Me gusta la gente que llega a tiempo y no cuando tiene tiempo
El tiempo es ese duro escultor que se lleva la juventud, nuestros sueños aún no cumplidos y que pauta nuestros días. En él, inscribimos nuestras obligaciones y valoramos a su vez, cuáles son nuestras prioridades.
Sabemos también que no siempre es posible distribuir el tiempo tal y como desearíamos. Dedicarlo más a los hijos en lugar de a tantas horas de trabajo. No obstante, y dejando a un lado el deber laboral, podemos hablar de ese otro tiempo tan relativo al cual poder dedicarlo a las personas que nos son significativas.
Para lo que uno valora como importante, no existe el tiempo, las alambradas o los enfados. El corazón que es noble sabe priorizar lo que es acorde a su esencia, a su bondad natural.
Son muchos los padres que echan en falta a los hijos cuando los necesitan. Son muchos los amigos que sienten el vacío de esas personas que una vez consideraron hermanos del alma , y que una vez, no llegaron a tiempo cuando los necesitaban.
En realidad, no se trata “de ser puntuales”, se trata de saber ofrecer reciprocidad y saber que hay momentos en que de verdad somos necesitados. Y aún más, tampoco basta sólo con estar, se tratar de “estar presentes” con autenticidad, cariño y apertura. Nunca por mera obligación.
En ocasiones, la falta de tiempo es falta de interés
Las personas tenemos obligaciones en el día a día, y todos hemos de respetar y reconocer que en ocasiones, no siempre es posible dejarlo todo para ir junto a alguien. Entender esto también es esencial. Ahora bien, llegan instantes en que uno sabe juzgar muy bien cuando en realidad lo que hay, es “falta de interés” y no falta de tiempo.
Una amistad termina siempre por dos razones: cuando aparece el interés egoísta por parte de alguien o cuando hace acto de presencia esa brisa fresca que trae la falta de interés.
Estamos seguros de que también tú habrás experimentado en piel propia alguna de estas dimensiones. No obstante, hemos de tener en cuenta que también nosotros podemos llegar a dejar de invertir tiempo y mostrar desinterés en personas de las que al final, descubrimos que no nos son significativas. Que no nos aportan nada positivo. Veamos ahora los 3 principios que construyen esas relaciones positivas donde de verdad, el tiempo adquiere auténtico significado.
El principio de la reciprocidad
Yo invierto tiempo en quien forma parte de mi esencia, en quien enriquece mi identidad y me ofrece emociones y aprendizajes positivos que favorecen mi crecimiento personal.
- La reciprocidad se basa en saber corresponder a quien me hace bien, y en la obligación libre y sincera de dar a la vez que recibir.
- La reciprocidad se basa también en el reconocimiento. Yo reconozco a mi familia como un pilar importante en mi vida y les dedico tiempo porque lo merecen y porque los quiero.
- En la reciprocidad no hay egoísmos, son sentimientos libres que se dan porque forman parte de nosotros. Es una fuerza interior que no solo nos hace llegar a tiempo, provoca que sepamos “intuir” cuándo se nos necesita.
El principio de la autenticidad
Lo que yo ofrezco es auténtico. Nadie me coacciona o me manipula para que deje de lado lo que estoy haciendo y vaya a su lado. Lo hago porque ese hilo invisible que me une a otras personas, es como una arteria que me impulsa y me guía.
- Las personas auténticas viven de modo consciente y saben muy bien lo que quieren, y quienes deben formar parte de su vida.
- Lo positivo de rodearnos de personas auténticas es que en todo momento sabremos que lo que dicen y hacen es sincero, porque para ellos no existen los engaños o los egoísmos. Saben muy bien cómo son y lo que desean en la vida.
- La autenticidad es un valor que edifica las relaciones positivas.
El principio de la libertad
Ninguna relación, ya sea afectiva, familiar o de amistad, puede vivir bajo la coacción. Si elegimos invertir tiempo en alguien es porque lo hacemos en completa libertad y porque así lo deseamos, porque así lo sentimos.
Una amistad es aquella que te permite en todo momento ser tú mismo, un buen padre es aquel que da libertad a su hijo para que elija su camino cuando está preparado.
Todo lo que no se hace con libertad de sentimientos no será auténtico. Cuando alguien nos llama porque nos necesita e intuimos cierta coacción o chantaje implícito, jamás iremos a su lado de buena gana. Jamás sentiremos auténtica cercanía en quien nos controla o somete.
Eres libre de elegir en quien deseas invertir tu tiempo y en quien no. Es algo que deberá juzgar tu corazón, pero jamás sientas remordimiento por no dedicar tus horas o tus días en quien no te merece. La vida hay que vivirla en plenitud y no con sufrimientos o chantajes.
Lo más común es que siempre lleguemos a tiempo cuando esa persona a quien queremos de verdad, nos necesita. Y lo haremos porque cuando alguien nos importa, intuimos que debemos estar a su lado antes de que lo exprese.
El cariño sincero no necesita palabras ni hay distancias lo bastante largas para acercar dos corazones que siempre laten al mismo ritmo.
Imágenes cortesía de Pascal Campion y Christian Schloe