Leer mientras viajamos ¿qué beneficios tiene?
Leer mientras viajamos, más que un placer, es una necesidad. Es descansar la cabeza en el cristal de un metro, tren o autobús para sumergirnos en otros mundo, en otras vidas. Esos océanos de letras nos permiten acortar distancias, distanciarnos del ruido y la rutina para dar sentido al tiempo e iniciar así nuestras jornadas de trabajo con el ánimo renovado.
Ray Bradbury decía en uno de sus libros que en este mundo hay que escribir y leer de manera compulsiva para que la realidad no nos destruya. Cabe decir, no obstante, que no es necesario alcanzar tal extremo. Se trataría solo de dar realidad a una idea: lo que nos permitiría sin duda crear un mundo mucho mejor, más empático, más sensible e instruido.
Para quien use el transporte público con frecuencia y además sea un buen observador, se habrá percatado de una realidad que nos viene acompañando desde hace años. Los usuarios de estos medios se dividen en tres tipologías. Están los que se limitan a abstraer su mirada en el infinito (y por consecuente en sus pensamientos) mientras aguardan su parada.
Por otro lado están los que, casi sin pestañear, se sumergen en el universo infinito de sus teléfonos móviles. Por último, se hallan esos lectores admirables e infatigables que bien con sus dispositivos electrónicos o con el libro de papel tradicional, aprovechan el tiempo del trayecto para leer unas páginas, un capítulo si pueden, ya sea de pie o si tienen suerte, sentados.
Los beneficios de esta práctica, de esta fidelidad lectora son inmensos. Veámoslos a continuación.
“Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”.
-Emily Dickinson-
Leer mientras viajamos: tiempo de salud, sabiduría y calidad
El cuadro de la imagen superior pertenece a Augustus Leopold Egg. Fue un artista de trayectoria breve por su temprana muerte, pero que adquirió fama destacable esta obra: The Travelling Companions (1862). Amigo íntimo de Charles Dickens, dejó al mundo esta simbólica y fascinante pintura que evoca al pasado y al futuro a través de dos jóvenes que viajan en un tren.
La de la izquierda, dormida, con las manos entrelazadas y situada en un paisaje marino representa la clase media victoriana más caduca. En frente, la otra joven sostiene un libro, está inmersa en su lectura y a su lado vemos un escenario montañoso donde se aprecia un núcleo urbano. Asimismo, esta muchacha está situada en armonía con la propia dirección del tren (la otra va de espaldas) representando así a la otra clase media victoriana donde las mujeres están despertando y ocupando posiciones de mayor trascendencia social.
Pocas imágenes son sin duda tan simbólicas de aquello que la lectura puede ofrecernos. Eso que puede resumirse en unas pocas palabras y también en algún que otro medio de transporte: progreso, avance, conquistar nuevos horizontes…
Leer mientras viajamos, otro tipo de inmersión
La lectura es portátil. No hace falta estar en la cama o en nuestro sofá para disfrutar de un libro. Leer mientras viajamos es un modo sensacional de aprovechar el tiempo, de hacer de esos intervalos de inactividad espacios de gran activación para nuestro cerebro.
De hecho, estudios como el realizado por la doctora dice Maja Djikic , psicóloga de la Universidad de Toronto, nos revelan que la lectura nos brinda un botón de pausa único para entrenar y fortalecer nuestro cerebro. Es tiempo aprovechado donde invertir en salud cerebral para mejorar nuestras funciones ejecutivas, reducir el estrés y ganar en nuevos conocimientos para fortalecer nuestra reserva cognitiva.
El contenido es más impactante
Leer mientras viajamos aporta un contexto singular a la propia lectura. No falta quien, por ejemplo, lleva consigo una serie de libros específicos cuando viaja a determinados destinos. Pocas cosas resultan tan placenteras como levantar el rostro y encontrarnos a veces en esos mismos países, escenarios o contextos donde se sitúa la trama del libro.
A pesar de que no es necesario visitar los lugares exactos de nuestras novelas para experimentar las sensaciones que nos transmite el autor, a menudo, estar fuera de los muros de nuestra casa aporta nuevos ingredientes a la lectura: sonidos, luces, rostros, sensaciones… Estas experiencias hacen el proceso lector mucho más interesante.
Mejora la capacidad de concentración
Lo cierto es que no todas las personas consiguen concentrarse en su lectura mientras viajan. Muchas veces ni los metros ni los autobuses se distinguen precisamente por encerrar la calma que se respira, por ejemplo, en una biblioteca. Nuestro mundo urbano es una criatura ruidosa, molesta a menudo e increíblemente variada en cuanto a tipos de sonidos.
Por ello, es interesante saber que quienes se han habituado ya a este ejercicio han desarrollado unas adaptativas habilidades de concentración y focalización. La competencia tan sofisticada de leer, comprender y trascender a la propia lectura -para visualizar esos mundos y esas tramas- es un valor que se puede aplicar a cualquier otro ámbito.
Para concluir, cabe señalar algo de lo que nos advierten los expertos: no es conveniente leer cuando hay un movimiento excesivo en ese medio de transporte en el que nos encontremos. Algo así no es bueno para nuestros ojos. Más allá de este detalle, nunca está de más llevar un libro con nosotros cuando vamos al trabajo o cuando nos disponemos a hacer un viaje.
Es un modo sensacional de aprovechar el trayecto, de tener otro tipo de billete en un medio de transporte más rico, apasionante y productivo. El único peligro con el que podemos contar es pasarnos de parada, por lo demás, todo son beneficios.