La mentira, enemiga de la autoestima
Muchas son las formas de la mentira y muchas las justificaciones que podemos encontrar para usarla. Hay casi tantas como personas existen. Es útil, es muy útil. En ocasiones, la mentira nos quita de problemas, desvía la atención y libera nuestra mente. Es otra manera de gestionar una situación de la que no sabemos salir.
Sin embargo, es una medida a la que podemos llamar “cortoplacista”. El hecho de liberarnos en un momento de un apuro o de no querer dar las explicaciones pertinentes, a largo plazo, es una trampa teledirigida al centro de la autoestima. La mentira también tiene sus consecuencias tanto en la relaciones con los demás como con nosotros mismos.
“Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa.”
-Alfred Adler-
¿Por qué mentir?
La mentira es algo que puede resultar excitante. En ocasiones se convierten en travesuras adultas o placeres culpables de algo prohibido de lo que en un momento dado se saca beneficio. Se miente, se engaña… es algo que si no nos fuera útil y adaptativo, casi con seguridad habría desparecido. Los motivos entre otros pueden ser:
- La autoexigencia y el autoengaño
- Aparentar cumplir las expectativas del resto
- Deformar la realidad hasta ajustarla a lo que nos conviene o les conviene oír a los demás
- Evitar el castigo o la vergüenza
- Intentar aparentar
- Conseguir admiración
- No preocupar a nuestros allegados
- Tapar a un amigo que nos pide un favor
- Llamar la atención
En estos motivos, encontramos un punto común: el miedo. Ya sea a los demás, a la situación o incluso, a encontrarnos en realidad con nosotros mismos… el miedo se relaciona con la mentira.
¿Por qué no mentir?
En este punto tenemos claro que es un instrumento más, algo que nos saca de apuros y (des)enreda entuertos, pero no deja de ser un parche o un salto a la solución. La mentira nos proporciona alivio y libera ansiedad en el momento, pero no a largo plazo…
Pero pese a conocer las consecuencias, lo continuamos haciendo. Cuando un hombre quiere dar la imagen de control o de poder, o una mujer finge interés por los demás sin ser cierto, quedan presos y enganchados a un estilo de comunicación y relación concreta.
Esto, en la mayoría de los casos acarreará consecuencias variadas dentro del espectro de sensaciones y pensamientos personales, desde el examen de conciencia más profundo hasta el más frívolo. Entre otras:
- Culpabilidad
- Responsabilidad social
- Ansiedad
- Huida de la persona o la situación
- Valorar el tiempo que estamos perdiendo con esa mentira como “tiempo perdido”
A menos que cumpla los requisitos de mentira diplomática, estratégica, divertida o que no salga perjudicado un tercero, la realidad es que la mentira es algo que consume a aquel que la mantiene.
Muchos recursos personales son gastados en intentar tapar, esconder, gestionar situaciones y eventos o practicar el disimulo. Para la persona que lo esta haciendo y esta sintiéndose culpable por ello no es fácil, y tampoco lo es salir de ella.
“Yo omito, no miento”
“Yo omito, no miento”, “Yo filtro y selecciono información”… A aquellos que se escudan en estas famosas frases les conviene saber que hay dos formas de mentira básicas:
- Ocultar: en diversas ocasiones, se intenta tapar la conciencia diciéndonos a nosotros mismos que estamos omitiendo información y que no es lo mismo que inventarse una historia. Eso es cierto, no es lo mismo, pero a ojos de la psicología de la mentira, pertenece al mismo concepto de engaño.
- Inventar o falsear: en este caso, sí se modifica la información que damos. Se inventa o se da mal de forma deliberada. Este tipo de engaño es aquel que crece y crece en el momento en que la persona se ve acorralada y necesita seguir alimentando la falsedad. Sin embargo, esta es la que supone mayor esfuerzo para aquel que la pone en práctica. Necesita de memoria, agilidad mental y recursos dialécticos.
“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.”
-Alexander Pope-
Riesgos de la mentira
Como hemos dicho antes, la mentira es un misil al centro de la autoestima. La mentira es algo que supone una carga y un peso que lleva a la persona al camino de la angustia. Lo que en un principio es fácil y reforzante, porque obtenemos resultados beneficiosos, al final resulta algo difícil de manejar y gestionar ya no solo con nuestro entorno, sino con nosotros mismos.
La realidad se distorsiona y la persona que miente acaba perdida en aquella identidad falsa que fue construyendo a base de engaños y falsedades. Lo peor de esa situación es que deja de potenciar sus virtudes para beneficiar aquellos castillos en el aire cimentados en arenas movedizas.
“El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad.”
-Aristóteles-
Cuando la mentira se convierte en algo patológico, los psicólogos lo conocen como “pseudología fantástica”. Existe algún caso conocido, como la famosa Tania Head, que se presentó al mundo como una víctima de los atentados del 11 de Septiembre, llegando incluso a ser presidenta de la red de supervivientes del World Trade Center…
Todos mentimos alguna vez, por necesidad personal, por piedad, por emoción y riesgo, por amistad… La mentira es un recurso. Aún así existen dos límites que marcarán la conveniencia o no de usarla, y dependerán de las respuestas que encontremos a las siguientes preguntas, ¿me siento bien mintiendo? y por otra parte, ¿estoy haciendo daño a terceros? De cada uno depende hasta donde quiere o puede llegar.