Las catástrofes que imaginas quizás nunca sucedan
Las catástrofes mentales son solo el resultado de una mente fantasiosa. El ser humano tiene una capacidad asombrosa para imaginar y esto en cierto modo es adaptativo y beneficioso, pues nos ha ayudado en la creación de ideas ingeniosas para resolver problemas, así como en la creación de inventos, historias, obras de arte…
Nuestra mente es un espacio donde no paran de aparecer ideas, pensamientos y evaluaciones, ya sean sobre nosotros mismos, sobre los demás o sobre el mundo en general. A veces estas ideas están adaptadas a lo que existe en realidad, es decir, al mundo y a la vida tal y como es y otras veces están distorsionadas.
Como si nos pusiésemos unas gafas con los cristales sucios o empañados, a veces interpretamos la información externa conforme a nuestras creencias y valores, conforme a lo que hemos ido aprendiendo en las experiencias de nuestra historia personal.
Esta tendencia a la fantasía y a la irrealidad, presente de manera innata en todos los seres humanos, trae casi siempre consecuencias emocionales y conductuales perjudiciales.
Una mente llena de catástrofes
Un ejemplo muy común de estas distorsiones de realidad lo podemos ver en los trastornos de ansiedad. Padecemos ansiedad anticipatoria porque en nuestra mente aparece la idea de una posible amenaza futura. Así, nos alteramos emocionalmente, bloqueando nuestro flujo de pensamiento -que entra en bucle- y paralizando nuestra creatividad.
Las personas que padecen ansiedad continuamente han aprendido que el mundo es un lugar peligroso y que hay que estar preocupado. Por lo tanto, es necesario estar alerta por si acaso aparecen esas amenazas, que fácilmente pueden derivar en catástrofes.
Piensan que, mágicamente, preocupándose se van a librar de eso terrible que puede suceder, como si un pensamiento pudiese liberarnos de los hechos reales.
Los pensamientos no dejan de ser ideas, imágenes mentales, palabras, diálogos internos, pero no son realidades. Preocuparte en exceso por algo que seguramente no ocurra es absurdo y consume demasiadas energías.
Esta forma tan negra de anunciar el futuro se llama catastrofismo. Es un sesgo o error cognitivo porque estamos fallando a la hora de interpretar el mundo. Lo cierto es que estos momentos estamos creyendo más a nuestras ideas, miedo e inseguridades que a las ideas que nos llegan a través de nuestros sentidos.
La preocupación mágica
Seguro que ahora mismo tienes alguna preocupación en mente, todos tenemos en menor o mayor medida. Quizás sepas manejarla y no te provoque gran ansiedad. Entonces es una preocupación sana, ya que te mueve a buscar soluciones a un problema futuro y a intentar afrontarlo de la forma más lógica.
Si tus preocupaciones se están apoderando de ti, es conveniente que frenes a esa mente viajera y le digas ¡chica, vuelve al presente, que es lo único que existe!
Cuando nos preocupamos en exceso tendemos a estar muy alterados. Es normal, estamos creyendo que se nos avecina una catástrofe y que no saldremos vivos de ella… ¿Cómo no vamos a estar nerviosos? Pero en realidad, no se avecina absolutamente nada. Como hemos comentado antes, hay que reducir esa capacidad fantasiosa que tenemos y darse cuenta de que las catástrofes que anticipas están solo en tu mente, pero no en la realidad.
Te preocupas muchísimo por eso tan malo que va a llegar y ves que al final no llega, pero lo peor de todo es que crees que no ha llegado porque te has preocupado ¡esta si que es buena!
De esta forma refuerzas tu preocupación y en el próximo problema o adversidad, la volverás a emplear, aunque te quite el sueño… ¡crees que ella te ha salvado! ¡preocuparse es mágico, nos salva de los problemas!
Te pones el parche antes de que te salga el grano
No, la preocupación no es mágica ni ayuda a solventar problemas. Eso es absurdo, piénsalo, ¿cómo un pensamiento puede resolver un problema terrenal? Lo que nos ayuda a afrontar las adversidades vitales son las acciones que emprendemos para ello. Por otro lado, tampoco podremos solucionar todos los problemas porque existen determinados factores que por definición escapan a nuestro control.
Si estás cansado de preocuparte, aunque creas que te ayuda, estaría bien que empezases a pensar de manera realista, a limpiar los cristales de tus gafas catastrofistas y a amueblarte la cabeza como la de un científico.
Veamos: crees que es muy probable que te ocurra algo (estar enfermo, que se caiga tu avión, que te abandone tu pareja…) pero no tienes suficientes datos para pensar así. ¿Por qué piensas entonces que es probable? Coge papel y lápiz e intenta hacer un cálculo de probabilidades realista sobre aquello que temes y luego piensa sobre ello.
No te pongas el parche antes de que te salga el grano…si no hay pruebas suficientes y contundentes que digan que eso terrible va a pasar, olvídate de ello.
Si al final encuentras pruebas y sigues pensando que es muy probable, piensa que la peor consecuencia de que se materialice la amenaza en el fondo no es tan trágica. Vuelve a coger tu papel y lápiz y anota auténticas catástrofes mundiales y luego piensa si lo tuyo es tan grave como te estás diciendo. Asume el peor escenario posible de lo que te está pasando, lo soportarás.
Por último, sé práctico. Anota cada una de tus preocupaciones diarias, esas que son improbables y no muy graves y luego reflexiona si tienes control o no sobre ellas. Si no lo tienes, deja de perder tu valioso tiempo, pero si lo tienes, ingenia soluciones utilizando tu imaginación.