La fobia a hablar en público es uno de los miedos más extendidos
Las fobias son consideradas como las fuentes de nuestros miedos más irracionales y básicos del ser humano. Tener una fobia es tener un miedo fuerte e irracional hacia algo y constituye un de los trastornos de ansiedad. Siendo la fobia a hablar en público una de las más comunes.
Su nombre técnico es glosogobia y consiste en la presencia de varios síntomas:
- Ansiedad intensa a la idea o al momento de tener que enfrentarse a comunicar verbalmente a un público.
- Evitación o retraso de dichas situaciones.
- Presencia de síntomas físicos como náuseas, sudoración, hiperventilación, rigidez o ataque de pánico en esas circunstancias.
Generalmente, este miedo viene dado por la situación de evaluación, en la que el público puede juzgar al orador, o bien, que quepa la posibilidad de no hacerlo adecuadamente y el miedo a hacer el ridículo. Asimismo, el origen de este trastorno puede estar asociado con:
- Uno o varios incidentes traumáticos en el pasado relacionados con hablar en público.
- La evitación continuada de la situación, que pasa a convertirse en un miedo extremo.
- La falta de habilidades o escasa auto-confianza.
- La presencia de trastornos del habla, que puede pronunciar el temor a la burla o a la ejecución.
¿Cómo afrontarlo?
Este miedo escénico, a veces extendido a hablar incluso en un grupo de amigos, suele aparecer durante la adolescencia, ya que en esa etapa la aprobación por los demás es especialmente acusada. A partir de ahí, se crece con este temor que a la larga afecta también a la carrera profesional.
En caso de tener un fobia importente a hablar en público lo más recomendable es acudir a un profesional que trate cada uno de los aspectos que conforman el miedo, así como la capacidad para controlar los síntomas físicos. No obstante, se pueden seguir unas pautas para disminuir lo máximo posible el malestar en estas situaciones.
No evitar
Es primordial no evitar el momento de hablar en público. Escapar de situaciones que nos provocan miedos sólo hará que éste crezca y que cada vez resulte más difícil enfrentarse a ellas.
Relajación, ante todo
El primer paso es intentar llegar a un estado de relajación. Para ello, es importante tratar de no pensar o repetir en lo nervioso que uno está, eso solo hará que la sensación aumente. Antes de hablar, se recomienda respirar profundamente y beber agua, incluso durante el discurso. Beber agua, además de disminuir los síntomas físicos, concede un espacio de tiempo para poder parar y pensar en lo que se está diciendo, si es necesario.
En caso de que el nivel de activación sea muy grande, lo ideal es practicar ejercicios de relajación un tiempo antes del momento en el que se hablará en público. Entrenarse en estas técnicas permite controlar los síntomas, aprender a gestionar las sensaciones, además de llegar en un mejor estado al momento específico.
Tener un guión
Tener preparado qué se va a decir es muy útil por varios motivos. Primero, evitará momentos “en blanco” y ayudará a ser más claro y conciso. Por otro lado, permite anticipar cómo será el discurso, cuándo puede durar, qué tono se le va a dar, qué dudas o comentarios puede plantear el público… Además, al preparar el guión se pueden planificar los momentos en los que tomar aire, las pausas, el tono y la vocalización.
Fijar la mirada en un punto
Uno de los estímulos que más afecta a las personas que tienen fobia a hablar en público es ver cómo todos los presentes prestan, o no, atención. Para afrontar mejor esa situación incómoda, se recomienda elegir un punto del auditorio y fijar la mirada en él. Lo más común es que sea un punto que esté situado al final de la sala, más o menos a la altura del público. De esta forma, parecerá que se está mirando a los asistentes aunque el orador no los vea directamente.
Otra opción es mirar a una persona de confianza, si existe esa posibilidad. Hablar directamente a alguien conocido hará que la situación sea más familiar, más cercana, y distraerá al orador de los posibles juicios que el público pueda hacer. No obstante, es adecuado que en algunos momentos se cambie la dirección de la mirada.
Imaginar
Un ejercicio más útil de lo que muchos pueden pensar es ensayar en imaginación. Por supuesto, hay que imaginar en positivo. Cerrar los ojos, visualizar el espacio físico, imaginar el público y “soñar” con la situación tal como debiera suceder.
Es ideal imaginarse dando el discurso adecuadamente, sin nervios y obteniendo un respuesta positiva por parte del público. Así, en cierta manera, se entrena al cerebro para esa situación. Al entrenar a menudo en imaginación, forzamos que el cerebro se enfrente no a una situación nueva, sino a una a la que está más habituado o que resulta similar a la que conoce.
Ensaya
Además de entrenar en imaginación, es fundamental ensayar el discurso. Practicar varias veces facilitará que se interiorice lo que se va a decir y cómo. Así, una vez llegue la situación real, tendremos una cosa menos en la que pensar pues el guión estará más automatizado y permitirá disfrutar más de la experiencia.
En los ensayos, hay que prestar atención también al lenguaje corporal y al tono de voz. Haciéndolo así, se podrá corregir aquellos aspectos que provoquen mayor inseguridad y se enfrentará el discurso con una mayor confianza.
Sobre todo, disfrutar
Por último, y quizá lo más importante, es hacer que finalmente la situación sea agradable para todos. Preparando los pasos anteriores permitirá a quien tiene que hablar en público disfrutar más y, así, la próxima vez el miedo será menor.
Pero además, si el orador se muestra relajado y natural (aunque por dentro experimente los nervios propios de la situación), el público también se sentirá mejor y resultará más ameno y divertido.