Género neutro: ¿en qué consiste?
En apariencia, vivimos en un mundo organizado alrededor del azul y del rosa. Cada color parece estar asignado a un género y, desde el momento de nuestro nacimiento, se suele asociar nuestra identidad con uno de estos dos colores.
Sin embargo, gracias a las luchas del movimiento LGBTIQ+, hemos empezado a ver cómo van apareciendo otros colores, otras alternativas que escapan a la polarización masculino-femenino.
Por ejemplo, la idea de género neutro remite a la posibilidad de construirnos como sujetos sin forzar la identificación con marcas de género, tradicionalmente ligadas al hecho de ser hombre o ser mujer.
En este artículo vamos a explorar qué es el género neutro, qué implica asumir la neutralidad de género como posibilidad identitaria y cuáles son los retos de pensar en una educación fuera del rosa y del azul.
Neutralidad como posibilidad identitaria
Para autoras como Judith Butler, el momento en el que se enuncia en voz alta “es un niño” o “es una niña” es un acto que de alguna manera nos etiqueta y nos condiciona.
Si le sumamos a esto el hecho de que este marco se refuerza con la selección de colores, juguetes y, por supuesto, un nombre, podemos estar de acuerdo en que cada ser humano, incluso antes del nacimiento, viene cargado de expectativas, estereotipos e imposiciones de género orientados hacia la esperanza cisnormativa de que el sexo biológico coincida con la identidad de género en el futuro.
No obstante, esto no siempre ocurre, cuando la identidad de género de una persona no coincide con el género asignado al momento de nacer, estaremos hablando de identidades transgéneras.
Dentro de las posibilidades identitarias en el marco de las experiencias de vida trans está la de las identidades agénero o de género neutro. Se refiere a personas que no se identifican con ninguna identidad de género ni particularmente con ninguna de sus expresiones. Por esta razón, tienden a adoptar una estética neutral, generalmente asociada con la androginia, evitando la adopción de marcadores específicos de género.
Sin embargo, podemos hacer algunas críticas a esta expresión estética de la neutralidad de género. Muchas de las prendas de vestir y de las prácticas estéticas cotidianas (peinado, maquillaje, etc.) señaladas como “neutrales” suelen estar asociadas a la expresión tradicional de género masculina: colores oscuros y neutros, y estilos sobrios y poco llamativos.
Educar en género neutro
En los últimos años, la educación no sigue líneas tan marcadas respecto a las expectativas de género. Prácticas como escoger nombres cuyo uso sea habitual tanto para hombres como para mujeres o, incluso, nombres nuevos que no estén asociados a objetos generizados, o elegir prendas de vestir de colores diferentes al azul y el rosa se han extendido entre numerosas familias jóvenes como forma de evitar la imposición de estereotipos de género desde la infancia.
La industria de los juguetes también ha empezado a transformarse y a ofrecer alternativas de juguetes neutrales. No obstante, aún mantiene y reproduce estereotipos de género,
Tal vez aún sea muy pronto para determinar el impacto de la educación en género neutral en los roles de género y sus eventuales y deseables transformaciones.
Sin embargo, lo que sí ha podido establecerse es que la libertad de elegir con qué jugar, sin imposiciones de género asociadas, hace que sobre todo las niñas busquen juguetes tradicionalmente masculinos o juguetes neutros. Esto a su vez les abre un escenario novedoso de imaginación, construcción de referentes y proyecciones hacia el futuro.
Género neutro y lenguaje: el gran reto
Uno de los grandes retos del género neutro se juega en el terreno del lenguaje. Por ejemplo, en la fecha en la que este artículo se va a publicar, la RAE no ha aceptado todavía la incorporación del pronombre “elle” ni la inclusión de la letra “e” al final de algunas palabras como forma de nombrar e incluir en el lenguaje a las personas que se identifican como no binarias.
Más allá del formalismo institucional, el lenguaje se crea y se reinventa en su uso cotidiano, donde también hay resistencia a estas formas del lenguaje inclusivo.
Las redes sociales se han convertido en un escenario en el que es posible rastrear estas discusiones entre los usos tradicionales del lenguaje, su carácter dinámico y cambiante y el derecho a la construcción libre de la identidad y a la nominación asociada a ella.
Valdría la pena plantearnos la pregunta acerca del origen de esas resistencias. Y con ello, intentar identificar si realmente tienen que ver con el uso que consideramos “apropiado” del lenguaje o en el fondo esconden formas internalizadas de rechazo a la diversidad sexual, tendencias discriminatorias y, sobre todo, una dificultad para fluir al ritmo de los tiempos que corren, abrirnos al cambio y a las posibilidades de asociadas a él.
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