La naturaleza me devuelve la alegría que el mundo me arrebata
Si estás triste deberías dar un simple paseo rodeado de la naturaleza. Si no se te pasa, camina el doble. No hay sobredosis cuando se disfruta de lo bueno, cuando el silencio de los árboles rompe la monotonía de las palabras que pronunciamos a diario.
A veces pensamos tanto, que pasamos inadvertidos ante nosotros mismos y eso sucede en mayor medida cuanto más alejados de la naturaleza estamos. Disfrutar de la naturaleza es una práctica que nos proporciona una sensación de libertad y bienestar.
Aunque te declares un fan de lo metropolitano y del ambiente enérgico que se vive en una gran urbe, quizás no te hayas parado a pensar que en la ciudad también hay pequeños islotes de naturaleza que te proporcionan energía sin que hayas reparado en ello.
Un simple árbol plantado junto a un portal o una luz cálida de camino al trabajo te proporcionan una serenidad difícilmente reemplazable por el efecto de un ansiolítico.
La naturaleza no está para darnos lecciones ni para reproducir fielmente todo lo que vemos en ella. La naturaleza es el marco artístico que delimita nuestra vida y obra como seres humanos. Un bien finito y también imprevisible, que debemos respetar y cuidar.
Los beneficios de la naturaleza en nuestra salud
El color verde evoca la naturaleza, la calma, la armonía. También se relaciona con el bienestar, porque los espacios naturales aumentan nuestro potencial de salud y de buen carácter.
En los entornos más verdes nos encontramos con que la gente es más generosa y más sociable. Encontramos fuertes lazos de vecindad social y un mayor sentido de comunidad, más confianza mutua y la voluntad de ayudar a los demás.
Esa es la conclusión de un equipo de científicos del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois. Los beneficios se han medido, objetivamente, con datos como los informes sobre delincuencia de la policía, los de análisis de la presión arterial, los del rendimiento en pruebas neurocognitivas o los de mediciones fisiológicas de funcionamiento del sistema inmunitario.
“En los árboles del huerto / hay un ruiseñor:
Canta de noche y de día / canta a la luna y al sol.Ronco de cantar / al huerto vendrá la niña / y una rosa cortará.
Entre las negras encinas / hay una fuente de piedra
y un cantarillo de barro / que nunca se llena.Por el encinar / con la luna blanca / ella volverá.”
-Antonio Machado-
Me gusta la naturaleza porque nunca me pide explicaciones
Nos pasamos media vida intentando dar explicaciones y la otra mitad lamentándonos porque parecen que no contentan a todo el mundo, ni tan siquiera a nosotros mismos. Buscamos sentido a lo inexplicable, alabamos a lo divino que consideramos superior a lo humano y huimos del dolor que forma parte de la propia vida.
No somos conscientes de que, a veces, la verdad solo reside en lo que vemos con nuestros propios ojos.
No hace falta imaginarse el paraíso, estamos rodeados de él. Desde un paisaje desértico a otro nevado, la magnificencia de la naturaleza es mucho mayor que lo que podamos llegar a imaginar. En ella suceden cosas increíbles y no piden ningún tipo de peaje ni sacrificio para que las contemples.
Es por ello que se llega a amar tanto la naturaleza, porque te acepta incondicionalmente , te exime de cualquier explicación que quieras darle y porque es divina pero accesible a la vez. No posee delirios de grandeza, ni cuestiona ni sanciona.
La naturaleza: el templo más sagrado que no respetamos ni valoramos
Muchos padres educan a sus hijos en centros con una disciplina férrea y un completísimo programa curricular. Pero no se transmiten los valores básicos de civismo y respeto hacia el mundo en el que vivimos. Observamos como desechan folios en blanco una y otra vez, como tiran todo tipo de basura en espacios verdes o playas.
Esta poca conciencia ecológica está provocando un daño que será difícilmente recuperable. Estamos en un sistema capitalista salvaje y tenemos el autoconvencimiento de que podemos reproducirnos como especie sin límite y que nuestras necesidades deben estar satisfechas porque “así lo merecemos”, sin pensar en las consecuencias.
No es un vaticinio catastrofista ni una profecía de Nostradamus, es el diagnóstico que cientos de estudios científicos arrojan en la actualidad: de no cambiar nuestra forma de tratar la naturaleza, si seguimos mostrando desprecio absoluto por los problemas de los ecosistemas, estaremos condenados al ecocidio y a intentar sobrevivir en otro planeta porque el que nos acoge lo hemos convertido en un medio incompatible con la vida.
Por ello debemos tomar conciencia y devolver a la naturaleza todo aquello que nunca debimos robarle, pues ella nunca nos ha exigido nada. Muy al contrario, la naturaleza siempre está dispuesta a devolvernos la alegría y el bienestar físico y psicológico que otra parte del mundo nos niega.
Luchemos por conservarla y para que nuestra relación con ella sea una fuente inagotable, no de recursos para explotarla; sino para mantener a salvo el mejor de los alivios para cualquier ser humano.