Mindfulness para el manejo del dolor
El dolor es una experiencia displacentera que todos hemos experimentado, y que puede afectarnos más allá del plano físico. Cuando la dolencia se convierte en crónica, aparecen la ansiedad, la depresión, la angustia y la desesperanza. Aunque la medicina es la encargada de tratar la enfermedad, desde la psicología podemos encontrar interesantes propuestas que nos ayuden a lidiar con el malestar. Entre ellas, hoy queremos hablarte del mindfulness para el manejo del dolor.
Existen otros abordajes, tales como las técnicas conductuales, que también ofrecen buenos resultados. Sin embargo, corrientes, como el mindfulness o la atención plena, están ganando popularidad debido a los prometedores hallazgos encontrados.
Si padeces dolor crónico y deseas mejorar tu calidad de vida, te puede interesar conocerlos.
¿Qué es el mindfulness?
Las intervenciones basadas en mindfulness forman parte de las terapias de tercera generación. Estas buscan promover y desarrollar la habilidad psicológica de la conciencia plena, ya sea de forma puntual (estado) o como rasgo estable en la persona.
El mindfulness nos invita a prestar atención al momento presente de forma deliberada, sin juicios ni expectativas; en definitiva, a convertirnos en espectadores externos de nuestras circunstancias.
Atender a lo que ocurre con curiosidad y apertura, con una disposición de aceptación, cambia totalmente nuestro estado e influye positivamente en nuestros procesos cognitivos y emocionales. Estos efectos que se producen a nivel psicológico y neurobiológico pueden resumirse en tres, que son los que logran la efectividad de estas terapias.
1. Mejora del control atencional
El mindfulness nos ayuda a entrenar nuestra capacidad de focalizar la atención y sostenerla. Acostumbrados a una mente que divaga, que salta de un pensamiento a otro, que retrocede constantemente al pasado o se adelanta al futuro, esta no es una tarea sencilla.
2. Mayor capacidad de regulación emocional
Este tipo de intervenciones basadas en la atención plena nos invitan a practicar la no-reacción. Por lo general, analizamos y juzgamos todo evento de nuestra vida, calificándolo como positivo o negativo y respondiendo emocionalmente al respecto. Con el mindfulness, logramos una menor activación automática de esas emociones y alcanzamos un estado de ecuanimidad.
No solo nos ayuda a reducir los afectos negativos, a minimizar la rumiación y la preocupación, sino que además promueve una capacidad de reevaluar los acontecimientos desde un prisma más positivo. Lo cual, indudablemente, favorece estados de ánimo más agradables.
3. Mayor autoconciencia
La mayoría de nosotros tendemos a sobreidentificarnos con nuestra mente; esto es, tomamos nuestros pensamientos como propios, reales e inamovibles, y cuando estos son negativos, nos dejamos llevar profundamente por ellos. El mindfulness nos permite distanciarnos y colocarnos en una posición de observador externo, comprendiendo que esos contenidos mentales son transitorios y no constituyen una verdad absoluta.
En definitiva, si comparamos nuestra mente con un televisor, entendemos que los pensamientos son solo programas que se emiten, y nosotros los espectadores. No tenemos por qué vincularnos necesariamente con esos contenidos.
El mindfulness para el manejo del dolor
Ahora bien, ¿de qué forma pueden ayudarnos estas habilidades a manejar el dolor? En realidad, se trata de un cambio total de paradigma. Cuando sentimos dolor, naturalmente reaccionamos de forma intensa y negativa; nos resistimos a él, luchamos, nos frustramos.
Es posible que optemos por la evitación, ya que solo deseamos no sentirlo, hacer cualquier cosa porque se mitigue o desaparezca. También es posible que nos centremos con exceso en su presencia, pero desde el juicio, la lucha y la desesperación.
Cualquiera de estas dos actitudes únicamente incrementa el malestar, genera ansiedad y afecta negativamente nuestra calidad de vida. Por ello, el mindfulness nos propone otro enfoque: atender al dolor con apertura y curiosidad, sin juicios, sin resistencias, con aceptación plena.
Beneficios del mindfulness para el manejo del dolor
Por supuesto, para lograr esto se requiere práctica y dedicación, ya que va en contra de lo que intuitivamente solemos hacer. Sin embargo, puede ser muy beneficioso:
- El mindfulness nos ayuda a regular la atención, la cual está muy ligada a la percepción del dolor. Al atender las sensaciones con apertura, podremos discriminar variaciones en su intensidad e incluso comprobar que no están siempre presentes. Esto reducirá la angustia y la sensación de desesperanza.
- Al aceptar el dolor, dejamos de luchar contra él y de querer erradicarlo. Al cesar esta lucha, dejamos de desgastarnos y de sentirnos frustrados y fracasados. Se eliminan así emociones muy negativas que pueden conducir a la depresión y la desesperación.
- Ayuda a reducir la ansiedad, la tensión, el estrés y el insomnio, condiciones que suelen agravar el dolor y que afectan al bienestar emocional.
- Mejora la funcionalidad de la persona y su calidad de vida. Y es que enseña a convivir con el dolor, a lograr estar en paz e incluso a disfrutar aun cuando esa realidad sigue presente.
En definitiva, practicar mindfulness para el manejo del dolor nos ayuda a evitar el sufrimiento, a mejorar la calidad de vida y la salud emocional. Probablemente, no se logrará eliminar la sensación dolorosa, pero aprender a vivir con ella, evitar la ansiedad y la depresión y sentirnos en paz con el presente puede suponer un gran cambio.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Hervás, G., Cebolla, A., & Soler, J. (2016). Intervenciones psicológicas basadas en mindfulness y sus beneficios: estado actual de la cuestión. Clínica y salud, 27(3), 115-124.
- Hilton, L., Hempel, S., Ewing, B. A., Apaydin, E., Xenakis, L., Newberry, S., ... & Maglione, M. A. (2017). Mindfulness meditation for chronic pain: systematic review and meta-analysis. Annals of Behavioral Medicine, 51(2), 199-213.
- Moix, J., & Casado, M. (2011). Terapias psicológicas para el tratamiento del dolor crónico. Clínica y Salud, 22(1), 41-50.