Los miedos que nos empujan a ser invisibles

Los miedos que nos empujan a ser invisibles
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 13 enero, 2018

En nuestra niñez, apenas teníamos miedos, vergüenzas y mucho menos preocupaciones. Confiábamos en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Por eso, brillábamos. Sin embargo, a medida que crecíamos, nuestra autoconfianza menguaba, hasta el punto de desear ser invisibles.

El deseo de ser invisibles proviene de todas esas creencias sociales y culturales que vamos adquiriendo y que se van solidificando a medida que avanzamos en edad. Como bien sabemos, las creencias nos limitan. Por ejemplo, si pensamos que cometer un error en una exposición es un fracaso y lo hacemos, probablemente nos disguste hablar en público más adelante. Incluso, pensaremos que somos unos pésimos oradores cuando no es así.

Algunas de las creencias que tenemos solo favorecen nuestros miedos. Miedo a quedarnos solos, a que nadie nos quiera, a que no se fijen en nosotros. Miedo a no tener la familia perfecta, a no sacar las mejores notas, a decepcionar a los demás o a no dar la talla. Nuestros temores nos empujan a ser invisibles mientras nos identificamos con determinadas etiquetas que nada tienen que ver con nosotros.

Nuestra grandeza nos asusta

Vivimos en una sociedad que constantemente nos echa hacia abajo, que provoca que nos comparemos con los demás y que analicemos bajo lupa todos nuestros defectos. ¿Dónde están nuestras virtudes? En la sombra. Están esperando a que les dirijamos la mirada para salir a la luz y así ser conscientes de todo nuestro potencial.

Pero, ¿donde empiezan a gestarse todos esos miedos que nos invitan a ser invisibles? Normalmente, en la familia. En el contexto donde hemos pasado la mayor parte de nuestro tiempo y que en buena medida, hemos convertido en nuestra zona de seguridad, siempre y cuando todo haya ido bien.

“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos inmensamente poderosos. Es nuestra luz y no la oscuridad, lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?”.

-Nelson Mandela-

torso representando el impacto de ser invisibles

Ahora bien, cuando somos la excepción y nuestro comportamiento es diferente al esperable esa seguridad desaparece y en ocasiones, nos llenamos de miedos. Por ejemplo, en una familia donde el trabajo físico es muy reconocido, si de repente un miembro se dedica al arte o a ser programador, puede que tenga que escuchar: “Eso no es un trabajo de verdad”.

La incomprensión por parte de aquellos que considerábamos una fuente de apoyo amenaza nuestra autoconfianza y en algunos casos, nuestra forma de valorarnos.

La seguridad la encontramos en ser fieles a las creencias familiares. Seguir los pasos de nuestros progenitores, conseguir un trabajo similar a ellos… Pero cuando esto no es así, el sentimiento de protección se rompe para dar paso al miedo y al deseo de ser invisibles en determinados momentos.

Los 3 miedos que nos impulsan a ser invisibles

La familia no es la única que puede hacer que deseemos ser invisibles, ser como los demás y no destacar. Existen muchos otros temores que van creciendo y fortaleciéndose debido a determinadas creencias que tienen que ver con el ámbito social. Veamos en qué consisten estos 3 miedos que no nos están permitiendo sacar a la luz quienes somos de verdad.

1. Miedo a despertar la envidia de los demás

Todos nosotros tenemos algo único, una habilidad especial o un don natural que nos permite hacer cosas por las que nos gustaría ser reconocidos. Sin embargo, sabemos que destacar implica exponernos a que las demás personas nos envidien. Por ende, tendremos que enfrentar críticas, juicios y rechazos.

Para algunos, dependiendo de sus experiencias pasadas, esto puede ser insoportable, ya que tendemos a buscar que los demás nos aprueben. Las ganas de brillar, pero también el miedo a hacerlo, provocan que nos encontremos entre dos opciones: brillar y dar a conocer nuestra esencia o ser invisibles siguiendo las expectativas de los demás.

“El envidioso siempre te mira de arriba a abajo, buscando algún defecto. Si te lo encuentra, comenta. Si no te lo encuentra, lo inventa”.

-Anónimo-

chico pensando en el efecto de ser ser invisibles

2. Miedo a estar solos

El miedo a estar solos es un temor que afecta a muchas personas. Una creencia que provoca que nos amoldemos a lo que los demás aprueban para que así nos acepten. Por ejemplo, si somos personas muy bromistas, pero a nuestro alrededor nuestros amigos se avergüenzan de nosotros, intentaremos cambiar y reprimir esa parte de nosotros para no quedarnos solos.

En definitiva, elegimos ser invisibles para que los demás nos acepten. Sin embargo, tendríamos que preguntarnos ¿merece la pena estar con personas que no aceptan quienes somos en esencia? Estar solos es como salir de nuestra zona de confort. Por eso tenemos tanto miedo a no encontrar a más amigos, una pareja o una persona que en verdad nos acepte.

Ahora bien, si cambiamos, si difuminamos nuestra esencia, llegará un momento en el que nos preguntemos quiénes somos en realidad. Optar por ser como los demás esperan implica una traición a nosotros mismos, un rechazo a nuestro yo que a la larga nos causará un gran malestar.

Recuperarnos será un proceso que nos invitará a enfrentarnos a todo eso que de verdad tememos. Un camino complejo pero satisfactoria cuando se llegue a la meta, porque no hay nada más bonito que un reencuentro con nosotros mismos.

3. Miedo a perder nuestra identidad pública

Si en nuestra niñez nuestra familia nos ha dicho que “No nos merecemos nada de lo que recibimos” es muy probable que crezcamos pensando y actuando de acuerdo a ello. De manera que no solo pensaremos que no nos merecemos un regalo, sino que tampoco somos dignos de afecto. Hemos adoptado una identidad de no merecimiento. 

Chico dibujándose

Curiosamente, nos aterra perder aquello que nos han dicho que éramos. Esa identidad con la que en realidad no nos identificamos, aunque hayamos aprendido a hacerlo. Por eso nos cuesta tanto avanzar en ocasiones. Hemos construido un mundo de acuerdo a quien pensamos que somos, a quien nos han dicho que somos. De ahí que sin darnos cuenta y sin querer hacerlo, huyamos de cualquier muestra de afecto.

Por eso, es importante desaprender, bucear en nuestro interior y saber realmente quiénes somos de verdad. Porque muchas veces elegimos ser invisibles por la veracidad que creemos que tienen las opiniones de los demás sobre nuestra persona.

“Encuéntrate en una gota de lluvia, en los colores de un arco iris, en el azul del cielo, en la fortaleza de la tierra, pero encuéntrate”.

-Alejandro Jodorowky-

Quizás hayamos elegido ser invisibles hasta ahora, pero podemos decidir dejar de serlo desde este momento. Deshacernos de las etiquetas que nos han impuesto, de los miedos que no sirven nada más que para limitarnos y encontrar en nosotros la mejor de las compañías.

 

 

 


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