El modelo ABC de comportamiento, una herramienta para el cambio
Todos sabemos identificar el mal comportamiento, pero comprenderlo es otra historia. Si en un aula de infantil tenemos a un niño que muerde a sus compañeros, etiquetaremos a ese alumno como agresivo y nos limitaremos a controlar su conducta. Si en nuestro trabajo hay un compañero malhumorado e irritable, lo más común es que evitemos su cercanía y hasta su trato.
Entender qué impulsa a una persona a comportarse de un modo negativo y hasta disfuncional requiere ir más allá de lo aparente. Somos muy rápidos a la hora de etiquetar, pero muy poco pacientes para detenernos en comprender. De este modo, y como bien podemos imaginar, uno de los propósitos más decisivos de la psicología es desentrañar las variables que hay detrás de las conductas.
El ser humano es un complejo conglomerado de factores que determinan cómo somos, lo que pensamos y lo que hacemos. En ese entramado de elementos está nuestra genética, factores ambientales, experiencias, crianza, historial conductual, etc. Para comprender ese universo desafiante, contamos con herramientas tan interesantes como el modelo ABC desarrollado por el psicoterapeuta cognitivo Albert Ellis.
“La gente no solo se enfada. Contribuye a su propio malestar”.
-Albert Ellis-
El modelo ABC y por qué hacemos lo que hacemos
El modelo ABC es una estrategia que suele utilizarse en la terapia cognitiva conductual (TCC) para modificar un comportamiento disfuncional o negativo. Las letras ABC son un acrónimo, que traducido del inglés significan: antecedentes, comportamiento y consecuencias.
Gracias a este recurso, el psicólogo dispone de una lente para comprender, desde la observación y el análisis funcional, por qué un niño muerde en clase o por qué ese compañero de trabajo lleva una época tan hermético e irritable. A fin y al cabo, detrás de toda conducta hay siempre una serie de antecedentes que generan una respuesta y esta tiene unas consecuencias. Comprender esa secuencia es una herramienta de enorme valor.
De este modo, un trabajo realizado por los profesores de la universidad de Nevada, William O’Donohue Jane E. Fisher Steven apunta que la terapia cognitiva conductual aplica este modelo en situaciones tan variadas como lograr que alguien deje de fumar o para que maneje mejor su estrés. Asimismo, si hay un campo en el que resulta eficaz es en el educativo.
El modelo ABC de comportamiento no solo nos permite entender por qué hacemos lo que hacemos; además, nos facilita el poder cambiar dar forma a conductas más saludables.
Objetivos y aplicación
El modelo ABC de comportamiento tiene un gran abanico de áreas de aplicación. El objetivo no es solo comprender qué hay detrás de cada pensamiento, hábito y conducta. La meta final es tratar ese comportamiento problemático o disfuncional y facilitar una mejora, un cambio saludable (Kuyken, Padesky & Dudley, 2009).
Veamos cómo se aplica:
Paso 1. Describir comportamiento problemático
Lo primero que deberá hacer el profesional es describir de manera objetiva y meticulosa esa conducta central que ocasiona el problema. Vayámonos una vez más al caso imaginario de ese niño de infantil propuesto al inicio:
Manuel tiene cuatro años y muerde a sus compañeros entre tres y cuatro veces por semana. Lleva a cabo esta conducta agresiva cuando debe realizar tareas en grupo y, sobre todo, en las últimas horas del día, cuando está más cansado. Sus padres están informados y comentan que en casa no le han visto ese tipo de reacción (solo tiene una hermana y esta tiene cinco meses).
Paso 2. Describir antecedentes
¿En qué situación aparece la conducta disfuncional? ¿Qué eventos, condiciones o factores anteriores pueden contribuir a ese tipo de reacción? ¿Qué personas acompañan al sujeto investigado? ¿Qué tipo de interacción tiene con su entorno? El análisis y la observación son dos mecanismos clave en el modelo ABC de comportamiento.
Manuel muerde a sus compañeros cuando pierde la paciencia en las tareas en grupo. También cuando está cansado. No quiere compartir, busca de manera constante ser el centro de atención de su maestra y se frustra rápidamente cuando se le pide algo. Sus padres señalan que desde que llegó su hermanita siente celos.
El paso 3. Describir consecuencias
Toda conducta tiene un efecto, tanto en el propio entorno como en la persona que emite la acción. El problema es que, muchas veces, esas consecuencias pueden actuar a su vez como reforzadores.
Por ejemplo, el fumador siente placer con el tabaco y lo vincula a su vez a instantes de ocio o conexión social, aunque a largo plazo, esa adicción tenga consecuencias.
Cuando Manuel muerde a sus compañeros se sale muchas veces con la suya. Se queda con los materiales que desea y se impone sobre los demás. Sin embargo, esto altera las clases y genera malestar en las educadoras que ya no saben cómo manejar al niño por su agresividad. Al final, han optado por permitir que haga ciertas tareas solo para evitar más conflictos. Esto a él es gratificante.
“No podemos cambiar el pasado, así que cambiemos cómo las personas piensan, sienten y se comportan hoy”.
-Albert Ellis-
Paso 4. La intervención
¿Por qué se mantienen ciertas conductas disfuncionales? ¿Por qué las personas repetimos pensamientos y acciones que son dañinos para nosotros y para nuestro entorno? El objetivo del modelo ABC de comportamiento es ayudarnos a identificar esas variables ocultas que configuran realidades tan desafiantes como las adicciones o las autolesiones.
El paso más decisivo es trazar una serie de intervenciones que, a modo de experimento, tendrán como objetivo lograr un cambio. Cabe señalar que muchas veces se establecen a modo de ensayo y error. Supervisar y valorar cada intervención es decisivo.
Sigamos con nuestro caso:
En primer lugar, en el caso de Manuel se establece ayudar a los padres a que gestionen los celos por la llegada de su nueva hermana. Aportarle al niño herramientas para gestionar sus emociones será el primer paso. El siguiente será insistir en que el niño, lejos de permitir que trabaje en solitario, aprenda estrategias de colaboración con sus iguales. Saber compartir y gestionar la frustración serán los dos pilares más decisivos.
Conclusión
Vivimos en una sociedad que se focaliza casi en exclusiva en las consecuencias de las acciones para premiarlas o castigarlas. Así, cuando vemos a alguien, adulto o niño, atrapado en el ciclo de una serie de hábitos contraproducentes, no siempre sabemos cómo actuar. Es importante conocer qué rodea a ese individuo, qué ocurre en su interior, y qué antecedentes preceden a sus acciones.
El modelo ABC aporta un valor significativo a la hora de llevar a cabo esta tarea de análisis, investigación e intervención para el cambio. Los ámbitos de aplicación son infinitos, trasladándose incluso hasta el ámbito de los animales. Pocas herramientas resultan tan interesantes y prácticas en psicología.
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- Haynes, S.N. & Hayes O’Brien, W. (2000) Principles and Practice of Behavioural Assessment. Kluwer Academic / Plenum Publishers: Applied Clinical Psychology Series, London.
- Kuyken, W., Padesky, C.A., Dudley, R. (2009) Collaborative Case Conceptualization: Working Effectively with Clients in Cognitive-Behavioral Therapy. The Guildford Press, London.
- Persons, J.B. (2008) The Case Formulation Approach to Cognitive-Behavior Therapy. The Guildford Press, New York.
- Young SD. The Adaptive Behavioral Components (ABC) Model for Planning Longitudinal Behavioral Technology-Based Health Interventions: A Theoretical Framework. J Med Internet Res. 2020 Jun 26;22(6):e15563. doi: 10.2196/15563. PMID: 32589152; PMCID: PMC7351148.