La metáfora del vaso sucio: la suciedad es parte del proceso cambio
Las figuras retóricas son una gran ayuda para entender la compleja realidad que nos rodea. Hipérboles, anáforas, comparaciones o alegorías. Todas ellas útiles e ilustrativas. En este caso, le ha tocado el turno a una metáfora, que, sin duda, nos va a hacer reflexionar: la metáfora del vaso sucio.
Antes de proceder a desgranarla, os planteamos una pregunta que quizá nunca os hayáis hecho. ¿Cómo puede ser que algunos psicólogos defiendan que para “limpiarnos” por dentro tengamos que estar “sucios” durante un tiempo? ¡Te lo contamos!
Limpiar el vaso
Imagina que tener un vaso limpio y totalmente transparente fuera crucial para ti. Imagina también que ahora no estuviera en este estado, sino que, por el contrario, estuviera sucio. Querrías limpiarlo, quitarle esa suciedad. Sin embargo, durante ese proceso de limpieza pasa algo realmente curioso.
En el momento en el que echamos agua para limpiarlo, el vaso puede darnos la sensación de estar aún más sucio que al principio. El agua se pone turbia y puede proyectar la idea de estar manchando aún más el cristal.
Sin embargo, después de lavarlo, el vaso queda perfectamente limpio y transparente. Por tanto, la secuencia de la metáfora del vaso sucio es: suciedad, más suciedad y limpieza. ¿Te habías parado a pensarlo?
La suciedad es parte del proceso de cambio
Resulta una auténtica paradoja como, para poder conseguir un vaso limpio, en ocasiones haya que ensuciar más durante el proceso de limpieza. Pero esa suciedad es necesaria y tiene mucho valor; en el fondo ya existía, lo que has hecho es hacerla visible para poder terminar con ella.
De hecho, esta metáfora del vaso sucio es muy útil para explicar el proceso de cambio. Una transformación entendida como una etapa que a veces nos genera mucha confusión, dudas, tensión e incertidumbre. Es decir, que nos suscita sentimientos y emociones que nos “embarran” y que sacan a flote mucha “suciedad”. Pero que, al final, terminan marchándose si realizamos bien el proceso.
Paso 1: identificar la suciedad
Como en la propia limpieza del hogar, el primer paso es el más cuesta. Cuando decidimos limpiar el vaso, es que hemos apreciado previamente su suciedad. Siguiendo el paralelismo con nuestro propio proceso de cambio, sería el momento de echar un vistazo a nuestro interior. Es decir, sumergirnos en nosotros y valorar qué tenemos dentro que nos está haciendo daño.
Qué nos “mancha”, qué nos está “ensuciando” y qué no nos permite estar tranquilos y “limpios”. Requiere observación y reflexión. Una vez que tenemos claro qué queremos limpiar en nuestro interior, comienza el momento de ponernos en marcha. ¡Pasamos al centrifugado!
Paso 2: proceso de limpieza
Una vez que somos conscientes de que tenemos “suciedad” en nuestro interior, en forma de miedos, temores, emociones, situaciones o pensamientos que nos consumen y nos entorpecen día a día, es momento de decirles adiós. Empieza la limpieza de la metáfora del vaso sucio. Este proceso no suele ser rápido y, en ocasiones, tampoco sencillo. Cuando nos enfrentamos a elementos emocionales que han permanecido estancados en nuestro interior durante mucho tiempo, la tarea de deshacernos de ellos va a poner a prueba nuestra voluntad.
Ese proceso de reflexión, de introspección, de ser consciente de, suele estar repleto de incertidumbre. Por momentos, todo lo vemos negro, nos encontramos contaminados, sucios, manchados… Pero, aunque parezca mentira, ¡es una buena señal! Estamos frotando y quitando lo que tenemos incrustado. Es decir, el producto de limpieza está haciendo su trabajo.
A pesar de que durante ese tiempo, parece que los problemas incluso se hacen más grandes, son insalvables y nos van a perseguir para siempre, eso no está pasando. Estamos removiendo los restos de suciedad de las paredes de nuestro vaso, con el objetivo de que se vayan.
Paso 3: Aclarado
Una vez que tenemos nuestros problemas flotando en el agua tibia, es momento de enjuagarlos. Y para ello, es preciso valorar cómo “aclararlos” para que no vuelvan. Cada proceso de aclarado es igualmente único y exclusivo de cada persona. Algunas personas necesitan verter toda el agua al desagüe de una sola vez y rápido. Otras, por el contrario, pueden preferirlo hacerlo poco a poco y más lentamente.
Para terminar esta reflexión sobre la metáfora del vaso sucio puede ser muy conveniente que durante este proceso de limpieza busques la ayuda de un profesional. El terapeuta puede ser un compañero muy valioso en esta tarea tan desagradable, especialmente con aquella suciedad más incrustada.