Me caí del mundo y quiero subir de nuevo
Son muy pocas las personas que no han experimentado esa sensación que podría definirse como: caer del mundo. Se trata de una sensación similar al abandono o al ostracismo, una condición en la cual nos sentimos desorientados, mientras nos invade una profunda duda sobre el siguiente paso a seguir. Se trata de una mezcla de perplejidad y desánimo o sensación de falta de fortaleza.
Sucede generalmente después de las grandes pérdidas o de las grandes rupturas, o sea, después de alguna crisis muy aguda en la vida. Esa sensación de no estar en el mundo sobreviene como parte de un duelo no resuelto, pero también se puede agravar y convertir en un estado riesgoso que conduce a una fuerte depresión o a algún trastorno más severo. Por eso, nunca se debe tomar a la ligera.
“En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra.”
–Eugenio Trias–
Tras un proceso de asimilación, que tiene una duración variable, también llega el momento en que uno quiere entrar de nuevo al mundo, por así decirlo. El problema es que a veces no sabemos cómo hacerlo.
A veces, es como si cayeras del mundo
Las situaciones que suscitan esa sensación de caída del mundo suelen estar relacionadas con la pérdida de algo o alguien muy importante para uno. Un ejemplo clásico es el de la pérdida del trabajo, especialmente si no hay buenas perspectivas para conseguir otro que sea equivalente o que llene ese vacío.
Esa pérdida puede ser el comienzo de un gran malestar, en el que probablemente una persona pase por fases de enojo, de angustia y hasta de desesperación. Si no se resuelve la situación adecuadamente, comienza a ganar terreno la inseguridad y el pesimismo. Y cuando menos te das cuenta, puedes desarrollar conductas autodestructivas.
Igual ocurre frente a una ruptura amorosa o a la muerte de alguien a quien amas mucho. La sensación es muy similar. Te sientes por fuera del mundo porque, efectivamente, tu mundo tal y como era, ya no existe. Y si tu mundo no existe, es como si no tuvieras un lugar para ti en ninguna parte.
El marasmo de estar ahí, sin estar
Los duelos o las crisis no resueltas llevan a un cierto enajenamiento. Hay mecanismos inconscientes que te llevan a sentirte culpable. En el fondo, todos tenemos cierta idea de que cuando nos ocurren hechos negativos es porque hicimos algo mal o algo malo.
Estas situaciones también pueden llevarnos a percibir que somos mucho más frágiles de lo que realmente somos. No es raro que en esos casos disminuya un poco, o bastante, la confianza en nosotros mismos. Corremos entonces el riesgo de formarnos una idea equivocada de lo que somos capaces o no somos capaces de hacer.
La “caída del mundo” es un marasmo. Una situación de perplejidad en la que no queremos permanecer, pero de la que tampoco sabemos cómo salir. Ya el mundo no es, ni volverá a ser, lo que era antes. ¿Cómo lograr inventarnos una nueva vida, a veces de la nada, para poder seguir adelante?
Inventar nuevos caminos en el mundo
Nada tiene sentido en el mundo por sí solo. Un árbol es un árbol y eres tú quien decide si lo ves como un obstáculo, como un amparo o como algo que te maravilla y te atrae. Lo mismo ocurre con las situaciones más abstractas, con las vivencias y con las personas. Eres tú quien les otorga el sentido que tienen o dejan de tener.
A veces tenemos que partir de cero para seguir viviendo. Es una situación atemorizante, pero también puede ser una gran oportunidad para construir y otorgar nuevos significados a todo lo que compone un nuevo mundo. Puedes llenarlo de inseguridad, culpas y temores, pero también puedes, paso a paso, convertirlo en una realidad que está a un nivel superior de la que le precedía.
¿Cómo subirte de nuevo al mundo, después de que te has caído? Como se hace todo lo valioso que tiene la vida: con humildad, perseverancia y empeño. Confía en ti. Confía en tu capacidad para levantarte y seguir adelante. Si estás aquí y estás leyendo esto es porque estás buscando. Y si buscas, vas a encontrar.
Deja que hable tu corazón, no tus miedos ni tus condicionamientos. Escucha el rumor de lo más genuino que hay dentro de ti. Levántate y anda. Ve detrás de aquello que deseas. Recuerda que un viejo adagio dice: “Quien sabe el qué, encontrará el cómo”.
Imágenes cortesía de Manannán mac Lir, Sprite by the river