de nuestro entorno. De hecho, cuando conocemos a alguien sentimos que la primera impresión es muy importante.

¿Por qué ocurre esto? Porque, en un principio, somos apariencia: los demás conocen nuestro físico, nuestra forma de hablar, nuestra manera de vestir… Solamente con el tiempo nuestras actuaciones consolidan nuestra imagen.

“No todo aquel que me mira puede verme, ni todo el que cree conocerme sabe quién soy”

Nora Gy-

El comportamiento que tenemos en los distintos momentos de nuestra vida más la apariencia, configuran lo que los demás piensan de nuestra persona y, muchas veces, puede no corresponderse con lo que somos realmente.

Seguro que tú también has experimentado esto en situaciones cotidianas como una entrevista de trabajo o incluso has sentido que alguien que piensa conocerte, no lo hace.

La esclavitud de nuestra apariencia

Todos queremos proteger nuestra imagen

Lo cierto es que nuestra imagen pública nos condiciona y, a veces, puede que hayas sentido que lejos de ayudarte te estaba perjudicando. Lo que ocurre entonces es que nuestra imagen nos esclaviza.

Cada uno de nosotros dedicamos mucho tiempo de manera inconsciente a mantener un pensamiento positivo de nosotros en los demás.

De hecho, día a día dedicamos gran parte de nuestros esfuerzos en permanecer integrados en la sociedad en la que vivimos para no sentirnos aislados. Nos preocupa lo que piensen de nosotros y cómo nos ven nuestros seres queridos.

La debilidad de nuestra imagen

La gran debilidad de nuestra imagen es justamente el miedo al rechazo. Este provoca que nuestra imagen se vea sometida en muchas ocasiones a agresiones externas ¿Te identificas con alguna de estas situaciones?

  • Conflicto con lo que somos o disonancia cognitiva: es el momento en el que nuestra autoimagen entra en conflicto consigo misma y trata de mantener el equilibro emocional.

Puede ser que alguna vez nos hayamos encontrado paseando tranquilamente por una calle, por ejemplo, y que alguien se haya acercado pidiéndonos una donación por una buena causa.

Entonces, quizá, hayamos querido alejarnos; pero, lo más probable es que hayamos colaborado. Quedarse quieto provoca una imagen negativa de nosotros mismos que nos hace sentir culpables.

Al colaborar nuestra imagen deja de sentirse amenazada y reduce su sentimiento de culpa. La decisión la hemos tomado para no ser rechazados por los demás y por nosotros mismos.

Nuestra apariencia nos esclaviza
  • El momento de la reciprocidad: el halago nos halaga y la única forma de tener una imagen positiva es devolviéndolo.

En una situación en la que una persona nos ofrece algo, lo rechazamos y aun así nos lo da, nos sentimos mal (salvo en una relación muy cercana) ¿Por qué nos sentimos mal? Porque en un contexto social estas situaciones exigen reciprocidad.

Es un principio de gratitud: tú me regalas algo y yo te valoro por ello, así que tengo que regalártelo a ti y valorarte.

  • La mayoría me protege o gregarismo: nos guste o no, nos solemos mover en mayorías. Sabemos, y es cierto, que no podemos vivir sin vínculos interpersonales, sin relacionarnos con el resto.

Esta afirmación nos conduce muchas veces a pensar que pertenecer a un grupo va a darnos seguridad y estabilidad. Entonces ya no nos sentimos vulnerables ni raros ante la aparente normalidad de la mayoría.

Para entender mejor este tipo de amenaza a nuestra imagen podemos leer el cuento El traje nuevo del emperador.

¿Somos lo que parece?

“-He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse”

-El principito-

El mundo que nos rodea muchas veces no nos permite ser lo que somos con facilidad y, además, nuestras pautas de comportamiento están ligadas a las personas con las que compartimos nuestro tiempo.

De esta manera, es muy común que hayas querido actuar de una determinada forma en algún momento de tu vida y las circunstancias no te hayan permitido hacerlo o que tú misma te hayas dado cuenta de que no eres la misma persona con tus amigas que con tu pareja.

No somos lo que parecemos, es necesario ir más allá. Me inclino por pensar que esa es la clave de que muy poca gente nos conozca de verdad y de que, además, podamos desarrollarnos en las múltiples posibilidades que ofrece la sociedad.

La esencia de quiénes somos es mucho más profunda que nuestra imagen. Cuidamos nuestra imagen como papeles para sobrevivir, pero cuidamos nuestra esencia para vivir. Y tú, ¿crees que es verdad que nuestra imagen nos condiciona?


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.