Los 8 caminos para acabar con el sufrimiento según el budismo
El budismo tiene una forma muy particular de abordar el dolor. Esta filosofía promueve la idea de que es posible acabar con el sufrimiento, pese a que este sea una parte ineludible de la vida. Porque aunque la vida traiga por sí misma dolor, no estamos condenados a padecerlo pasivamente.
Según los budistas, para acabar con el sufrimiento lo primero que se debe hacer es aceptar que existe. La vida de todos los seres humanos, más tarde o más temprano es tocada por el dolor. Resistirse a ello solo lo incrementa.
Ahora bien, aceptar el dolor no significa resignarse a sentirlo. El budismo plantea que este nace del deseo y que, por lo mismo, aprender a renunciar al deseo es la vía expedita para acabar con el sufrimiento. A su vez, esta filosofía señala que hay ocho caminos que deben ser practicados libremente para que la paz y la armonía predominen en nuestras vidas. Son los siguientes.
1. Discernimiento justo, la primera forma de acabar con el sufrimiento
La mejor manera de ser justos es, precisamente, no juzgando. Antes que decidir si algo es bueno o malo, más bien deberíamos procurar entender a fondo su naturaleza. Muchas personas actúan de manera equivocada. Sin embargo, ¿quiénes somos para juzgarlos?
Para acabar con el sufrimiento es necesario cultivar una actitud comprensiva, antes que juzgar. No nos corresponde valorar, aprobar o condenar las conductas de los demás. Tampoco ellos tienen la potestad de hacerlo con nuestras acciones.
2. Forjarse propósitos nobles
Hay una gran diferencia entre fijarse metas de éxito y proponerse objetivos nobles. Las primeras se inspiran en un deseo de exaltación individual, que muchas veces nos deja vacíos al final. El triunfo propio nos permite aplaudirnos, pero ¿tiene alguna trascendencia para el universo?
Los budistas invitan, en cambio, a forjar propósitos nobles. Es un camino para acabar con el sufrimiento porque siempre conducen a profundas satisfacciones que son compartidas por otros. Sentirnos útiles y trascendentes le da más sentido a nuestros esfuerzos.
3. Ser honesto y prudente con la palabra
La palabra da vida y también la quita. Construye y destruye. Cuando la palabra nace de un alma limpia, suele ser un bálsamo para el mundo. Transmite comprensión, afecto y fraternidad. Consuela, motiva y exalta los mayores valores de la vida.
Sin embargo, también a veces se emplea la palabra para mentir, para herir o para denigrar. Nadie puede ser feliz si hace daño a los demás a través de la palabra. Más temprano que tarde esto se revierte y termina dañando a quien usa la lengua de ese modo.
4. No hacer daño, ni excederse
Existe un principio que está presente en prácticamente todos los códigos éticos de las diferentes culturas. Este principio es el de no matar o atentar contra la vida de otros. Además, esto no solamente aplica a lo físico, sino que también, simbólicamente, se extiende a lo espiritual.
Para acabar con el sufrimiento es importante no causárselo a otros, ya que sería una gran contradicción. Así mismo, cualquier forma de exceso atenta contra nuestro bienestar y por eso debe evitarse. Nada mejor para conseguir la armonía que mantener el equilibrio en nuestro modo de vida.
5. Ganarse la vida gracias al esfuerzo
No es adecuado tratar de construir formas de vida en las que el sustento se derive de algo diferente a nuestro propio trabajo. Cuando esto sucede, el sentimiento de orgullo personal se ve disminuido y alterado.
El trabajo transforma al ser humano y lo hace mejor. Es una manera de cimentar la dignidad, de crecer y de servir a otros. La ociosidad, tarde o temprano, conduce a la insatisfacción y a la angustia. Estanca y nos lleva a desperdiciar nuestras mejores virtudes y habilidades.
6. Cultivar la virtud
No es posible acabar con el sufrimiento si no emprendemos un camino de evolución constante. La virtud, en sentido general, no es algo que caiga del cielo, sino el fruto de un paciente cultivo. Nace como resultado del esfuerzo.
Cultivar la virtud nos otorga también un sentimiento de mayor amor propio. Nos lleva a vernos como personas en proceso de aprendizaje y de crecimiento. Permite que estemos abiertos a las críticas y los errores, y a ver oportunidades para evolucionar.
7. La observación abierta
Si queremos acabar con el sufrimiento es necesario que nos mantengamos atentos a los mensajes que envía nuestro cuerpo. Este nos advierte sobre los desequilibrios que puede haber en nuestra día a día. Nos alerta sobre los estilos de vida que pueden ser perjudiciales.
Así mismo, es conveniente que nos convirtamos en observadores atentos y desprevenidos frente a nuestra propia forma de actuar. No debemos mirarnos para juzgarnos, ni tampoco para aprobarnos o sancionarnos. Más bien es importante que nos veamos con los ojos inocentes de quien está en función de conocerse cada vez más.
8. Aprender a serenar la mente
Cuando la mente se deja llevar por las emociones, pierde su poder. Y si todo queda en manos de sentimientos o pasiones descontroladas, fácilmente terminamos hundiéndonos en situaciones que finalmente solo nos causan más sufrimiento.
Cada persona debe encontrar los mecanismos o las estrategias que le ayuden a serenar la mente en momentos de ofuscación, miedo o angustia. Cuando se actúa bajo esas influencias es cuando más se cometen errores. Por eso es importante aprender a contenerlas.
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Los ocho caminos para acabar con el sufrimiento son el resultado de una sabiduría milenaria. Son también una guía puntual para hacer frente al mundo y a la vida. Aplicados de manera perseverante conducen al equilibrio interior, a la armonía y a la paz en el corazón.
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