La somatización de emociones en las personas dependientes
Si alguna vez has sufrido ansiedad, es probable que sepas a qué se refiere el concepto de somatización de emociones. Nuestro cuerpo empieza a manifestar una serie de síntomas que parecen no tener ninguna causa aparente. Algunos ejemplos son notar algo obstruyéndonos la garganta, la aparición de un sarpullido en la piel o problemas digestivos. Hoy descubriremos que la somatización de emociones en las personas dependientes, además de ser habitual, es incluso más potente de lo normal.
El gran problema que surge cuando somatizamos emociones es la incapacidad para relacionar aquello que estamos sintiendo con lo que se está manifestando en nuestro cuerpo. Tendemos a justificar que ese dolor de barriga es porque hemos comido algo que no estaba en buen estado. Incluso, consideramos que esos eccemas son producto de una reacción alérgica. Y en ocasiones, puede que sea así, pero si sufrimos ansiedad y nos encontramos en una relación de dependencia, lo más probable es que nuestros síntomas signifiquen algo más.
Para entender mejor cómo actúa la somatización de emociones en las personas dependientes contaremos la historia de Rebeca (nombre ficticio). Con este personaje, nos adentraremos en una relación de apego insano. En ella podremos ver cómo la sintomatología le está indicando que tiene que salir de esa relación.
Las patologías de Rebeca
Rebeca llevaba con su pareja 3 años, aunque la relación no iba nada bien. Su pareja siempre estaba jugando con videojuegos y quería estar todo el tiempo en casa. Ella, por su parte, deseaba salir más y hacer otro tipo de actividades. No obstante, existían muchos más aspectos que indicaban que no congeniaban, pero Rebeca había entrado en esta relación por miedo a estar sola, y no la iba a dejar ir tan fácilmente.
Además, Rebeca tenía muchas diferencias con la madre de su novio. La mujer había sido madre soltera y estaba muy apegada a su hijo. Las llamadas constantes e incluso fingir que estaba mal para tener la atención de su descendiente eran algo común y que generaba discusiones. Rebeca protestaba, se enfadaba, pero al final todo volvía a ser como siempre.
Durante ese tercer año recién cumplido de noviazgo, a Rebeca le empezó a pasar algo extraño. A veces, en las situaciones más inesperadas, sufría una reacción alérgica en el rostro. En algunas ocasiones, el sarpullido le salió manteniendo relaciones con su pareja. Al principio, Rebeca no le dio importancia. Ella se tomaba sus antihistamínicos y seguía con su vida.
Este es un claro ejemplo de emociones que se manifiestan en el cuerpo. De hecho, como decíamos al comienzo del artículo, la somatización de emociones en las personas dependientes es un claro indicativo de que algo no está bien. Además, el cuerpo, a medida que los síntomas se vayan ignorando, irá probando con otro tipo de problemas (digestivos, dolores, dermatitis) hasta que la persona se dé cuenta de lo que le sucede y tome acción para cambiarlo.
El momento en que todo empeoró
Un día, en una cena con unos amigos de la madre de su pareja, empezó a resultarle difícil hablar. Parecía que su garganta se cerraba. Rebeca se controló, pero a partir de ese día ese momento volvió a repetirse en otras situaciones. Cuando fue al médico le dijeron que tenía un “bolo histérico“.
Rebeca, al igual que en el caso del sarpullido, no le dio mayor importancia. Ignoró el hecho de que empezase a sufrir parálisis del sueño, dolores de cabeza muy intensos y náuseas. Además de unos fuertes dolores de barriga antes de quedar con su pareja.
Una vez en la que se enfadó con su pareja por algo relacionado con la madre, pasó un día sin saber nada de ella. De hecho, cuando la llamó no le cogía el teléfono, no daba señales de vida. Rebeca se puso en lo peor, pensaba que su pareja quería dejarla. De repente, comenzó a sentir un dolor de cabeza insoportable, se le quitaron las ganas de comer y le bajó la tensión. No podía levantarse del sofá porque se mareaba. Cuando su pareja la llamó, toda esta sintomatología se redujo hasta tal punto que se olvidó de ella.
La relación de dependencia
Rebeca no se daba cuenta de que ya no quería estar con su pareja. Siempre le recriminaba que tuviese que estar a una determinada hora en casa para jugar a sus videojuegos y que no le pusiera límites a su madre… Estaba harta de soportar la misma situación. Es más, estaba enfadada con ella misma porque al principio no decía nada, estaba cegada, y ahora todo le molestaba.
En su interior, quería terminar con la relación porque la agotaba. Pero no era capaz, tenía un gran miedo a estar sola. Su incapacidad para tomar una decisión coherente se manifestaba en su cuerpo. No estaba en una relación que la hiciese sentir bien. Al final Rebeca dejó la relación, pero ya tenía a otra persona en mente para evitar estar sola. Al cabo de un tiempo, volvieron a manifestarse los mismos síntomas, pero multiplicados por 100. El ciclo se repetía de nuevo y la sintomatología empeoraba.
Como vemos, si el problema que ha llevado a la somatización no se resuelve, volverá a aparecer en otras circunstancias y con otras personas. La somatización de emociones en las personas dependientes es un aviso de que deben profundizar en lo que se lleva arrastrando e ignorando desde hace demasiado tiempo.
La somatización de emociones en las personas dependientes puede llegar a ser muy grave y provocar ataques de pánico, malestares físicos muy serios, y una gran infelicidad. Quienes sufren dependencia no se dan cuenta de lo que les ocurre. Sin embargo, si se detuviesen a escucharse, sabrían que desean salir de la situación en la que se encuentran.
Lo que nosotros pretendemos con esta historia no es solo aprender a identificar lo que intentan decir las señales en el cuerpo de los demás, sino reconocerlas en nosotros mismos para así decidirnos a actuar. Si crees que tu cuerpo te está mandando un mensaje, trata de escucharlo. Por lo general, acabarás descubriendo algo realmente valioso.