La escultura en terapia familiar: una sorprendente herramienta de cambio
Cuando se mantienen patrones de relación disfuncionales en el seno de una familia, el cambio puede ser difícil. Para cada miembro resulta costoso salir de su perspectiva particular y lograr una panorámica más amplia de lo que sucede. Así, la escultura es una técnica que facilita la toma de conciencia y promueve el cambio.
¿Cuántas veces, ante un conflicto familiar, te has visto atacando a los otros e incapaz de reconocer tu propia responsabilidad? Esto puede ocurrirnos a todos y cada uno de nosotros, mas en un proceso de psicoterapia es importante derribar de algún modo esa barrera defensiva. Así, la escultura nos abre los ojos a la realidad de un modo tan eficaz como sorprendente.
¿En qué consiste la escultura en terapia familiar?
Para poner en práctica esta técnica, el terapeuta pide a alguno de los miembros de la familia que sea el escultor. Los demás deben dejarse moldear por él y adoptar las posiciones que este les indique. Mientras la escultura se desarrolla, el terapeuta toma la posición de observador y comentarista. Así puede guiar al escultor con preguntas como las siguientes:
- ¿Es esta la posición que quieres que tenga esta persona?
- ¿Hacia dónde debería dirigirse su mirada?
- ¿Cuánta separación ha de haber entre cada miembro?
- ¿Deben tocarse o cogerse de la mano?
En cuanto a la elección del escultor, es común seleccionar al paciente identificado para esta tarea, ya que es quien suele tener una visión más clara de las dinámicas familiares. Pero también es posible pedir a cada miembro de la familia que realice su propia escultura, mostrando su propia visión.
En terapia familiar se denomina paciente identificado a aquella persona que presenta el síntoma principal por el que se solicita la ayuda. Por ejemplo, aquel que presenta un trastorno ansioso o depresivo. No obstante, se tiene en cuenta que, desde esta corriente, el síntoma es un mero indicador de una disfunción que abarca a toda la familia como sistema. Es decir, no se circunscribe únicamente a un problema personal de ese individuo.
¿Cómo se trabaja con la escultura?
Cuando el escultor finaliza su obra, se le pide que escoja una posición para sí mismo y el cuadro queda completado. A partir de aquí, podemos utilizar está técnica como elemento de diagnóstico.
Así, invitaremos a cada miembro a exponer cómo se siente en su posición. Han de centrarse siempre en describir las sensaciones que se derivan de su postura corporal, sin entrar a analizar qué significan. De este modo, evitamos que la familia se enrede de nuevo en discusiones defensivas.
Así, una persona puede observar que la postura tan rígida en la que se encuentra le causa tensión e incomodidad. Quizás otra se dé cuenta de que, desde su posición, no puede ver a cierto miembro de la familia. Puede que uno de ellos se sienta aislado por estar posicionado a mayor distancia del resto.
Con frecuencia, observar la perspectiva nos proporciona una idea más clara de lo que sucede en la familia. Así, el terapeuta podrá ir ocupando el lugar de cada miembro en la escultura para que este pueda observar la imagen desde fuera.
En definitiva, la escultura proporciona una metáfora espacial de las relaciones familiares y de la posición emocional de cada persona en el sistema. Se pueden observar, a través de la posición, afinidades, rechazos y actitudes que nos proporcionarán un esquema de aquello que no está funcionando y hay que trabajar.
Diagnóstico y tratamiento
La escultura es una técnica que puede utilizarse tanto de elemento diagnóstico como de técnica terapéutica. Es decir, nos ayuda a tomar conciencia de las relaciones y patrones disfuncionales que hemos de abordar. Además, se puede realizar una escultura que refleje el ideal de familia que cada miembro desee conseguir; de modo que servirá para plasmar los objetivos.
Esta técnica también es utilizada en la terapia de pareja, ya que es un ejercicio con capacidad para sorprender y motivar. Con él podemos tratar puntos y llegar a lugares a los que, con la mera discusión verbal, no alcanzaríamos a reconocer. Nos ayuda a ponernos en nuestra propia piel y en la del resto con una mayor conciencia. Por lo mismo, suele resultar muy útil para el proceso terapéutico.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Población, P., & Lopez Barberá, E. (1991). La escultura en terapia familiar. Revista Vínculos, (3).
- Cibanal, L., Lineales, P. E., Lineales, P. D., Circulares, P. D., & Circulares, P. R. (2006). Introducción a la terapia familiar y sistémica.