Las heridas del hiper-romanticismo
¿Quién no ha deseado alguna vez sentirse como una princesa? ¿Quién no ha sentido que se desangraba cuando un amor lo ha abandonado? ¿Quién no ha necesitado que llegara ese príncipe azul que nunca llega?
El ser humano posee un arma de doble filo llamada fantasía. Gracias a la fantasía, hemos sido capaces de hacer descubrimientos, crear maravillosas historias, canciones, etc…
Pero muchas veces caemos en el error de creernos ciertas ideas imaginarias y darlas por sentadas como si fueran totalmente ciertas y reales, cuando nunca ha sido así y nunca lo será.
La fantasía está genial para los cuentos de hadas, pero evidentemente, la vida real está muy lejos de parecerse a un cuento y tampoco necesitamos que lo sea.
El amor y la fantasía
Hoy en día, tenemos un problema con el tema del amor. Nos hemos creído que encontrar el amor de pareja es uno de los objetivos más importantes de nuestra vida porque sin este amor, no podremos llegar nunca a ser personas felices.
Hemos asociado la felicidad al amor romántico, el amor “verdadero”, al “sin ti no soy nada”
La sociedad y la cultura nos dicen que sin nuestra media naranja, seremos seres incompletos, unos desgraciados, condenados a la infelicidad y a la soledad. Y el problema es que hemos comprado estas ideas y por eso sufrimos tanto por amor.
Es tan intenso nuestro miedo a quedarnos solos, a no tener a una persona a nuestro lado que nos ame incondicionalmente, al igual que nosotros a ella, que caemos en ciertas conductas irracionales y perjudiciales para nosotros mismos y también para nuestra pareja.
En nombre del amor somos capaces de abandonarnos a nosotros mismos, de faltarnos al respeto, de llevar a cabos actos que atentan contra nuestra dignidad y de perder nuestra libertad individual, nuestros gustos, nuestros sueños…
¿De dónde vienen las ideas hiper-románticas?
Si nos ponemos a recordar ciertas películas o ciertos libros, nos daremos cuenta cómo los enamorados eran capaces hasta de sacrificar su propia vida por amor, como si fuese la única fuente de gratificación existente de la cual no podemos prescindir.
Desde que somos muy pequeños, hemos visto como las princesas esperaban ansiosas que viniera el príncipe azul a rescatarlas de una vida un tanto desgraciada.
Si ese príncipe no llegaba nunca, ellas no podrían disfrutar de la vida bajo ningún concepto. Esto nos insufló la perjudicial idea de dependencia hacia el otro.
En las canciones tenemos otro ejemplo muy claro. Casi todas las canciones hablan del amor romántico y dicen algo así como: “devuélveme la vida”, “sin ti yo muero”, “si tú te vas me falta el aire”, etc…
No niego que sean canciones preciosas de las cuales se puede disfrutar, pero insisto, la fantasía debe de tener un límite.
“Te amo porque quiero amarte, porque te he elegido y me gusta estar a tu lado; no porque seas imprescindible para mi felicidad. No te necesito, te prefiero…”
-Walter Riso-
No somos ni príncipes ni princesas y no estamos en ningún cuento. Esto es la vida real y si queremos ser felices debemos ceñirnos a lo que hay.
El amor no es más que un conjunto de reacciones químicas que un día, nos guste o no, dejan de producirse. Y esto no es ni bueno ni malo, si no normal.
Los sentimientos no duran para siempre, no son eternos como dicen las canciones. La figura del amor para siempre, irrompible y perfecto no existe y si nos obcecamos en que debemos vivir un cuento, sufriremos muchísimo el día que surja alguna grieta en nuestra relación.
Comulgando con estas ideas, tenemos muchas probabilidades de caer en la dependencia emocional, los celos irracionales y la depresión el día en que seamos abandonados.
Nuestra mente nos está diciendo que necesitamos a alguien para ser felices. No sabemos separar el deseo de la necesidad y por culpa de esto, pasan dos cosas muy malas:
- Sufriremos mucha ansiedad buscando y buscando a ese alguien que nos tiene que “sacar del pozo”; lo que nos conducirá a múltiples decepciones y fracasos, sintiéndonos entonces como unos desgraciados.
- Cuando ya hemos encontrado a ese alguien, estaremos siempre muy angustiados por la posibilidad de perderlo, por lo que tampoco seremos capaces de disfrutar de esa relación.
¿Cómo deberíamos actuar entonces?
Se hace necesario concienciarse de que nadie necesita a nadie para estar bien. Las parejas maduras, duraderas y sanas no se dicen a sí mismas que o están juntas para siempre o son un fracaso.
Les gusta estar juntos, se desean, se quieren, pero no se necesitan en absoluto. Si mañana la cosa no marcha bien, la vida les ofrecerá miles de oportunidades más.
Este es el verdadero amor y esto es lo que deberíamos decirnos:
“Te amo pero no te necesito. Te quiero en libertad, porque me gusta estar contigo, porque lo pasamos bien juntos.
Pero no porque necesito a alguien a mi lado, no porque tengo miedo a la soledad, no porque dependa de que alguien me rescate de nada. No porque tengas que complementarme, pues yo ya soy un ser completo con mis defectos y virtudes.
Me da igual que estés presente o ausente. No te necesito, solo te amo
Te quiero a ti, pero yo soy la persona más importante para mi mismo. Te daré muchas cosas de mí, pero me cuidaré de perderme en ese proceso. Si somos felices caminando el uno junto al otro, apoyándonos y ayudándonos, bien, y si no, también está bien.
Quiero besarte en cada despertar y al acostarnos, quiero abrazarte intensamente, quiero construir un futuro a tu lado, quiero escuchar un te quiero de tus labios, quiero que viajemos juntos y disfrutemos de la vida…
Quiero, solo lo quiero…pero ni mucho menos lo necesito.”