La necesidad de reconocimiento, pilar de la autoestima
Todos necesitamos ser reconocidos. No es una cuestión de orgullo, egoísmo o inmadurez. En absoluto, el ser humano, desde sus etapas más tempranas, necesita del respeto y el cariño de todos aquellos que le rodean, ahí donde queda implícito ese reconocimiento sincero hacia nuestra persona.
Se pone de manifiesto con este acto nuestro valor como seres humanos: como alguien que es querido y merece ser amado. Se reconocen nuestras virtudes y nuestras capacidades para avanzar y conseguir cosas. Para ser feliz con madurez e integridad. Bajo esta dimensión esencial se halla además la fuerza de esos vínculos de apego que nos dan confianza y que nos ayudan a crecer.
Nuestros padres, nuestra familia, son el primer círculo social encargado de darnos reconocimiento, respeto y cariño. Si tenemos este primer “sustrato”, tendremos también el privilegio de la autoestima. Esa con la que ir avanzando emocional y personalmente.
Más tarde, y a través de las relaciones sociales, obtendremos también reconocimiento de amigos y parejas. No obstante, cuidado, al igual que aceptamos recibirlo, también es esencial saber ofrecer reconocimiento a los demás: “yo te valoro como persona, te aprecio y creo en ti. Sé de lo que eres capaz y te respeto por ello. Eres parte de mi vida”. Ahondemos en el concepto del reconocimiento.
“El éxito no viene del reconocimiento ajeno, sino de lo que sembraste con amor”
-Paulo Coelho-
El reconocimiento vale más que el dinero
Para entender la trascendencia que tiene el reconocimiento en el ser humano, vale la pena recordar la jerarquía de necesidades de Abraham Maslow. Así, una vez que la persona tiene cubiertos los tres primeros niveles de la pirámide (fisiológicas, de alimentación y filiación) llega el cuarto nivel.
Maslow define este cuarto escalón como la capacidad de sentirnos bien con el propio autoconcepto. Y lo hacemos gracias al modo en el que nos tratan los demás.
Maslow propuso la existencia de dos tipos de necesidades de reconocimiento: una inferior que incluiría la necesidad de respeto, amor y dignidad de parte de los demás e, incluso, el deseo de fama o estatus. Y otra superior, basada en la necesidad de respeto hacia nosotros mismos, la cual está directamente relacionada con la autoestima y la autoconfianza.
De esta forma, si yo percibo que mi entorno más íntimo y cercano me valora, creceré con mayor seguridad. Si mis maestros, mis compañeros y jefes del trabajo aprecian lo que soy y lo que hago, estaré usando ese valioso reconocimiento para fortalecer mi autoconcepto y mi autoestima.
Un ejemplo de esta relación lo podemos ver en un estudio que se realizó en la Universidad de Stanford para averiguar de qué factores dependía el rendimiento y la felicidad de los trabajadores en las empresas. Por curioso que resulte, el reconocimiento era más apreciado incluso que el propio salario.
El reconocimiento y la autoestima
El niño que crece en un entorno seguro y con un apego saludable, madurará con mayor fortaleza y bienestar psicológico. Alguien que es amado desde el inicio de su vida, se siente merecedor de ese afecto. Aún más, si mi entorno me aprecia entiendo a su vez que también yo debo respetarme, quererme, valorarme…
Ahora bien, en ocasiones, como bien sabemos, no se da esta regla de tres. A veces crecemos en escenarios faltos de aprecio y validación emocional. Es entonces cuando caemos en el error de pensar que no merecemos determinadas cosas. Esa herida, la del desafecto y la falta de reconocimiento crea estragos.
Por ello es importante recordar ese vínculo que hay entre el reconocimiento y la autoestima.
1. El reconocimiento nos recuerda que merecemos respeto
Imprescindible. Si uno mismo no se valora y se reconoce a sí mismo como persona capaz e importante, no tenemos nada. El amor siempre empieza por la propia persona. Si yo me valoro y soy capaz de ver todas mis virtudes y mi derecho a ser feliz, seré capaz casi de cualquier cosa. Sobre todo de aportarme integridad a mí mismo.
2. Me ofrece autoconfianza
Cuando alguien de mi entorno (al que yo considero importante) reconoce mis valías, progresos y grandezas, adquiero autoconfianza. Y lo hago porque me doy cuenta de que estoy haciendo las cosas bien. Lo hago porque mi persona y mi comportamiento genera bienestar y beneficio mutuo.
3. Aprendo a tener control sobre mí mismo
Imaginemos a un niño que es constantemente sancionado. No importa que haga las cosas bien o mal, lo único que recibe son reproches y críticas. Llegará un momento que no podrá regular su conducta porque no sabrá cómo actuar para hacer las cosas de manera correcta.
Las personas también necesitamos reconocimiento para sentirnos capaces de hacer cosas por nosotros mismos. En cuanto percibo que tengo potencial tomo el control en la dirección adecuada.
4. El reconocimiento me hace crecer
Cuando te aprecia tu familia, cuando tus amigos y pareja te valoran y tu entorno laboral reconoce tu valía, todo cambia. La autoestima florece y ya no miras del mundo desde la carencia, sino de la posibilidad. Te sientes bien contigo mismo y mejora la visión que tienes de ti mismo. Dejas de compararte, dejas de sentirte inseguro y empiezas a creer con mayor seguridad.
Nunca pienses que los demás son más válidos que tú, o será el momento en que empieces a levantar muros alrededor de tu vida. No caigas en ese error.
Por otro lado, y en caso de que no tuvieras o tengas este regalo, el del reconocimiento de todo tu entorno, es necesario que hagas lo siguiente: e scudriña en tu interior, busca las fuerzas que todos tenemos y abrázate al salvavidas de ese autorreconocimiento, ese que te dice que eres una persona valiente. Que mereces lo mejor y que el amor siempre empieza en uno mismo.
La necesidad de un reconocimiento saludable
Como puedes ver, hemos estado hablando de un reconocimiento esencial que vertebra el concepto de la autoestima. Aunque también hemos de hacer un pequeño matiz. Seguro que conoces a una o varias personas que buscan siempre el reconocimiento de los demás.
Son personas que esperan que se valore sus acciones, sus palabras, sus comportamientos, sus actitudes e incluso su físico. Cuando estas necesidades se vuelven casi obsesivas estaríamos hablando de un reconocimiento poco saludable. Ese que busca en el exterior lo que no encuentra en el interior.
Es decir, tal y como te hemos señalado anteriormente, es primordial que el reconocimiento parta también de la propia fuerza interior. No hace falta que los demás reconozcan que soy una persona íntegra y valiente. No necesito a cada instante y a cada hora que me digan lo bien que hago las cosas. Yo también lo sé, porque lo he aprendido.
Bien es cierto que todos necesitamos que amigos, familia y pareja nos ofrezcan reconocimiento. Pero no de modo obsesivo y continuo. Porque entonces, lo que estaré mostrando es una clara inseguridad en mi persona. Y entonces, un pilar de mi autoestima se estará rompiendo.
El reconocimiento es vital para el ser humano. Nos ayuda a crecer con seguridad. Pero también es primordial que lo ejercitemos en nuestro interior, consiguiendo que se alce como una locomotora interna capaz de darnos confianza, fuerza y estabilidad.
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