La importancia de la comunicación consciente
Ya desde el útero materno comienza la comunicación con nuestro entorno: reaccionamos a estímulos, aunque estas respuestas no sean meditadas. A medida que crecemos, nuestra comunicación se perfila, se practica y se modifica con el fin de responder a ciertos patrones sociales. Así, llega el momento en el que podemos hablar de una comunicación intencional y de una comunicación consciente.
Pensemos que la comunicación de nuestras necesidades facilita la supervivencia, estableciendo vínculos con las personas que nos rodean. Es algo natural que surge de forma espontánea en nosotros. Sin embargo, recientemente se habla de otra clase de comunicación: la comunicación consciente.
Ser consciente del presente, eso es lo que nos aporta el mindfulness, o comunicación consciente. En un mundo como el actual, donde nuestra forma de comunicarnos con el entorno es múltiple, hay estudios que recomiendan que nos centremos en una sola tarea, frente a la tentación moderna de trabajar en multitarea o con la atención dividida. Esto incluye tanto a la producción como a la recepción de información. Al fin y al cabo, comunicarse no es solo producir información, es también saber interpretarla.
¿Qué es el mindfulness?
A menudo sabemos lo que decimos, creemos firmemente en nuestro punto de vista, pero dividimos nuestra atención a la hora de recibir mensajes. Así, reflexionemos, ¿escuchamos de verdad o nos pasamos la intervención del otro queriendo recuperar el turno de palabra? ¿Somos conscientes de nuestra comunicación no verbal? Para bien o para mal, esta transmite una buena parte de los mensajes que comunicamos.
Ser un comunicador consciente es precisamente eso, ser partícipes de toda nuestra comunicación. Y no es un proceso fácil; tiene que comenzar en las escuelas, donde ya se practican algunos ejercicios relacionados con la comunicación consciente. Por ejemplo, los ejercicios de empatía y aceptación del otro son una buena forma de introducir este tema a los más pequeños. Las emociones son algo fundamental en nuestro día a día y dominarlas requiere de mucha paciencia y práctica, aunque a veces se nos olvide.
Ser mindful, o consciente, implica no rendirnos al enfado o a la ira en la comunicación con los demás. Saber cuándo dar rienda suelta a las emociones es señal de una comunicación consciente, y en esa tarea la inteligencia emocional nos ayudará. Una inteligencia emocional que se manifiesta en el dominio de nuestras emociones, así como en la aceptación de las ajenas.
¿Cómo practicar la comunicación consciente?
El primer paso a seguir cuando queremos ser comunicadores conscientes es entender que la comunicación es un proceso. Querer ser mindful no implica serlo. Esta habilidad abarca numerosos ámbitos:
- La ortografía y la buena dialéctica. Una persona que comete faltas de ortografía, basa su lenguaje en muletillas o no estructura correctamente su discurso es un comunicador que lastra su propia comunicación. La palabra es una de nuestras primeras cartas de presentación, por lo que cuidarla siempre es una buena idea.
- La falta de emociones en el discurso. La comunicación no se basa únicamente en la transmisión de información; si únicamente producimos información, será más difícil que llegue a los receptores. Ganaremos si la impregnamos de emociones, alusiones y empatía con los demás. El efecto será inmediato: el público se sentirá parte del proceso comunicativo, tendremos su implicación, su atención. Esto también aumenta la probabilidad de que nuestro mensaje quede grabado en su memoria.
- La comunicación no verbal. La comunicación no verbal se refiere no solo a la gesticulación y otra clase de lenguajes corporales, sino a la información implícita o pragmática que compartimos con nuestro interlocutor. Por ello, intentemos cuidar ambos aspectos: es importante que nuestro lenguaje corporal indique que estamos abiertos al diálogo y a otras formas de pensar. Además, los elementos pragmáticos son fundamentales. El lenguaje o las emociones implícitas, los códigos sociales que compartimos o en los que diferimos deben estar en nuestra mente continuamente para adaptarnos mejor a aquellos con los que nos comunicamos.
- La responsabilidad frente a los sentimientos. No todos sentimos de la misma manera y, por tanto, no expresamos nuestras emociones igualmente. Si deseamos algo de los demás, debemos encontrar la forma más adecuada de pedirlo.
En definitiva, ser comunicadores conscientes nos hace comunicadores más eficientes. Nos hace más empáticos, nos permite expresarnos de forma más adaptada a nuestro contexto social y crear lazos sociales más fuertes. Hablamos de un proceso duro, porque implicará, entre otros logros, identificar y reconocer nuestros errores actuales, pero también sus frutos merecerán la pena.