Los sobreentendidos y los acuerdos implícitos pueden ser una muy mala idea
No es buena idea comunicarnos a medias. Desafortunadamente hay todo un conjunto de mecanismos sociales y culturales que nos incitan a dejar mensajes en el aire como los sobreentendidos o los acuerdos implícitos. La palabra y la forma como se usa son objeto de regulación por parte de la sociedad. A veces invocando las buenas maneras, a veces simplemente por el uso cotidiano.
También ocurre que las propias personas a veces no saben qué comunicar o cómo comunicarlo, simplemente porque no tienen claridad en su pensamiento. Son casos en los que también está fallando esa comunicación interna y esto se traduce en dificultades para entenderse con los demás.
“Habla claramente; talla cada palabra antes de dejarla caer”.
– Oliver Wendell Holmes-
Del mismo modo, las relaciones de poder influyen en esas ecuaciones desafortunadas. Se supone que hay personas a las que les puedes decir y otras a las que no. Casi todos los poderes del mundo reclaman como suyo el derecho a exigir silencio. Y silencian. A veces todo, a veces parte de la comunicación. Esto solo da lugar a equívocos y confusiones, por eso no es buena idea.
Los sobreentendidos, una mala idea
Se llaman sobreentendidos a esos actos de comunicación que no son directos, pero en los cuales una o ambas partes asumen que hay suficiente claridad y no necesitan más explicaciones. Como cuando te dicen: “Están tocando a la puerta”. Obvio, lo escuchaste y lo sabes. El mensaje entre líneas es “Ve a abrir”, pero este, supuestamente, se deduce del anterior.
Incluso en situaciones cotidianas los sobreentendidos tienen la posibilidad de convertirse en malos entendidos. Siguiendo con el ejemplo anterior, el “Están tocando la puerta” también puede entenderse de otras maneras, dependiendo del contexto y la situación.
Quizás significa “Es hora de dejar de hablar de este tema, porque alguien llegó”. O puede significar: “Llegó alguien que estábamos esperando”. Incluso, es posible que signifique: “Alerta, nadie tendría por qué tocar la puerta y lo están haciendo. Hay peligro”.
Los integrantes de la conversación deben estar en sintonía para interpretar exactamente lo que el otro quiere decir cuando lanza esas frases imprecisas que, a su juicio, se dan por sobreentendidas. Esto sería algo anecdótico si no fuera porque en situaciones más complejas también se recurre a esta fórmula de comunicación, que casi nunca es buena idea.
De hecho, es una idea nefasta cuando entramos en el mundo de las demandas y los deseos. Ocurre mucho. Quieres que el otro haga algo por ti, o para ti, pero no lo dices. Das por hecho que ese otro debe saberlo. “¿Cómo no se va a dar cuenta de que necesito o quiero esto o aquello?”, te dices. Lo malo es que las demás personas no siempre son capaces de entender y conocer tus circunstancias para intuir tus pensamientos. Es entonces cuando aparece el conflicto…
Los acuerdos implícitos, otra mala idea
Un acuerdo es en esencia un pacto que se concierta entre dos o más partes. Claro que también hay pactos con uno mismo, pero aquí pondremos énfasis en los acuerdos sociales. En un acuerdo cada parte se compromete a actuar de determinada manera. Es fruto del reconocimiento de todos los involucrados, de que una conducta es deseable para lograr un objetivo común.
Sin embargo, hay quien comete el error de dar por sentado que existe un acuerdo sin haber consultado directamente a la otra o las otras partes, y por lo tanto sin que esta/estas lo hayan confirmado. Por ejemplo, suponen que si ellos hacen algo, los demás deben actuar de igual manera. “Si yo jamás olvido la fecha de tu cumpleaños, tú tampoco debes olvidar la mía”. “Como yo pienso en ti antes que en mí, tú debes hacer lo mismo”.
Dos o más seres humanos pueden alcanzar cualquier tipo de acuerdo. Lo malo es cuando uno de los involucrados da por hecho un pacto que jamás se ha realizado directamente. Como en los ejemplos, se da mucho en términos de correspondencia, pero también abarca otras dimensiones a veces más complejas. “Como he sufrido tanto en la vida, tú tienes la obligación de no generarme dificultades”. O “Puesto que yo me siento superior ti, tú no puedes hacerme una crítica”. Ninguno de esos pactos es buena idea.
Lo que sí es una buena idea es promover la comunicación directa y clara. De una u otra forma, siempre esa comunicación es fallida en algún grado; sin embargo, el riesgo de este error se multiplica cuando lo que predomina son los mensajes implícitos, latentes o velados. De ahí que hacer explícitos nuestros mensajes sea una magnífica idea para evitar conflictos.