Lo que me gustaría que la gente entendiera sobre perder un hijo
Lo que me gustaría que la gente entendiera sobre perder un hijo, es que nadie está preparado para ello. De ahí, y en primer lugar, que desee recomendar algo tan esencial como maravilloso: debemos disfrutar de cada instante con los nuestros. Nada en esta vida es seguro, nada está garantizado, ni siquiera el que los hijos sobrevivan a los padres.
Si hay un aspecto que resaltan todas las personas que han sufrido la tragedia de perder a un hijo, es el sentimiento de soledad e incomprensión que llegan a sentir durante los primeros momentos. Muchos se sienten aislados porque piensan que nadie puede entender su dolor.
Perder a un hijo es principalmente tener la sensación de que se nos ha escapado el proyecto de vida y la propia ilusión. No obstante, siempre acabará llegando un día en que descubramos que la vida sigue valiendo la pena, porque implica seguir manteniendo su recuerdo.
En primer lugar cabe decir que no existen unas estrategias que puedan servirnos a todos por igual, a la hora de afrontar el duelo por la pérdida de un hijo.
No obstante, lo que sí debemos tener claro es que nunca debemos afrontarlo en soledad. El núcleo familiar debe mantenerse unido y atenderse, curarse y aprender a vivir con ese vacío orientando de nuevo el día a día. Merece pues tener en cuenta estas sencillas reflexiones que hoy queremos compartir contigo.
He de luchar cada día contra la parálisis de mi espíritu, de mi cuerpo
Perder un hijo supone que de la noche a la mañana, el mundo se detiene. Es algo contra natura que nuestra mente no puede asumir. Y nos quedamos quietos, sin aire, como si nos hubiéramos quedado sin alma…
El pensamiento más recurrente que van a sentir los padres es el clásico “nada tiene sentido”. Y la parálisis vital, y emocional y motivacional puede acabar atrapándolos en un sufrimiento crónico.
Esto es algo que deberíamos evitar. Nuestra mente es incapaz de procesar lo sucedido, y de ahí las negaciones, el bloqueo y la inmovilidad. No obstante, el propio proceso del duelo nos debe ayudar a gestionar todas estas emociones.
Hemos de evitar quedarnos aislados, porque la propia soledad nos empuja a esa misma parálisis. Es vital pues contar con la ayuda de la familia, los amigos, y de cualquier profesional de la salud para gestionarnos.
Debo aprender a convivir con mi tristeza
Decir que la muerte de un hijo se supera no es cierto. Superar significa vencer, y nadie puede ni debe pasar por encima de una ausencia, de un vacío que se arraiga a nuestra propia esencia como persona.
- La muerte de un hijo se asume, se llora y se acepta. Aprendemos a vivir con ese vacío, pero somos conscientes de que esa tristeza siempre va a sentirse en nuestro corazón.
- Y lo creamos o no, acaba llegando un día en que el dolor ya no es tan desgarrador, y podemos respirar sin que nos duela, andar sin que nos pese el alma y respirar sin que nos duela el corazón.
- Porque vivir de nuevo es honrar la memoria de quienes no están. Es comprender que los llevamos con nosotros, que recordarlos es honrarlos, y que el amor nos trasciende aunque siga habitando en nosotros la tristeza.
No debo descuidar a mi pareja
Perder un hijo supone ver cómo el proyecto vital y familiar de una pareja ha quedado huérfano de pronto. El vacío es inmenso y los vínculos ya no son los mismos, pero no por ello hemos de dejar de luchar por ese proyecto.
- Es necesario evitar la culpa y el reproche. En estas situaciones incluso el propio silencio puede ser dañino y destructivo.
- Hemos de respetar el modo en que cada persona asume el duelo. Hay quien dispone de mayores estrategias y es capaz de abrirse, otros en cambio, necesitan tiempo “para poder reaccionar”, y ello es algo que debemos saber comprender.
- La intimidad, el compromiso y la pasión son tres pilares que deben seguir estando presentes en el círculo de la pareja. Si seguimos alimentándolos, la relación seguirá adelante. Si solo mostramos vacíos, o nos echamos en cara determinadas cosas, lo más probable es que acabe surgiendo el distanciamiento.
Perder un hijo y no descuidar a los otros
Los niños asumen de un modo muy diferente la muerte a como lo podemos hacer nosotros. Y no hemos de descuidar su propio proceso, en especial si se encuentran en una edad comprendida ya entre los 6 y los 1o años.
La muerte es algo que nadie entiende, algo que los adultos vemos con rabia y los niños con desconcierto. La muerte no siempre permite despedidas, de ahí que debamos dar tributo con el recuerdo, con el cariño cotidiano a la memoria de esa persona.
Es recomendable que los niños expresen sus palabras, que atendamos sus dudas y que favorezcamos su desahogo emocional sin esconder tampoco nuestro pesar. El dolor debe ir tomando forma para poder liberarse y canalizarse.
Es preciso volver a tener proyectos en el día a día, permitirnos sonreír de nuevo con los niños honrando la memoria del que ya no está. Aprenderemos a vivir sin ese hijo pero jamás perderá ese rincón privilegiado en nuestro corazón. La vida será distinta después de esa pérdida, no cabe duda, pero es preciso permitirnos ser felices de nuevo. No debes sentirte culpable por ello.
Imagen cortesía de Lucy Campbell, Claudia Tremblay