Los 4 tipos de pensamiento intuitivo
El pensamiento intuitivo sigue siendo un enigma para la ciencia. Aún así, se ha logrado avanzar y entender mejor esa expresión del cerebro que resulta fascinante y, al mismo tiempo, impredecible. Está a medio camino entre la emoción y la razón. Por eso resulta tan misterioso.
Vale decir que el pensamiento intuitivo es aquel que permite entender la realidad al instante, sin la mediación de la lógica o el análisis. Tampoco emplea el lenguaje verbal, sino que se afinca sobre indicios y sensaciones. Muchas veces, de hecho, va en contra de lo que podríamos llamar “razonable”.
Según la ciencia, el pensamiento intuitivo se produce en una zona del cerebro próxima a la glándula pineal . Esto es, en el entrecejo, justamente en la mitad de la frente. La intuición no es controlada voluntariamente, sino que aparece como una especie de “inspiración”. En la práctica, funciona. Es lo que algunos llaman “ojo clínico” en los médicos, o ser “visionario” en otros campos.
“La intuición no es una opinión, es la cosa misma”.
-Arthur Schopenhauer-
El pensamiento intuitivo y la ciencia
El tema del pensamiento intuitivo se ha prestado para muchas especulaciones. Como se encuentra estrechamente asociado a las emociones, no es posible verificarlo tan fácilmente. A veces una persona simplemente se sugestiona y logra que ocurra lo que “intuía” que iba a ocurrir.
Sin embargo, la ciencia ha tomado a su cargo este tema y se han logrado algunos avances al respecto. En el marco del programa Evolución y Conducta Cerebral del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, dirigido por el profesor Paul Mac Lean, se ha estudiado el tema.
Según sus pesquisas, el pensamiento intuitivo se origina en el neocórtex . Esta sección del cerebro combina elementos de ambos hemisferios. Aunque no se conocen exactamente los mecanismos mediante los que opera, se estima que se trata de un procesamiento instantáneo de conocimientos, experiencias y lectura de indicios, que dan por resultado un acierto frente a la realidad.
Los cuatro tipos de pensamiento intuitivo
Desde siempre se ha hablado de la intuición, como una especie de “chispa” que surge y lo ilumina todo. Albert Einstein aseguraba que sus estudios tenían un alto componente de intuición. Sin embargo, son los artistas quienes más intensamente hacen uso de esa función tan interesante.
Se ha postulado que existen cuatro tipos de pensamiento intuitivo. Estos son:
- Pensamiento intuitivo emocional. Corresponde a la capacidad para detectar súbitamente los principales rasgos de personalidad de otros, o el estado emocional en que se encuentran. Se percibe quiénes son o cómo están, sin palabras.
- Pensamiento intuitivo mental. Tiene que ver con encontrar la respuesta a un problema de inmediato, sin analizarlo. Es muy usual en quienes tienen trabajos que necesitan de decisiones muy rápidas, como los bomberos o los expertos en explosivos.
- Pensamiento intuitivo psíquico. Hace referencia a la capacidad de elegir el mejor camino para sortear o superar una dificultad personal, sin mayores datos intelectuales al respecto. También para percibir atmósferas sociales o laborales.
- Pensamiento intuitivo espiritual. Corresponde a los estados de “iluminación” o a las “revelaciones”. Son más una vivencia, que un dato. Los budistas son quienes más se refieren a esta forma de intuición, que tiene un carácter místico.
¿Podemos desarrollar la intuición?
En nuestra cultura occidental es muy difícil escuchar esa voz de la intuición. Todos estamos atravesados por el racionalismo y nos resulta muy difícil darle crédito a aquello que no pase por la lógica, o muestre algún tipo de sustentación empírica. Nos defendemos mucho de todo aquello que no sea claramente razonable. Por eso a veces nos resulta muy difícil intuir.
De la misma manera, la falta de confianza en nosotros mismos hace que se bloquee el pensamiento intuitivo. Si dudamos mucho de nuestras experiencias subjetivas, cada intuición se verá de inmediato contaminada por esa duda. En lugar de llevarnos a una certeza, o intuición propiamente dicha, nos genera confusión y aprehensión.
La mejor manera de desarrollar la intuición, por lo tanto, es dejarnos fluir más libremente. Una buena estrategia es tomar nota de lo primero que llegue a nuestra mente, frente a una realidad determinada, antes de que esto sea procesado por la razón. Dejarlo salir tal y como lo percibimos, como en una especie de ejercicio de escritura automática.
Luego podemos revisar esos apuntes y evaluar si esa impresión inicial tenía alguna validez. Si dentro de ella había elementos razonables que, efectivamente apuntaban a comprender o resolver una situación de manera acertada, hablamos de intuición. Este simple ejercicio podría sorprendernos mucho.