Los 8 dharmas mundanos: el arte del desapego y la impermanencia
Los 8 dharmas mundanos hacen referencia a esos bloqueos, preocupaciones o apegos que nublan nuestra conciencia y capacidad para ser felices. Así, el budismo al igual que la propia psicología nos recuerdan que el hecho vivir aferrados a determinadas dimensiones, como el orgullo, los bienes materiales o el deseo de ganancia, nos empuja a una existencia de carencias y sufrimientos.
A menudo, suele decirse aquello de que el budismo es una casa llena de hermosos tesoros. Sin embargo, desde nuestra visión marcadamente occidental es común que en ocasiones, no sepamos distinguir o apreciar la belleza de esas riquezas que se aglutinan en dicho marco filosófico y espiritual.
Los principios del budismo y la práctica del Dharma no son fáciles de llevar a cabo, y la razón de ello está en nuestra mentalidad, en el tipo de cultura en la que nos desenvolvemos a diario y que de algún modo, termina moldeándonos.
“Dharma es la disciplina de vivir la verdad; no es conocer o leer la verdad, no es comentarla ni discutirla, no es su lógica, no es su razonamiento”.
-Yogi Bhajan-
De ahí, que sean muchos los expertos en dichas corrientes que nos recomienden un sencillo consejo. No importa si no sabemos nada sobre el tema de los chakras, sobre la meditación o la supuesta energía vital contenida en el yoga kundalini. Esas prácticas que muchos manejan casi sin saber no tienen relevancia si primero no se conocen los 8 dharmas mundanos.
Porque sumergirnos, delimitar y trabajar en ese conjunto de preocupaciones comunes, es sin duda el primer paso para nuestro despertar espiritual. Es el umbral del budismo, es poder desprendernos de nuestros pensamientos obsesivos y deseos sociales para dejar atrás nuestro eterno temor a la pérdida. Nuestra fijación en la ganancia, en el apego sin sentido…
Los 8 dharmas mundanos
Los 8 dharmas mundanos nos hablan sobre todo de dos conceptos: el desapego y la falta de permanencia. Esas ideas, esos conceptos, son sin duda nuestra auténtica némesis, esa sombra que nos persigue y que nunca terminamos de ver o de reconocer. Así, dentro de nuestra mentalidad y comportamiento somos muchos los que orientamos nuestra existencia en relación a ciertas dimensiones, necesidades, personas y materiales a los que consideramos esenciales para sentirnos bien.
Vivimos apegados a todas esas dimensiones sin comprender, sin intuir que nada en este mundo puede retenerse para siempre. En nuestra cotidianidad, habitan las certezas, los apegos y las expectativas porque todo ello nos confiere una sensación de control. Y si hay algo que nos agrada, es tenerlo todo bajo control. Sin embargo, no hay nada tan volátil, caprichoso e inmanente que la propia vida.
De ahí que cualquier cambio nos desestabilice. Que toda variación, expectativa fallida o meta incumplida nos conduzca al sufrimiento y al estrés. Para el Dharma, mientras nuestra mente siga contaminada por esos ocho principios mundanos jamás seremos libres ni nobles. Por tanto, veamos a qué dimensiones se refiere este marco del budismo.
Primer par: el apego a las posesiones materiales/ aversión a no recibirlas o verse separado de ellas
Los 8 dharmas mundanos se establecen en 4 pares de apego y aversión. Así, el primero de ellos hace referencia a algo que nos será muy familiar. Hablamos, cómo no, de nuestra necesidad por poseer y el temor que nace de pensar en la distancia o el daño sobre eso que entendemos como nuestro. Mil ejemplos lo ilustran: nuestro apego a la tecnología, a determinadas marcas de ropa, de zapatos, a nuestros coches, etc.
Queda claro que muchas de esas cosas las consideramos esenciales para nuestro día a día: nos sirven para trabajar y para dar una determinada imagen. No obstante, el problema está en experimentar un claro sufrimiento cuando no tenemos acceso a esos objetos, cuando nos faltan y percibimos nuestra dependencia absoluta hacia ellos. Este es sin duda un dharma mundano muy relevante en el que trabajar.
Segundo par: el apego al reconocimiento, la aprobación y la fama/ aversión a la censura o la desaprobación
Todos, de algún modo, necesitamos sentirnos validados, reconocidos y aprobados por quienes nos rodean. Somos seres sociales y esos lazos de seguridad nos permiten desenvolvernos con mayor soltura. Ahora bien, el problema como siempre llega cuando esa necesidad se vuelve prioritaria y constante. Cuando somos incapaces de vivir sin ese refuerzo externo, sin esa alabanza, sin ese permiso, sin ese like en nuestras fotos, sin esa aprobación por parte de nuestras familias, parejas o compañeros de trabajo.
No saber o no poder vivir sin esos refuerzos o experimentar bloqueos o ansiedad cuando nos censuran o desaprueban es otra fuente absoluta de sufrimiento. Otro de los pilares de los 8 dharmas mundanos que estamos obligados a identificar y a cambiar.
Tercer par: el apego a una buena reputación/ la aversión a una mala imagen
¿Qué implica el hecho de vivir condicionados por tener una buena o mala reputación? Implica básicamente no ser libres, no poder actuar, sentir, vivir y desenvolvernos de acuerdo a nuestros deseos. Porque quien está pendiente de lo que piensen los demás o de lo que puedan concluir otros al respecto de nuestra apariencia, actos o palabras, veta por completo el propio crecimiento personal. No es lo adecuado.
“Cuando haces aquello que te gusta, con pasión, sin recibir retribución alguna y pierdes la noción del tiempo…
Cuando lo haces por el simple hecho de que eres feliz haciéndolo y además estás sirviendo a los demás, es cuando estás en Dharma”.-Yogi Bhajan-
Cuarto par: el apego a los placeres de los cinco sentidos/la aversión a experiencias desagradables
Puede que este par de los 8 dharmas mundanos nos origine cierta contradicción. ¿Qué hay de malo si orientamos nuestra existencia a esos cinco sentidos con los que saborear la vida en todas sus formas, sabores y sensaciones? Aún más… ¿por qué no sentir aversión de lo que es desagradable o incómodo?
Para entenderlo debemos ponernos en el contexto del budismo. En esa visión donde lo frugal, lo humilde y lo justo nutren cada conducta, no caben los excesos. En esta filosofía no armonizan las pasiones elevadas, la gula, el deseo, la necesidad… En el equilibrio está la mesura y el bienestar, y es en ese punto de no necesidad hacia nada, es donde la conciencia se libera de lo material, donde aparece la sabiduría, la compasión y el auténtico progreso espiritual.
“El agua no puede acumularse en la cumbre de una montaña,
y el verdadero mérito no se acumula sobre la cresta del orgullo”.
Para concluir, es muy posible que estos 8 dharmas mundanos nos parezcan algo complicados de delimitar y transformar. Esto es así porque dentro de nuestra concepción nos es muy difícil renunciar a la fantasía de permanencia, abrazar la idea de que no tenemos el control absoluto de todo lo que sucede.
No obstante, quedémonos con la esencia de estos enfoques, dejemos que nos inspiren para dar forma a una vida más autónoma, libre de egoísmos, orgullos huecos, necesidades vacías y pensamientos que no nos permiten crecer como personas.