La pobreza cambia nuestro cerebro
En los últimos 50 años, gran parte de la investigación sobre el cerebro ha ido dedicada a estudiar los efectos que tiene un ambiente enriquecido. Así, se ha encontrado que la mayor estimulación social e intelectual produce cambios estructurales y funcionales en el cerebro.
Frente a esto, recientemente, se ha comenzado a investigar qué ocurre en el caso contrario. De esta forma, se ha observado que la falta de recursos o la pobreza también cambia nuestro cerebro.
Los primeros estudios se centraron en ver cómo las diferencias socioeconómicas se reflejaban en el comportamiento y en la cognición. Otros se focalizaron en localizar redes, funciones y estructuras cerebrales diferentes según los niveles socioeconómicos. A pesar de ello, hoy en día aún se desconoce con precisión cómo se producen estas diferencias.
No obstante, ya hay suficientes evidencias para afirmar que la pobreza cambia nuestro cerebro, y algunos mecanismos han sido propuestos.
Efecto en el cerebro en desarrollo
Estos hallazgos se han encontrado principalmente en la población infantil, debido a que el cerebro en desarrollo es más sensible a los factores externos.
El desarrollo cerebral está conducido por factores ambientales, además de genéticos. Por ello, el nivel socioeconómico puede influir en este período.
Así, se ha encontrado que la carga genética sobre el desarrollo de la estructura cerebral y cognición es más alta en personas de alto nivel socioeconómico. Por tanto, en aquellos de bajo nivel, podrían tener un peso mayor las características del entorno.
Hallazgos
El lenguaje es una de las capacidades más relacionadas con el nivel socioeconómico en la infancia. La investigación al respecto ha visto como los niños con menor nivel socioeconómico muestran menor especialización de las áreas cerebrales implicadas en el lenguaje, así como una relación entre pobreza y volumen de las mismas.
En cuanto a la memoria, los niños más pobres presentan un hipocampo más pequeño. Este efecto además se mantiene hasta 5 décadas después, independientemente de las condiciones socioeconómicas en la adultez.
Por otro lado, la amígdala es una estructura cerebral relacionada con el procesamiento emocional, aprendizaje y motivación. En este sentido, los niños rodeados de mayor pobreza presentan un menor tamaño y una activación alterada de esta área, lo que se traduce en una peor regulación emocional.
También en las funciones ejecutivas (procesos cognitivos más complejos como la toma de decisiones o la planificación), la falta de estimulación y de recursos produce alteraciones y déficit.
Al igual que en los procesos anteriores, los niveles socioeconómicos más bajos están relacionados con un peor rendimiento ejecutivo y un menor volumen en las áreas cerebrales implicadas.
Efectos en adultos
La mayor parte de los efectos de la pobreza encontrados en adultos se deben a un menor nivel socioeconómico cuando eran niños. Sin embargo, se pueden encontrar también algunos efectos independientemente de la infancia que vivieran.
Por ejemplo, un interesante estudio publicado en Science encontró que la “simple” preocupación económica afecta al rendimiento cognitivo, de manera concreta a las funciones ejecutivas.
En la investigación, hicieron una división en dos grupos en base a un solo criterios: la dificultad con las operaciones aritméticas. En el siguiente paso, a las personas de cada grupo se les planteó una situación de mayor o menor preocupación económica.
Para la condición fácil, ambos grupos tuvieron resultados similares. En cambio, en la condición difícil, las personas con una mayor preocupación económica por disponer de menos dinero obtuvieron peores resultados. Esto es, mostraron peor capacidad para inhibir respuestas inadecuadas y seleccionar las correspondientes y mantener información relevante.
Mecanismos
Aunque no se conocen con precisión los mecanismos que operan por debajo para que la pobreza cambie nuestro cerebro, los posibles candidatos a formar la lista son varios. Estos factores actuarían de forma conjunta, sumando en negativo el efecto de cada uno.
- Falta de recursos. La limitación de recursos, como pueden ser libros, juguetes o de oportunidades educativas afecta indudablemente a la cantidad y calidad de estimulación que se recibe.
- Nutrición. Especialmente en el neurodesarrollo, los nutrientes tienen un papel fundamental sobre nuestro cerebro. Así, la falta de vitamina B12, omega-3, zinc o hierro están muy implicadas en el desarrollo cerebral modulando la plasticidad, la expresión genética, y regulando la producción y la calidad de las redes neuronales.
- Estrés. Tanto niños como adultos en situación de pobreza sufren los efectos del estrés. La exposición a ambientes empobrecidos está relacionada con una mayor producción de cortisol, la cual tiene efectos devastadores cuando se produce de forma prolongada en el tiempo.
- Toxicidad ambiental. Las personas de menor nivel socioeconómico suelen vivir en zonas que tienen una mayor toxicidad en el ambiente. Por ejemplo, barrios en las afueras, cercanos a fábricas y, por lo tanto, con mayor contaminación.
De una forma o de otra, combatir la pobreza no parece solo una cuestión de salud. Vemos que esta variable, como generadora de un contexto con unas circunstancias muy particulares, puede ser un obstáculo para nuestro funcionamiento cognitivo.
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