Las relaciones sociales protegen nuestro cerebro
Los seres humanos somos animales sociales. Todos los avances que hemos conseguido han sido gracias a las relaciones sociales: cultura, civilizaciones, generación de conocimiento… Pero además, las relaciones son una necesidad básica a un nivel mucho menor.
Nuestra personalidad se forja en el seno de relaciones sociales y son un medio para satisfacer objetivos personales. Son una fuente de la que nutrir nuestras necesidades básicas. Necesitamos contacto físico, intimidad y pertenencia al grupo. Eso nos da una seguridad enorme y nos tranquiliza.
El apoyo social es uno de los factores protectores más grandes que existen para todo tipo de alteraciones. En cambio, la falta de relaciones o el aislamiento social están muy relacionados con trastornos y malestar psicológico. Así, las relaciones sociales son tan esenciales para nuestro desarrollo y beneficiosas para nuestro cerebro. Tan beneficiosas que pueden retrasar o minimizar la aparición de deterioro cognitivo. ¿Cómo? A continuación te lo contamos.
Reserva cognitiva
Nuestro cerebro es plástico. Tiene la habilidad de modificarse para funcionar mejor y para adaptarse a nuevas circunstancias. Por ejemplo, al daño cerebral. Muy relacionado con la neuroplasticidad, encontramos el concepto de reserva cognitiva.
La reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro para tolerar o retrasar la aparición de síntomas patológicos fruto de la edad o alguna patología, como el Alzheimer. Es decir, a una mayor reserva cognitiva, más tarde o de una forma más paulatina aparecerán estos síntomas.
Costumbres, como realizar actividades u ocupaciones estimulantes, dominar dos o más idiomas, adquirir nuevos conocimientos, hacer deporte y aprovechar el tiempo libre ayudan a mantener nuestro cerebro activo. Así, todas estas actividades han demostrado mejorar nuestra capacidad de reserva cognitiva.
Las relaciones sociales
Tener interacciones sociales y mantener una red activa de amistades ha sido relacionado con numerosos factores de salud. Entre las personas con mayor actividad social, se ha observado un índice más bajo de depresión, de frecuencia de enfermedades, mejor funcionamiento inmunológico o menor riesgo de ataque cardíaco.
Al parecer, cómo las personas se relacionan socialmente puede constituir una forma de enriquecimiento intelectual. Además, tener una rica vida social también nos aporta retos cognitivos mediante la conversación con otros. Por ejemplo, teniendo que atender a qué nos dice el interlocutor y recordar información relevante.
Además, relacionarnos también hace que entremos en conflicto con otras personas, mejorando nuestra capacidad de resolución de problemas. Igualmente, hacer planes, establecer metas comunes o anticipar reacciones de los demás nos da la posibilidad de mejorar las funciones ejecutivas.
“Los buenos amigos son buenos para su salud”.
-Irwin Sarason-
Protegiendo el cerebro
Por un lado, se ha defendido que las relaciones sociales contribuyen al incremento de la reserva cognitiva. Este mecanismo ha sido comprobado por varios estudios. Por ejemplo, Bennet y sus colaboradores encontraron que el tamaño de la red social modulaba la asociación entre la enfermedad de Alzheimer y rendimiento cognitivo. Es decir, se encontró que aun teniendo Alzheimer, las personas con más contactos mostraban menos deterioro.
Por otro lado, las relaciones sociales aportan otros beneficios que pueden proteger, de forma indirecta, nuestro cerebro. El estrés es un arma letal para nuestro cuerpo y nuestro cerebro. Así, las relaciones nos reconfortan, nos aportan nuevos puntos de vista, nos ofrece apoyo emocional y la posibilidad de hacer planes. De esta manera, son una fuente enorme de recursos para afrontar el estrés. ¿Quién no se ha sentido mejor después de una tarde con amigos?
Igualmente, la cantidad y calidad de relaciones sociales se relaciona con un menor nivel de depresión. A su vez, la depresión también ha sido asociada a un peor rendimiento cognitivo y con riesgo de demencia.
Además de todo lo anterior, las relaciones también nos ayudan a mantener un estilo de vida más activo y saludable. Según un estudio, cuando interactuamos con otros tendemos a adaptarnos a normas sociales y a involucrarnos en actividades más sanas. Como es comprensible, un estilo de vida saludable también es beneficioso para nuestro cerebro y nuestras capacidades cognitivas.
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