La sombra psicológica tras el fenómeno K-pop
Son jóvenes, atractivos, lideran las listas de su país de origen y arrasan en occidente. El fenómeno K-pop y sus integrantes rivalizan con figuras como Selena Gómez o Justin Bieber. Hablar de grupos como BTS, Blackpink y Twice es hacer referencia a ese epicentro de la música surcoreana que rompe esquemas, que aglutina millones de seguidores y que esconde tras de sí una sombra algo alargada.
La razón por la que llevamos varios años siendo testigos de este acontecimiento sin precedentes mientras el pop japonés, por ejemplo, queda en un discreto segundo plano, viene explicado por varios factores. El principal es que nos encontramos ante una industria orientada en exclusiva a fabricar hornadas de estrellas y sacar millones de estos chicos y chicas que no conocen ya otra forma de vida.
Un ejemplo, a finales del 2020, Big Hit Entertainment, la empresa detrás del grupo BTS hizo su desembarco en el mundo de la bolsa. Tras coronar la cima del Billboard y convertirse en el primer grupo desde Los Beatles en alcanzar el número 1 en EEUU con diversos discos, triunfan ahora en el campo bursátil.
Ahora bien, más allá del indudable éxito musical y financiero, se esconde en buena parte de los casos, un drama silenciado. Corea del Sur no deja de ser un país en el cual, los problemas de salud mental son un estigma. La infelicidad, la angustia y la desesperación son gritos que uno debe guardarse para sí mismo…
“La tristeza que me ha ido carcomiendo por dentro ya me ha devorado y no he podido superarla. Es increíble lo mucho que duele. Nadie está tan atormentado ni debilitado que yo”.
-Nota de suicidio del cantante Jonghyun-
Fenómeno K-pop y suicidio: ¿qué esconde la industria musical surcoreana?
Kim Jonghyun tenía 27 años cuando decidió quitarse la vida en diciembre del 2017. Explicaba en su carta de suicidio que la tristeza lo había consumido y que nadie, absolutamente nadie, estaba tan debilitado como él. Pero en realidad, el caso del integrante de SHINnee no es, ni mucho menos, él único. Desde el 2005, han sido muchas las figuras del K-pop que han sentido exactamente lo mismo y que han tomado la misma dramática decisión.
Ahora bien, cabe señalar que en estos últimos 16 años ha habido más de 25 suicidios tanto en mundo de la música como del cine en este país. Lo más grave de estos hechos es que, según revela un estudio de la Universidad de Ulsan (Seúl), tras la pérdida de alguna de estas celebridades, se sucede una oleada de suicidios entre la población a lo largo de las siguientes 9 semanas. Es lo que se conoce como efecto Werther.
El grado de cobertura mediática de estos suicidios suele tener un gran impacto entre la población, sobre todo entre los jóvenes menores de 25 años. No obstante, la razón de los suicidios no responde a la pérdida de ese personaje famoso: es solo el desencadenante. La salud mental es la gran descuidada en una sociedad definida por una presión en el área académica y laboral, la adicción a Internet y la baja calidad en las relaciones sociales.
Ahora bien, más allá de esta problemática social, nos interesa en esta ocasión el área relativa al fenómeno K-pop. ¿Qué explica estas pérdidas entre unos jóvenes que, en apariencia, lo tienen todo? Lo analizamos.
Fábrica de estrellas bajo disciplina militar
El fenómeno K-pop es algo más que la industria más rentable para producir unas cantidades desorbitadas de dinero. Es también, la imagen de un país, el reflejo de Corea del Sur. Estos grupos musicales han abierto a occidente sus puertas, los han cautivado con sus coreografías, sus músicas pegadizas, con la imagen de los artistas y todo usando el coreano en buena parte de sus canciones.
El k-pop representa la propia Corea del Sur y tal producto de marketing tiene detrás un trabajo milimétricamente estudiado. Todos los artistas son captados en su adolescencia y sometidos a un aprendizaje y entrenamiento puramente militar. Aprenden a cantar, a bailar, aprenden el inglés y en ocasiones, hasta son sometidos a intervenciones de cirugía estética para mejorar aún más su imagen.
Una vez entran en este mundo, ya no tienen acceso a otro tipo de vida. Una vez logran el éxito y conquistan sus sueños, son conscientes de que ya no van a salir de ese universo similar a una secta donde nada, nada queda al azar.
La imagen lo es todo
El fenómeno K-pop, más allá de sus canciones, coreografías y pegadizas músicas, atrae por la apariencia de sus artistas. Muchos de estos jóvenes son además la imagen de grandes marcas como Chanel con quienes firman millonarios contratos. Trajes espectaculares, cuerpos perfectos, rostros dignos de cualquier serie de animé y la obligación persistente de mostrarse impecables.
Tras esa perfección imposible hay horas de gimnasio, dietas estrictas, competitividad entre ellos y agotamiento. El agotamiento emocional y psicológico por esa presión es inmensa. Asimismo, tampoco podemos dejar de lado la sexualización a la que están sometidos, en especial ellas.
No importa que muchos de estos grupos deseen simbolizar el empoderamiento femenino. En buena parte de los casos, no dejan de ser jóvenes prefabricadas para el mundo de la industria musical.
El fenómeno K-pop y las redes sociales
Si detrás del fenómeno K-pop hay toda una arquitectura de marketing orientada a crear estrellas mediáticas, el fenómeno fan asociado a estos grupos presenta una organización igual de sólida y poderosa. Los fandoms se cuentan por millones, tanto en oriente como en occidente y en ocasiones, pueden convertirse en el peor enemigo de estas celebridades.
El ciberacoso es una de las mayores preocupaciones de las compañías musicales. El escrutinio público es enorme y a menudo, devastador. Es conocido, por ejemplo, el caso de Sulli, cantante, actriz, bailarina y modelo surcoreana que tras empezar su carrera con 11 años, terminó quitándose la vida con 25 al no poder soportar el acoso mediático.
La dictadura del triunfo y salud mental, un tema tabú
Todas las estrellas que conforman el fenómeno K-pop tienen un solo objetivo: vender música, ser la imagen de Corea del Sur y posicionarse en el mundo de los medios. En la dictadura del éxito no importa nada más, ni el estrés por la presión, ni la sensación de soledad, ni la tristeza, ni la angustia de una industria que deshumaniza y donde solo importa conquistar más y más mercados.
Callar la tristeza, esconder la depresión y no compartir con nadie el tabú de la infelicidad es algo que trasciende al K-pop. Es algo cultural y tradicional. Para finalizar solo cabe una sencilla reflexión… ¿Qué pueden pensar los adolescentes surcoreanos si ven que sus referentes musicales optan por quitarse la vida a pesar de «tenerlo todo»?
Ninguna sociedad puede llamarse a sí misma avanzada si descuida, calla y esconde los problemas de salud mental. Tengámoslo presente.
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- Hahn Yi, Jeongeun Hwang, Hyun-Jin Bae & Namkug Kim (2019): Age and sex subgroups vulnerable to copycat suicide: evaluation of nationwide data in South Korea, Scientific Reports.