Los 5 componentes de la Inteligencia Emocional

Daniel Goleman, uno de lo mayores exponentes de la Inteligencia Emocional, diferencia los cinco componentes que constituyen dicha capacidad. Veámoslos en detalle.
Los 5 componentes de la Inteligencia Emocional
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 06 agosto, 2023

Los componentes de la Inteligencia Emocional son cinco arterias psíquicas, cinco valías que nos ofrecen mayor potencial, seguridad y autoconocimiento para gestionar con éxito las complejidades del día a día. Daniel Goleman nos recuerda que todos llevamos un “genio emocional” dentro al que hay que “desbloquear”, al que hay que dar alas y herramientas para alcanzar el bienestar.

A día de hoy, hay muy pocas personas que no hayan oído hablar aún de la Inteligencia Emocional. Sin embargo, podríamos decir casi sin equivocarnos que, en ocasiones, hay quien se limita a hacer uso de meras etiquetas sin comprender aún la práctica, sin captar la auténtica esencia de este y muchos otros enfoques psicológicos y del crecimiento personal.

“El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro racional”.

-Daniel Goleman-

Practicar una auténtica Inteligencia Emocional requiere voluntad, conocimiento y apertura. No basta con leer un libro o hacer un curso, se requiere ser proactivo, saber y promover, sentir y ofrecer, entender y generar… Solo así daremos forma a entornos más empáticos, sensibles, creativos y hábiles emocionalmente.

Para lograrlo, es esencial dominar los cinco componentes que conforman la Inteligencia Emocional. De este modo, hallaremos poco a poco ese perfecto equilibrio entre la mente que siente y la mente que piensa. Y además, nos transformaremos en buenos gestores de nuestros universos emocionales, mejorando con ello la calidad de nuestras relaciones y aspiraciones profesionales.

planta que representa los componentes de la Inteligencia Emocional

Los 5 componentes de la Inteligencia Emocional

La Inteligencia Emocional no es sinónimo de felicidad, no es calma, ni tampoco optimismo. Decimos esto por una razón muy clara: hay quien tiene una idea algo errónea sobre este tipo de ciencia de las emociones. Dominar dicha área de la psicología no nos garantizará al instante el éxito en la vida ni nos hará “más inteligentes” o más felices.

Lo que nos ofrece la Inteligencia Emocional son herramientas y habilidades con las que resolver mejor las complejidades de nuestros contextos sociales. Es un canal del autoconocimiento y una cualidad transformadora. Trabajar las emociones a diario y hacerlo bien, nos permitirá ser más solventes en el campo del crecimiento personal. Veamos, por tanto, qué claves la conforman.

1. Autocontrol

Cuando un niño tiene 4 o 5 años hay un área que le cuesta mucho dominar: el autocontrol. Se frustrará con frecuencia, no será capaz de aplazar las gratificaciones, ni esconder su enfado cuando su hermano coge la porción más grande de pizza o cuando le rompe un juguete sin querer.

Los niños más pequeños presentan estas conductas porque las áreas cerebrales relacionadas con el control de los impulsos y las emociones aún no están completamente maduras. Es sobre los 7 años cuando este tipo de conductas empiezan a asentarse con solvencia, siempre y cuando, eso sí, nos guíen también en esta habilidad.

Así, es importante tener en cuenta que el autocontrol es uno de los componentes de la Inteligencia Emocional más importantes. La autorregulación, el pensar antes de hablar o de actuar, la capacidad de reflexión, así como la habilidad de controlar nuestros impulsos son clave para ser más hábiles emocionalmente.

Mediante el autocontrol regulamos nuestras respuestas emocionales y afectivas, respondiendo adecuadamente ante los sucesos de la vida, de manera que podemos adaptarnos mejor al contexto. Este componente se basa en la capacidad de controlar los impulsos y las emociones de forma asertiva con la finalidad de no vivir manipulados por los instintos más primarios.

Niño que representa los componentes de la Inteligencia Emocional

Cómo mejorar el autocontrol

  • Toma consciencia de tus pensamientos y emociones.
  • Aprende a ser tolerante ante la angustia y la frustración.
  • Percibe los desafíos como una oportunidad de crecimiento.
  • Práctica la comunicación asertiva.
  • Acepta tus emociones.
  • Modifica tus patrones de pensamiento y tus respuestas emocionales ante sucesos adversos.
  • Recuerda que no son los acontecimientos los que te afectan, sino las interpretaciones que haces de ellos.

2. Conocimiento de uno mismo

Decía Mark Twain que ayudar a una persona a conseguir lo que quiere puede ser fácil, pero el problema es que en este mundo casi nadie sabe lo que quiere exactamente. Es una ironía, es cierto, pero pocas cosas son tan complejas como lograr conocernos a nosotros mismos en profundidad y poder actuar entonces en consecuencia.

Aún más, si es complicado tener claras nuestras prioridades en cada momento, más difícil es ser conscientes de nuestras emociones. A veces, un estado emocional determinado condiciona nuestra conducta, nuestros pensamientos y el estado de ánimo. Ser conscientes de ello, saber qué nos duele, dónde nos duele y el por qué de ese sufrimiento, molestia o contradicción nos permitirá poner en práctica una adecuada regulación emocional y ser mucho más competentes en materia de Inteligencia Emocional.

Asimismo, el autoconocimiento también refiere a la capacidad para identificar las propias fortalezas y debilidades. Pero no basta con solo reconocer en qué somos buenos y en qué no, sino de estar cómodo con uno mismo a pesar de los defectos. Todo aquel que se conoce a sí mismo reconoce que no es perfecto, aprende de sus fallas e intenta mejorarlas. Más allá de reconocer nuestras emociones, fortalezas y debilidades, el conocimiento de uno mismo debe llevarnos a ser consciente también del efecto nuestras acciones, estados de ánimo y emociones en otras personas.

Cómo mejorar el conocimiento de uno mismo

  • Solicita comentarios constructivos sobre ti, sobre tu forma de ser, actuar y sentir.
  • Escribe un diario sobre cómo reaccionas afectiva y cognitivamente antes las situaciones de la vida cotidiana.
  • Presta atención a tus pensamientos y emociones.
  • Reflexiona sobre tus sensaciones y experiencias.
  • Usa un diálogo interno positivo. 

3. Automotivación

La motivación intrínseca es el mejor motor para la mente y el corazón. Es la fuente de la superación personal y la energía positiva capaz de darnos aliento, aun cuando lo que nos rodea o lo que nos llega no es satisfactorio. Es por ello que refiere a la voluntad de logro independientemente de los obstáculos.

Mediante ella podemos direccionar nuestras emociones hacia un objetivo determinado. También nos da el aliento para recuperarnos de los contratiempos, encontrar soluciones y volver a encaminarnos hacia nuestras metas, siendo más persistentes y enérgicos.

Aquellas personas que saben automotivarse suelen ver oportunidades donde otros no pueden y asumen que todos los problemas se pueden resolver. De esta forma, ven los obstáculos como una oportunidad de aprendizaje y aprovechan estas situaciones para sacarles provecho.

Asimismo, la motivación insta a la persona ser mejor cada día, a focalizarse en lo que es importante para desplegar sus recursos y adecuar sus emociones para alcanzar los objetivos que se ha propuesto.

Cómo mejorar la automotivación

  • Evita el exceso de recompensas extrínsecas.
  • Celebra tus logros.
  • Establece metas pequeñas y medibles.
  • Desafíate para mantener las cosas interesantes.
  • Desarrolla tu motivación intrínseca.

4. Empatía

La empatía es otro de los componentes de la Inteligencia Emocional más relevante. Es ese vínculo con el que mejorar las relaciones con los demás, ese canal con el que conectar con quien tenemos en frente, pero sin dejar de ser nosotros en ningún momento.

Es importante matizar este último detalle. Aunque nos repitan a menudo que empatizar es ser capaces de ponernos en los zapatos ajenos, conviene recordar que esta maravillosa habilidad no nos servirá de nada si nos diluimos en el otro, si nos limitamos a ser solo “esponjas emocionales”.

Hay que saber leer las emociones, hay que descifrar gestos, matices, tonos de voz, pero debemos también mantener esa compostura sabia y firme con la que responder en consecuencia, siendo la mejor ayuda, el mejor facilitador.

Dos personas abrazadas

Cómo mejorar la empatía

  • Comparte tus sentimientos con otras personas.
  • Participa en un proyecto comunitario o voluntariado que te permita tener contacto con la vida de otras personas.
  • Practica la meditación de la bondad amorosa.
  • Intenta imaginarte en el lugar de las demás personas.

5. Habilidades sociales

Las habilidades sociales son el engranaje perfecto para nuestro desarrollo personal y profesional. Así, uno de los objetivos inscritos en esa ciencia excepcional que es la Inteligencia Emocional es concienciarnos de que debemos ser para nosotros mismos “la mejor ayuda” y no nuestros enemigos. Porque sí, a veces lo somos.
Somos nuestros propios enemigos cuando no somos asertivos, cuando no sabemos comunicar, cuando no nos respetamos a nosotros mismos, cuando nos falta paciencia, apertura, compasión, positividad… Todo esto y mucho más es lo que se contiene en esa caja de herramientas llamada “habilidades sociales” y que todos deberíamos dominar.

“La inteligencia emocional representa el 80 por ciento del éxito en la vida”.

-Daniel Goleman-

Cómo mejorar las habilidades sociales

  • Fíjate en las habilidades sociales de las demás personas.
  • Haz contacto visual al conversar.
  • Escucha de manera activa a los demás.
  • Demuestra interés en la vida de los otros.
  • Cuida tu lenguaje no verbal.
  • Haz preguntas abiertas en las conversaciones.

Para concluir, aunque en un principio estos cinco componentes de la Inteligencia Emocional nos puedan parecer áreas diferenciadas y con una serie de dinámicas exclusivas en las que aprender a ser solventes, cabe decir que no es del todo así. Son 5 piezas de un puzzle, son 5 raíces de un mismo árbol. Son arterias que dan vida a ese corazón que habita en nuestro cerebro y que nos permite, a fin de cuentas, sentirnos más competentes, más felices.


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