La Ley del Espejo, la regla “mágica” para solucionar nuestros problemas con los demás
La Ley del Espejo nos plantea que el origen de nuestros sentimientos negativos hacia alguien está en nuestro corazón y no en la otra persona. O sea, que lo que nos enseña esta ley es que los sentimientos tienen su origen en nuestro interior y es por eso que somos nosotros los responsables de manejar creencias, ideas y malos pensamientos hacia los demás.
Porque el enfado, habitualmente, es con uno mismo y no con el otro. Es decir, todo comienza y todo termina en el sí mismo, pues es la proyección la que juega con nuestra mente, como si nuestra realidad fuese un espejo que nos devolviese la imagen que estamos generando.
Yoshinori Noguchi recrea en su libro homónimo a esta ley, una bella historia, emocionante hasta las lágrimas, que nos brinda la posibilidad de asumir e integrar esta idea en la vida cotidiana. Este autor nos sitúa delante de un espejo para enfrentarnos con nuestro interior que es, en definitiva, el que determina todo lo que nos sucede en la vida. Así es que, como diría Jung, “lo que niegas, te somete y lo que aceptas, te transforma”.
¿Qué beneficios tiene utilizar la ley del espejo?
La mayor ventaja de esta técnica es su amplio abanico de perspectivas a la hora de hacer el ejercicio de introspección. Cuando se trata de proyección, la dirección de la misma no suele tener un solo foco, sino que se trata de varios “haces” separados desde la propia mente.
El mundo exterior actúa como un espejo, reflejando tanto nuestra luz como nuestra sombra, siendo un retrato de nuestro mundo interior.
Emplear la ley del espejo es posible en cualquier situación de irritación y molestia con los demás. A través de ella se ejercitan 4 factores:
- Autoconocimiento personal: si alguien despierta emociones desagradables en ti, es muy probable que la respuesta esté en tu propio interior. Con esta técnica se realiza la toma de consciencia acerca de estas respuestas.
- Encontrar el equilibro: una vez identificadas las causas de los sentimientos desagradables, el foco de la responsabilidad se divide entre los demás y uno mismo, de forma que el peso de las malas acciones se equilibra.
- Alcanzar la calma: encontrar respuestas a lo que desagrada, así como darle solución, siempre es motivo de alivio y serenidad.
- Iluminar lo inconsciente: las respuestas a estas emociones nunca están muy claras, es decir, forman parte de procesos inconscientes. Con esta técnica se puede tirar de ellos y sacarlos a la luz para analizarlos en detalle.
Lo que nos molesta de los demás es lo que nos negamos a nosotros
Debemos someter a examen lo que nos molesta de los demás. ¿Por qué nos incomodan los comentarios de nuestro hermano en las comidas familiares? ¿Por qué no somos capaces de razonar cuando tenemos a nuestra cuñada delante? ¿Qué nos impide aceptar el apoyo de los demás?
Para analizar esto es bueno que hagamos una lista con todas las cosas que nos molestan de las personas que nos rodean. Es muy probable que nos demos cuenta de que hay valores que nosotros también estemos menospreciando; es decir, probablemente nos demos cuenta de que hay cosas que nosotros también hacemos mal.
De alguna manera debemos plantearnos preguntas como: ¿por qué no reaccionamos ante una situación de la misma forma con todo el mundo? ¿Por qué un simple y seco “hola” nos irrita de unas personas y no nos provoca reacción alguna si lo pronuncian otras? La respuesta es simple: no guardamos lo mismo hacia unas personas que hacia otras.
Agradecer para encontrar el equilibro
Por eso, el siguiente paso es que hagamos una lista sobre aquello que tenemos que agradecer a esas personas que siempre nos incomodan Probablemente, algo habrá hecho por nosotros o por alguien a quien apreciamos.
Sabremos que nos hemos liberado cuando lo que tanto nos incomodaba del otro deje de molestarnos y la experiencia que nos generaba sufrimiento deja de repetirse.
No existen límites temporales para la realización de esta lista; es decir, tenemos que tomarnos el tiempo que haga falta para examinar cuántas de esas características que nos incomodan de la otra persona están también en nosotros. Cuando acabemos, está bien que realicemos otra lista exponiendo aquellas cuestiones sobre las que nos gustaría pedirle perdón.
Puede que nos cueste y que, al terminar, creamos que hemos generado una lista forzada de pequeños detalles sin importancia. Sin embargo, este costoso gesto nos servirá para darnos cuenta de que en alguna ocasión nuestra mirada ha sido hostil, que otras veces le hemos hablado en tono cortante o que hemos criticado a sus espaldas algo que no nos correspondía.
Perdonar a los demás y a tu persona
Perdonar es, probablemente, la parte más complicada de todo el proceso. Yoshinori Noguchi establece una serie de pasos para ello:
- Perdónate a ti: al final, la finalidad de explorar la propia mente a través de la introspección es aceptarte tal y como eres y vivir en armonía con tu propia presencia.
- Haz una lista con las personas a las que no podrías perdonar: esto ayuda a ser consciente de que hay individuos con los que tienes asuntos pendientes.
- Expresa tus sentimientos en un papel: el autor menciona a menudo la escritura, insistiendo en su utilidad para liberar emociones reprimidas.
- Busca los motivos que te llevan a no perdonar: mediante este ejercicio se entrena la empatía, lo que lleva también al alivio de la angustia.
- Escribe aquello que puedas agradecerle: como se decía antes, el agradecimiento te enseña a fortalecer el carácter y a pasar página.
- Utiliza afirmaciones simples para ayudarte en el proceso: por ejemplo, un sencillo “te perdono”.
- Finalmente, escribe sobre lo que has aprendido empleando la ley del espejo.
Exteriorízalo
El último y más valiente paso es ponernos en contacto con esa persona mediante una llamada, un mensaje o cara a cara. Le tendremos que dar las gracias por los motivos que hemos apuntado en la primera lista y, de seguido, pasaremos a pedirle perdón por las cosas que estén apuntadas en la segunda lista.
Este es un paso tan difícil que probablemente lo creamos inviable, más que nada porque sentimos que mantener la distancia es cuestión de salud mental. Sin embargo, debemos plantearnos si queremos eliminar ese dolor o nos compensa mantener el orgullo como forma de vida.
Si queremos superar esto y dar todo de nosotros para sanar el rencor, entonces el contacto debe ser directo. Sin embargo, si no lo contemplamos como opción, una forma menos radical es escribir una carta que no enviaremos, de tal forma que esto nos permita liberar el desencuentro emocional que albergamos en nuestra mochila.
Sea como sea, conocer la ley del espejo nos ayuda a ser precavidos y a procurar no alimentar el rencor y los malos sentimientos de ahora en adelante. No debemos olvidar que proyectamos lo que llevamos dentro, por lo que cada cosa que veamos en los otros, probablemente dirá más de nosotros mismos que de los demás.
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- Noguchi, Y. (2010). La ley del espejo. Comanegra.
- Vels, A. (1990). Los mecanismos de defensa bajo el punto de vista psicoanalítico. Agrupación de Grafoanalistas Consultivos de España. Bol, 6, 1-11.