La hipersexualización de la sociedad

Estamos rodeados de imágenes de mujeres atractivas haciendo actividades cotidianas, de niñas posando como adultas... todo ello responde a lo que llamamos hipersexualización. ¿Te suena de algo? Reflexionamos sobre ello.
La hipersexualización de la sociedad
María Vélez

Escrito y verificado por la psicóloga María Vélez.

Última actualización: 13 marzo, 2021

Por hipersexualización se entiende el hecho de poner toda o buena parte de la atención en los atributos y valores sexuales, delegando a un segundo plano otras cualidades que posee un individuo (en concreto, las mujeres). Aunque la hipersexualización como fenómeno no es nueva, el debate que existe en torno a ella, así como el uso de este término, sí son más recientes.

Para entender el fenómeno es necesario remontarse, por un lado, a los años 60 y, por otro, a los años 80. En los años 60, se originó en Occidente lo que se ha calificado como el movimiento de “revolución sexual“. Este nació por el deseo y la necesidad de vivir la sexualidad de una forma libre, así como con la intención de romper los códigos que regulaban la conducta sexual de las personas.

Si bien la revolución sexual supuso una liberación para todas las personas, fue un arma de doble filo para algunos sectores de la población. Para muchos hombres, esta revolución facilitó el “uso” de su sexualidad libremente fuera del matrimonio. En cambio, para las mujeres, quienes también deseaban disfrutar la sexualidad sin límites, también significó el estar disponibles sexualmente para los hombres.

Por otro lado, alrededor de los años 80, a través de la moda, la estética o la televisión, se comenzó a establecer un canon sexual representado por las mujeres. Estas estaban al servicio del libre mercado, donde la figura femenina sexualizada representaba una vía para promocionar productos.

Hipersexualización y sociedad

La forma más eficiente de transmitir y modificar pensamientos en una sociedad son los medios de comunicación; es así como la hipersexualización ha ganado la batalla. Mediante la publicidad, programas de televisión, películas, videoclips… los medios han contribuido a crear una representación social de cómo debe ser una mujer, poniendo énfasis en su cuerpo: joven y delgado.

Estas cualidades que rigen el cuerpo femenino no responden más que a la idea de que una mujer debe ser atractiva sexualmente. Debe verse siempre bonita, saludable y seductora. Dibujar una imagen promocionada como un referente que puede derivar en riesgos para la salud física y psicológica de las mujeres.

Si bien es cierto que los hombres también se ven sometidos a los cánones de belleza, el problema estructural y hegemónico que se produce en las mujeres alcanza cotas mayores. La feminidad ha sido objetualizada. Ellas, maquilladas, entregan premios a los deportistas, no los consiguen. Ellas, acompañadas de otras mujeres y con poca ropa, mueven sus cuerpos en posturas que ni siquiera permiten ver sus caras alrededor de los hombres. Niñas en catálogos… posando de forma seductora.

Causas y consecuencias

El origen de la hipersexualización reside, fundamentalmente, en la cultura del sexo que se ha construido alrededor de la figura femenina. Esta centralización y el “deber” de derrochar atractivo sexual se han convertido en un modelo normativo que afecta a las mujeres en todas las etapas de su vida.

Esta cultura del sexo es su propia perpetradora. Se continúa mercantilizando la imagen de la mujer. Esta imagen se internaliza con poco o ningún espíritu de crítica y, de esta manera, el sistema de desigualdad de género se mantiene en el tiempo.

A su vez, las mujeres seguimos siendo víctimas y, por qué no, esclavas de la imagen que se nos impone. El problema, según ya afirmaba Susan Sontag en 1975, no es desear ser bella, sino sentir la obligación de serlo.

Además, esta representación ya forma parte del imaginario colectivo en el que el hombre heterosexual se acostumbra a una belleza extrema e idealizada, así como cosificada y a la orden de sus deseos (como indica la pornografía). Esto puede desembocar en exigencias, evaluaciones y juicios hacia el resto de mujeres que no encajan en ese canon (que son la mayoría, por no decir todas).

La hipersexualización infantil

El problema se agranda y perpetúa porque la mercantilización siempre necesita nuevos productos y nuevas formas de vender una idea. Así, con las nuevas tecnologías, este mensaje ha traspasado a las redes sociales; un medio mucho más potente en relación a los que conocíamos hasta ahora y capaz de llegar a un público cada vez más joven.

La idea que hace de virus es esa que enuncia que el éxito social viene determinado por la imagen que proyectamos a los demás. Esto, además, se ve reforzado por la cantidad de likes que reciben las jóvenes en Instagram, TikTok o Twitter cuando publican contenidos personales y sexualizados.

La hipersexualización infantil es un concepto que se comenzó a utilizar en 2001 y que cada vez parece tener más peso. Se define como la sexualización de expresiones, posturas o códigos de vestimenta considerados demasiados precoces para una determinada edad. Entre las niñas y adolescentes es natural querer imitar conductas adultas; la diferencia es que ahora tienen a su alcance los medios para hacerlo sin haber alcanzado la madurez suficiente como para gestionar las consecuencias.

Las redes sociales son el mejor escaparate comercial que existe hoy en día, siendo una fuente inagotable de entretenimiento. En ellas, las conductas de exposición son muy reforzadas, pues quienes las muestran ganan en popularidad y reconocimiento social, dos aspectos muy valorados en la adolescencia.

En definitiva, la hipersexualidad está tan arraigada a nuestra sociedad que seguramente no somos conscientes de todas las veces en las que caemos en ella. Es necesario abrir los ojos y criticar este tipo de valores y reconocimiento que no hacen más que daño a las personas y a la sociedad, perpetuando desigualdades y complejos. Especialmente tiene que ser combatida cuando repercute a niños y niñas, ya que acelerando su sexualización adulteramos su infancia y les condenamos a unas demandas adultas que todavía no están preparados para gestionar.


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  • Cobo Bedía, E. (2015). El cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de sexualidad. Investigaciones Feministas, 6, 7–19.

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