Las personas compasivas: líderes en tiempos de crisis
Preocupación por quien lo pasa mal, comprensión del que sufre, deseo por servir de ayuda… La investigación clínica nos dice que las personas compasivas son el reflejo evidente del instinto más decisivo del ser humano, ese que, al fin y al cabo, nos ha permitido sobrevivir como especie al preocuparnos los unos de los otros. La compasión sería, por tanto, algo «natural» en cada uno de nosotros.
Es posible que a muchos les cueste creerlo. La conducta compasiva no es algo que se vea en exceso, es cierto. A menudo, cuando la esperamos de los demás no la encontramos y cuando es el momento más idóneo para que esta aflore, emergen más que nunca las discrepancias, los ataques, las diferencias… ¿Qué ha pasado entonces para que ese instinto que se supone nos viene de fábrica no esté actuando como debe?
Las causas son múltiples. Disponemos de estudios muy concluyentes como el llevado a cabo en la Universidad de Israel que nos demuestran que los bebés de seis meses ya evidencian empatía y compasión por las personas que sufren. A esta edad, el ser humano empieza a ser sensible al dolor y sufrimiento ajeno, demostrando incluso un mayor interés de conexión hacia esas figuras.
¿Qué es lo que sucede por tanto para que se pierda o se debilite en muchos casos la conducta compasiva? A menudo, se apunta a la educación recibida. Sin embargo, no podemos dejar de lado los factores culturales y sociales.
Las personas estamos sometidas a múltiples fuentes de estrés, de preocupaciones constantes, de cambios e incertidumbres... Cuesta mucho ser capaz de ver al otro cuando estamos tan centrados en nosotros mismos.
Sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando más se necesita la compasión.
Las personas compasivas en tiempos de crisis
A menudo, solemos vincular a Charles Darwin con la clásica frase de «solo el más apto o el más fuerte sobrevive». Sin embargo, es importante aclarar que esta referencia no es cierta porque, en realidad, dicha argumentación pertenece al naturalista y psicólogo Herbert Spencer. Darwin, en cambio, defendió siempre una visión algo distinta y esa es la que podemos encontrar en su ya clásico libro El descenso del hombre.
En este interesante trabajo nos explicó que solo las sociedades más compasivas tenían mayor probabilidad de sobrevivir en el tiempo al hacer frente a las dificultades de manera más efectiva al concebirse «como grupo» y no como «individuos aislados». El padre de la teoría de la evolución biológica enfatizó siempre la importancia de la compasión, así como de esos valores sociales que mantenían unido a un grupo o comunidad determinada.
Ahora bien, a pesar de que Darwin enfatizara en su día la importancia de esta dimensión, con el tiempo la ciencia perdió interés en este tema. Durante muchos años nos hemos centrado en aspectos como la empatía o el altruismo pensando que la compasión quedaba integrada en estos términos, cuando no es así.
Las personas compasivas activan algo más que esos procesos psicológicos; en realidad, hacen uso de múltiples competencias que parecen ser claves en épocas de crisis y dificultades sociales.
El instinto de compasión se suma al compromiso de actuación
La compasión se inicia con el propio sentimiento de empatía y de reconocimiento del que sufre. Sin embargo, va mucho más allá de esa mera conexión emocional. Las personas compasivas experimentan una sensación de calidez y afecto por quien lo está pasando mal y sienten, además, el deseo expreso y altruista de ayudar sin esperar nada a cambio.
Es decir, mientras buena parte de la población puede empatizar con aquel que sufre y quedarse solo con el mero sentimiento, el compasivo actúa y se compromete. Mientras unos se limitan a vivenciar el sentimiento de lástima, otros se involucran en una conducta orientada a generar un cambio, uno que aporte bienestar.
Las personas compasivas: autoconciencia e intención en tiempos de crisis
En tiempos de crisis suelen verse dos fenómenos muy diferentes. Por un lado, se manifiestan los antagonismos, la confrontación y, a menudo, hasta el mero instinto de supervivencia. No importa que el mundo se esté viniendo abajo mientras a mí no me afecte, mientras mi realidad se mantenga con el equilibrio de siempre.
- En el otro lado están los que, como decía Darwin, favorecen la subsistencia de una sociedad al ser capaces de ayudar al débil, de ser una respuesta para quien lo necesita. Son esas figuras que saben aunar esfuerzos para concebir avances en los que todos ganan y donde no solo uno obtiene beneficio.
- Las personas compasivas tienen también un elevado sentido de autoconciencia. Entienden que como seres sociales albergan una responsabilidad que va más allá de sí mismos. «El otro también es importante y forma parte de mí y, por ello, debo ser capaz de dar lo mejor de mi persona, porque así lo siento, porque así lo necesito y es de este modo como puede sostenerse una sociedad».
- Por otro lado, hay algo evidente. Para que la compasión tenga sentido y genere cambios auténticos requiere de esa intención que parte de la valentía personal. Más allá de lo que podamos pensar, no siempre es fácil desplegar una ayuda real que genere cambios, beneficios y bienestar. Las personas compasivas suelen encontrar trabas y múltiples dificultades y de ahí que a veces se necesite de cierto ingenio, de cierta audacia para llegar donde se necesita.
Para concluir, a menudo suele decirse aquello de que un gesto amable puede tapar una herida, pero solo la compasión es capaz de sanarla por completo. Tengámoslo claro, en momentos de crisis no basta con ser amables o con sentir lo que otro siente. Necesitamos actos de coraje que partan del compromiso. En momentos de dificultad, se necesitan acciones, no solo sentimientos.
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- Florina Uzefovsky, Yael Paz, Maayan Davidov. Young infants are pro‐victims, but it depends on the context. British Journal of Psychology, 2019; DOI: 10.1111/bjop.12402