Los pros y los contras del padre permisivo
Ser un padre permisivo no tiene por qué ser negativo, aunque en sí no sean estos los mejores cimientos que podríamos elegir, especialmente si esta tendencia es muy marcada y no es compensada con otras circunstancias o fenómenos, como la capacidad de influencia o la fluidez en la comunicación.
En cualquier caso, primando una orientación u otra, tal como afirman expertos, como el Doctor Jeff Nalin, fundador del Paradigm Treatment Centers, los niños necesitan saber cuál es la figura de autoridad: necesitan esa referencia para saber qué y qué no pueden hacer.
Por eso, algunos padres en exceso permisivos pueden apostar por callar, no poner ciertos límites por miedo a la reacción del niño ante la frustración que le pueda generar un no frente a sus caprichos o deseos. Así, cuando este contexto se da, el peso que pueden tener otras personas que no sean los padres a la hora de marcar directrices gana terreno, se hace más importante.
El padre permisivo
¿Cómo es un padre permisivo? Sin duda, se le identifica con facilidad. Suele ser una persona amable, pendiente de sus hijos, bastante cariñoso y que, por su incapacidad para poner límites, forma familias sin estructuras sólidas en las que tiende a primar el caos y la improvisación. En definitiva, intenta ser lo menos directivo posible, dejando un lugar importante para los deseos del niño.
En muchos casos, la falta de reglas provoca que el niño no sea consciente de que existen. Así pues, el pequeño ve a su padre como un amigo, no como una autoridad. La parte preocupante es que los propios padres suelen preferir esta situación, priorizando la ausencia de conflicto por encima de la incertidumbre o el desconcierto que pueden producir los límites difusos.
Los beneficios que aportan los padres permisivos a la crianza infantil
Por otro lado, un estilo de crianza permisiva tiene sus puntos fuertes -en especial para aquellos niños que adquieren pronto un fuerte sentido de la responsabilidad-, según afirma el Doctor Nalin. Por ejemplo, la libertad que tiene el niño para explorar pude hacer que tenga que enfrentarse a desafíos de manera más temprana, que la realidad actúe como un imparable motor para el crecimiento.
Por lo general, muchos niños de los niños que crecen con este estilo terminan generando sus propios pilares de seguridad: adoptan un esquema adulto en el sentido de empezar a preguntarle antes al mundo y a la sociedad qué se puede y qué no se puede hacer. Así, en ocasiones los miedos artificiales para ellos no existen, de la misma forma que muchos serán menos permisivos a la hora de consentir que alguien ataque sus derechos.
Además, son niños bastante creativos, ya que se ponen menos límites y pasan mucho tiempo haciendo aquello que les gusta, que les apasiona. Así pues, pueden mostrar una cierta predisposición para aprender algo nuevo, pierden el miedo al castigo y, por tanto, también al fracaso. Si no sale bien a la primera, se vuelve a intentar.
Los peligros o debilidades de la crianza permisiva
En la parte negativa, también encontramos elementos a considerar. Por ejemplo, la falta de respeto por las normas sociales en las que se basa la convivencia -esas que no son estrictamente necesarias, pero que hacen más agradable la vida en sociedad-. Si el niño no las interioriza, su integración social puede transformarse en una cuesta de pendiente pronunciada.
También se ha demostrado propensión a sufrir ansiedad temprana en niños con padres permisivos. Se debe a que les cuesta trabajar bajo la presión que pueden imponer unas normas externas. Cumplir con un horario, acatar las órdenes de un superior o manejar los conflictos que se dibujen en el horizonte con aquellos con los que no está de acuerdo.
En definitiva, en la formación de un niño influyen diferentes variables. Una de las que tiene un efecto más poderoso es el estilo predominante de crianza. Una forma de educar que en muchos casos resulta virtuosa o errónea en función de otros factores, como las inclinaciones del pequeño.
Así, un niño con tendencia a la responsabilidad y que disfrute de la independencia crecerá cuando su entorno no imponga normas o reglas todavía más estrictas que las que él mismo se impone. Sin embargo, puede ser contraproducente en un niño muy impulsivo y con tendencia al caos.
“Su actitud es desafiante y un poco rebelde, y se les dificulta entender que no pueden comportarse siempre de esta manera”.
-Jeff Nalin-