La historia del maestro que se multiplicó por 22

La historia del maestro que se multiplicó por 22
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 22 noviembre, 2016

En esta revista hemos hablado muchas veces de la necesidad, o mejor dicho del valor, de estimular la creatividad en los niños. Incluso hay quienes piensan que con no matarla ya estaríamos dando un gran paso en este sentido. Por desgracia, gran parte de los sistemas educativos actuales son expertos asesinos de los pensamientos divergentes gracias a la gran cantidad de tiempo que dedican al proceso de memorización-repetición. Por fortuna, en medio de este páramo hay profesores que rompen esta tendencia y a los que podíamos calificar de excepcionales. De hecho, seguro que todos tenemos a un maestro así al que recordamos con especial cariño.

Para tener niños creativos, si el sistema educativo no ayuda, es fundamental contar con maestros que sean creativos. Originales organizando las clases, únicos explicando la lección, raros por el material que facilitan a los alumnos y excepcionales enfrentando los retos que les plantean las circunstancias y los propios niños. Este es el caso del maestro, del genial maestro, que se multiplicó por 22.

Siempre hay una manera mejor y diferente de hacer las cosas

Maestro

La historia de Guillén

No hay mejor estímulo para la creatividad que un problema, especialmente si es un problema del que por conciencia no podemos pasar. El problema de este artículo se llama linfoma de Burkitt y apareció en el cuerpo de Guillén, un niño de 11 años. A él le explicaron la enfermedad como un bicho que había aparecido en su barriga, que había que extirpar y finalmente matar los huevos que podía haber dejado. Según le explicaron los médicos a sus padres, las posibilidades de terminar con el cáncer eran de un 80%; en el otro 20% terminaría con la vida de Guillén.

En cualquier otro caso, aunque funcionara el tratamiento, Guillén perdería el curso. Un problema secundario quizás, especialmente si tenemos en cuenta la importancia de su enfermedad, pero también fue un problema que su maestro no quiso dejar pasar. Investigó y leyó para ver si existía algún caso similar en el que desde el colegio se hubiera facilitado una solución y no lo encontró.

¿Qué hizo entonces? Crear la solución! Con sus palabras, así lo explica: “Todos estaban muy tocados y muy tristes. Ves a niños de nueve años así y buf… Pues bien, pasamos de ese panorama a una situación totalmente ilusionante: íbamos a preparar cosas para que Guillén volviera, sí. Darle la vuelta a aquel mensaje inicial lo cambió todo. Decidimos que todos los niños de la clase iban a ser los profesores de Guillén”.

“Recuerdo el día en que murió un niño en julio. Esa sensación que se te queda nada más despertarse: ‘La muerte ha pasado de largo por esta habitación”

-Yolanda, madre de Guillén-

Maestro

Se llama Javier y fue su maestro

Guillén nunca olvidará a Javier, su maestro. Un maestro de los de verdad, de los que saben que una vez formados su misión es educar aportando nuevas ideas a lo que ya se ha hecho. Con su idea no solo consiguió que Guillén no perdiera ese curso, sino que consiguió hacer que sus compañeros cambiaran la tristeza por la ilusión, que aprendieran a aprender pero también a explicar y que Guillén estuviera en todo momento acompañado por las ganas de sus compañeros de tenerle de vuelta. Unas ganas que podía ver y sentir muy cerca a través de vídeos y murales que sus compañeros hacían especialmente para él.

En otro caso, hubiera sido un curso en blanco y contando únicamente con la compañía de los médicos, las enfermeras y los demás niños de la planta de oncología. Un burbuja con poco oxígeno que sus compañeros y su maestro se encargaron de romper, para llenarla de retos y de ilusión. La ilusión de que pronto le iban a tener de vuelta, recuperado, para jugar.

“Para él fue la vida. Fue una forma de mantener su ánimo, de sentirse querido en su grupo de iguales. Ésos que se preocupan por ti. Él sonreía al verlos sonreír”

-Yolanda, madre de Guillén-

Ojala no hubiera más niños enfermos que tengan que dedicar parte de su infancia o toda ella a luchar contra la enfermedad. Pero si los hay, ojalá todos tengan un maestro como Javier y unos compañeros como los de Gullén, dispuestos a involucrarse y a ser, en la medida que puedan, parte de la solución.

Finalmente, en las aulas todos los días se dan problemas frente a los que los maestros tienen que elegir: involucrarse o pasar, crear o copiar. Nosotros queremos a maestros que hagan lo primero y que entiendan que educar es una tarea más hermosa que leer un libro en el que venga la clasificación de los animales y una tarea que puede tener frutos mucho más valiosos que el que los niños la aprendan.


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