5 mitos sobre el estrés
La palabra estrés evoca temor y desagrado, es como un “monstruo” que nos acecha constantemente. Pero, ¿Realmente es tan temible como lo pintan? En este artículo vamos a atrevernos a enfrentar una a una cinco de las más temibles creencias populares que existen acerca del estrés, y ¿Por qué no? Quizás logremos domesticarlo y aprender a usarlo a nuestro favor.
El estrés viene de afuera
Popularmente se cree que el estrés es causado por circunstancias externas, como un divorcio, la pérdida de empleo, exceso de trabajo, etc. Nadie podría negar que estos eventos son desafiantes porque nos sacan de nuestra zona de comodidad.
Sin embargo, es en realidad la maraña de creencias negativas (producidas por nuestra mente) la que crea historias de horror que nos quitan el sueño y la paz. Por lo tanto, hacen más difícil superar la situación original. Esto, a su vez, crea un círculo vicioso, ya que al mermar nuestra capacidad de enfrentar el evento, nos estresamos más.
En realidad, el estrés proviene tanto de un suceso externo que nos activa emocionalmente, como del propio pensamiento del sujeto, acerca de dicho suceso.
El estrés siempre es malo
Sin estrés no podríamos vivir; el estrés, que significa fuerza en inglés, nos da ese extra de activación para hacer frente a las demandas de nuestro entorno.
Resulta que si aprendemos a verlo con otros ojos, hasta puede ser nuestro aliado. ¿Cómo? Bueno, si logramos comprender:
- Las circunstancias siempre son pasajeras.
- La incomodidad que sentimos en realidad está demandando que expandamos nuestro potencial.
- Superar nuestras limitaciones nos trae paz, felicidad y crecimiento personal.
La solución al estrés es externa
Bien sea la ingesta de medicamentos, pretender que desaparezca mágicamente el problema, abusar del alcohol, del cigarrillo o las drogas, o mantenerse ocupados compulsivamente, estas soluciones externas son superficiales y engañosas porque nos hacen presa fácil de sucumbir al próximo evento desafiante.
Ninguna de aquellas “soluciones” nos proporciona herramientas internas que nos permitan enfrentar cualquier situación que se nos presente. Sí, en cambio, nos ayuda el desarrollo de capacidades tales como la creatividad, la flexibilidad, la apertura mental, la capacidad de meditar (en vez de preocuparse) acerca de la situación y la disposición a aprender de la misma.
Somos víctimas del estrés
Aunque parezca ilógico, esta perspectiva tiene sus ganancias: crear un drama que nos haga sentir como víctimas, y parecerlo ante los demás, puede despertar lástima y lograr que otros se ocupen de nosotros, evadiendo así nuestra responsabilidad.
Al hacer esto, cedemos nuestro valioso poder personal, ya que en realidad es mucho lo que podemos hacer: desde aprender de la experiencia y profundizar en cuál es nuestro propósito en este mundo, hasta explorar nuevas y saludables formas de manejar el estrés, tales como el yoga, las acupuntura, las terapias alternativas, la espiritualidad y la meditación.
El estrés nos toma por sorpresa
No, no, no. El estrés no es un astuto ser malévolo que se aparece de repente para atacarnos. En realidad empezamos a recibir señales, sutiles al principio y luego cada vez más evidentes: desde falta de concentración, tensión muscular, cambios de humor, resfriados constantes, dificultad para dormir, hasta depresión.
Por ello, es importante que estemos en “contacto cercano” con nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestras emociones, para así estar atentos a cualquier perturbación que pueda indicar que algo no está bien y poder tomar las medidas necesarias.