Microbiota, estrés y ansiedad: ¿qué tienen en común?

El estado de la microbiota afecta directamente a los niveles de ansiedad y estrés. Te contamos los últimos descubrimientos en el siguiente artículo.
Microbiota, estrés y ansiedad: ¿qué tienen en común?
Montse Armero

Escrito y verificado por la psicóloga Montse Armero.

Última actualización: 01 agosto, 2022

Microbiota, estrés y ansiedad están mucho más relacionados de lo que puede parecer en un primer momento. De entrada, uno podría pensar que un alto nivel de estrés o ansiedad no tiene nada que ver con el equilibrio de la microbiota. Sin embargo, sí hay una conexión, y además es directa.

Desde principios del siglo XXI, se está estudiando a gran escala tanto la microbiota como su composición genética, el microbioma. La razón principal es que se ha descubierto que la microbiota tiene un papel fundamental en el desarrollo de las enfermedades modernas.

Así, un desequilibrio en la microbiota intestinal mantenido en el tiempo, conocido como disbiosis intestinal, predispone a las personas a desarrollar múltiples enfermedades. En este artículo analizamos los motivos.

Bacterias intestinales

¿Cómo nos afecta exactamente la microbiota?

La microbiota es el conjunto de bacterias y microorganismos presentes en un hábitat. Para describir cómo afecta la microbiota a los organismos, Eugene Rosenberg propuso hace unos años la teoría de la evolución del hologenoma. Esta teoría contempla que todos los seres vivos establecen una relación simbiótica con los microorganismos que los habitan. El ser vivo sería el hospedador y la microbiota se hospedaría en él. El conjunto de ambos es denominado holobionte.

El hologenoma sería la suma de la información genética de un ser vivo más la de la microbiota que lo habita y ambas se influyen mutuamente. De hecho, en muchas ocasiones, la información genética de la microbiota tiene un papel determinante, incluso mayor que la del propio organismo que la hospeda. Por esa razón, la microbiota tiene una influencia tan destacada en el estado de salud.

¿Cómo se relacionan microbiota, ansiedad y estrés?

Una vez puesto en relevancia el papel del microbioma, podemos empezar a entender por qué está muy relacionada con la ansiedad. Y es que la microbiota afecta a numerosos sistemas del cuerpo, entre ellos el sistema nervioso central.

Estudios de esta última década explican cómo la microbiota produce algunos de los neurotransmisores más importantes para el funcionamiento cerebral. Entre ellos el cortisol, la norepinefrina, la serotonina, la dopamina, el GABA y la acetilcolina. Estos neurotransmisores juegan un papel fundamental en nuestro comportamiento.

La vía de comunicación entre la microbiota intestinal y el sistema nervioso central es el eje intestino-cerebro. A través de este eje, la microbiota intestinal transmite información al sistema nervioso central. En caso de disbiosis intestinal, la señal que se transmite genera múltiples reacciones en el cuerpo, entre ellas un estado proinflamatorio, un aumento del estrés oxidativo y una mayor degeneración celular.

Numerosos autores consideran que la disbiosis intestinal influye en el desarrollo de trastornos como la ansiedad, el estrés o la depresión. Por este motivo se está investigando cómo a través de la recuperación del equilibrio intestinal se pueden reducir los síntomas asociados a estas enfermedades

El papel de los prebióticos y los probióticos en la ansiedad y el estrés

En algunos estudios, como el de Bruce Stevens (Stevens et al., 2018), se descubrió que pacientes con ansiedad crónica tenían una microbiota intestinal menos diversa de lo habitual.

En otro estudio de Kim y de la Serre, se encontró que personas con estrés crónico tenían una microbiota intestinal alterada.

Hay autores que consideran que los tratamientos actuales para tratar la ansiedad o situaciones de estrés crónico no son demasiado efectivos, por lo que proponen utilizar otras estrategias terapéuticas. Una de las más destacadas es incidir en la microbiota a través de prebióticos y probióticos.

Prebióticos

Según la FAO (Food and Agriculture Organization), los prebióticos son ingredientes alimentarios que producen cambios en la composición de la microbiota intestinal y que aportan un beneficio al individuo. Por tanto, su consumo puede ayudar de forma significativa a mejorar el estado la microbiota y por ende de la salud física y mental.

No todos los alimentos tienen un efecto prebiótico. Para ello, deben ser resistentes a la acidez gástrica y a la absorción intestinal. Además, deben ser fermentados selectivamente por bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal y han de inducir efectos fisiológicos beneficiosos para la salud.

Algunos de los alimentos con efecto prebiótico son ricos en fibras solubles como las pectinas, los mucílagos o los fructanos. Las fibras insolubles como el almidón resistente también tienen un efecto prebiótico muy interesante.

Probióticos

Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del huésped. Aunque los estudios predominantes son mayoritariamente en animales, hay algunos que han demostrado la eficacia de los probióticos para tratar la ansiedad y el estrés.

Por ejemplo, Mohammadi et al. demostraron que cápsulas con agentes bacterianos del yogur mejoraban la ansiedad. Asimismo, el estudio de Messaoudi et al. demostró la mejora de los niveles de estrés y ansiedad mediante la suplementación de una combinación de probióticos.

Probióticos

Microbiota, ansiedad y estrés: una relación a largo plazo

Cada vez son más los estudios que relacionan el estado de la microbiota intestinal con el desarrollo de trastornos mentales, como la ansiedad o el estrés crónico. Es cierto que no es el único factor que determina la aparición de estos trastornos; sin embargo, sí puede influir en el surgimiento y la intensidad de los síntomas.

Desde las investigaciones actuales, la utilización de prebióticos y probióticos como tratamiento ante los síntomas de estrés y ansiedad parece una opción terapéutica a tener en cuenta. No obstante, el número de estudio en humanos es todavía reducido y es necesario esperar a que haya más evidencia científica para determinar su eficacia.


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