Ellos miedosos, ellas idealistas
No siempre el amor fue tan complicado. Antes de que se instalara en la cultura de Occidente la idea del amor romántico, ellos y ellas tenían relaciones más estables.
Actualmente, en cambio, los seres humanos nos debatimos en el marco de dos realidades paradójicas: por un lado, la mayoría quiere encontrar a esa persona maravillosa que marque un antes y un después en su vida amorosa; por otro lado, también la mayoría, desligan esa idea del “gran amor” de la frustración o el sufrimiento.
En otras palabras, muchos buscan los beneficios del amor, pero no quieren pagar sus costes. Estos imaginarios se instalan tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, ellos lo traducen y lo viven de una manera, mientas que ellas lo hacen de una forma diferente.
Dos visiones diferentes
La mayoría de los hombres no son conscientes de su miedo a amar. Casi todos optan por desinteresarse del tema, pasar de una relación a otra sin dar tiempo de decir “qué lindos ojos tienes” o tornándose cínicos frente al afecto.
En cambio, habitualmente, ellas son expertas en idealizar, primero, y desvalorizar, después, a esos hombres con los que eventualmente han podido construir una historia de amor.
“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender”
–Françoise Sagan–
Ellos y sus miedos
El gran temor de la mayoría de los hombres es el de “comprometerse”. Aunque la palabra parece muy clara, en realidad tiene múltiples significados. Cada uno la entendemos o la comprendemos de una manera diferente.
Algunos piensan que comprometerse es despertar demasiadas expectativas en una mujer. Por eso se cuidan y miden muy bien cada paso que dan en la relación. Otros creen que el compromiso llega cuando abren su corazón y muestran lo que llevan en su interior.
Algunos más piensan que están comprometidos cuando la relación pasa el límite de determinado tiempo de duración. Finalmente, cada uno de ellos le da la forma que quiere al miedo que siente.
El origen de los miedos
Desde el punto de vista del doctor Juan David Nasio, reconocido psicoanalista argentino, todos esos miedos nacen de una sola fuente: el temor de defraudar o “traicionar” a sus madres. Muy en el fondo, en el plano inconsciente, ellos están comprometidos de por vida con la idea de que solo su madre merece ese amor completo y que son incapaces de experimentar ese sentimiento con otras mujeres.
Esa es la raíz de esa sensación, que tantos expresan diciendo que “algo falta” en esas mujeres que conocen. Estos hombres van de una relación fracasada a otra. Con sus descuidos, su falta de sensibilidad o su necesidad de control, después, se quejan de que ninguna mujer cumple con los requisitos que buscan.
Si revisan a conciencia lo que ocurre, encontrarán que son ellos mismos quienes se encargan de sabotear esa oportunidad de construir una verdadera historia de amor.
Ellas y sus idealizaciones
Muchas mujeres construyen su propio castillo de fantasía donde ellas juegan a ser princesas. Desde allí, organizan historias de amor inverosímiles, en las que solo puede llamarse “príncipe” a ese hombre que pueda hacerse cargo de sus neurosis y sus inseguridades. Una suerte de “padre cortés”, capaz de proporcionarles el sentimiento de seguridad que ellas no tienen y de protegerles frente a las vicisitudes de la vida.
La mayoría de ellas dirán que no. Se ven a sí mismas como mujeres modernas, autónomas e independientes. Sin embargo, pasan la vida haciendo y deshaciendo relaciones.
Cada vez que terminan una, dicen en su diálogo interno que “los hombres no valen la pena”, o que se sienten “desilusionadas” de ese hombre porque no era lo que parecía. En el fondo, añoraban un hombre que se portara como una mujer: les cuesta entender que el sexo opuesto es eso: opuesto.
Al indagar se descubre que la decepción y la desvalorización hacia los hombres provienen precisamente de que se sienten defraudadas en sus fantasías. Él no las trató como las princesas o reinas que ellas eran.
Finalmente, él también pudo hartarse de sus caprichos. Quizás tampoco las cambió por su mujer “legítima”, o no las protegió como a niñas mimadas. Tampoco se portó como el caballero andante que debía haber sido. Tuvo deslices: era un hombre de carne y hueso, no un príncipe.
Fantasía y realidad
Amar no es fácil. Dejarse amar, tampoco. Pero se vuelve una tarea imposible cuando los miembros de la pareja están atados a sus fantasías infantiles y no quieren renunciar a ellas. Hacen del amor una hazaña imposible.
A veces, los miembros de la pareja se vuelven incapaces de apreciar y darle valor a todas esas contradicciones que nos hacen humanos y que son precisamente las que el otro debe aceptar, sin tratar de remediarlas, cuando hay verdadero amor.