No soy bueno en nada: ¿qué hay detrás de esta idea?
“No soy bueno en nada, no importa lo que me proponga, al final siempre fracaso en todo”. Este tipo de autopercepción es como una sombra persistente que habita en el universo psicológico de muchas personas. Es la voz de la baja autoestima, el susurro que aniquila propósitos de vida, proyectos y hasta relaciones.
Lo cierto es que sería glorioso sentirnos siempre bien, estar seguros de nosotros mismos al 100 % y percibirnos competentes 24/7. Sin embargo, hay épocas así, momentos en los que dejamos de confiar en nuestras valías, virtudes y capacidades. ¿La causa? En realidad hay muchos factores que orquestan en ese debilitamiento de la autoconfianza, desde experiencias pasadas hasta la hiperexigencia.
Todos hemos estado en ese territorio en algún momento. En esa esfera en la que nos sentimos más débiles y el suelo tiembla bajo nuestros pies. No nos atrevemos a avanzar porque tememos caer, fallar, hacer el ridículo y tomar el camino equivocado. Sabemos que vivir es asumir errores, pero en ocasiones etiquetamos un error como la muestra innegable de que no servimos para nada.
“¿Qué podemos hacer en estas situaciones? ¿Cómo demostrarnos que valemos para muchas más cosas de las que creemos? Debes mirar al mundo directamente a los ojos”.
-Helen Keller-
No soy bueno en nada: ¿qué hay detrás de este pensamiento?
Sentirse inútil, poco o nada hábil es una experiencia habitual en el ser humano. Lo es porque somos nuestros peores jueces y jurados, porque nos ponemos listones muy altos y nos han educado para ser perfectos, eficaces y talentosos. Asimismo, si uno echa una mirada a sus redes sociales lo único que apreciará con frecuencia es un universo absoluto de perfección.
Por ejemplo, es común que los adolescentes sientan de manera temprana que no son buenos en nada. Cuando aún están en proceso de aprendizaje y desarrollo, algunos ya asumen que jamás serán tan competentes, atractivos y brillantes como esas celebridades que siguen en Instagram o TikTok. Vivimos en una sociedad en la que quien no sobresale en algo se autopercibe como un fracasado.
Este fenómeno se explica sobre todo por la comparación social que facilitan medios como las redes sociales. Así, trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de California inciden en esto mismo. Medios como Facebook brindan escenarios accesibles y cercanos para observar y compararnos con infinidad de personas.
Esto puede tener un gran impacto para la autoestima en algunas personas, en especial los más jóvenes. Hasta el punto de distorsionar por completo la visión que tienen de sí mismos.
Muchos de nosotros nos focalizamos únicamente en nuestras debilidades, fallos y carencias. ¿La razón? Porque es más fácil descubrir lo que no tenemos al compararnos con los demás, que apreciar las virtudes y potencial que sí tenemos desde siempre.
Cuando sientes que no sobresales… ¿A qué se debe?
La persona que no se percibe competente en nada refuerza una narrativa mental mediada por la baja autoestima. Eso lo sabemos. Sin embargo, ¿cuál es la raíz de la baja autoestima? Esa es la clave que debemos comprender y esos los factores que conviene tener en cuenta para comprender esta realidad psicológica tan común.
- Ya hemos hablado de la primera causa: la comparación social. Nos hemos habituado a medir nuestras valías en función de lo que son, tienen y hacen los demás.
- Otra causa es nuestra educación. El autoritarismo, la intolerancia al error o el deseo de algunos padres de tener niños perfectos y no felices inocula a menudo en algunas personas la sensación constante de fracaso. De no ser lo bastante buenos como esperan los demás.
- A menudo, situamos la mirada en todos nuestros errores pasados sin apreciar nada más. Quedamos encallados en esa esfera fallida. Cada menosprecio del ayer, caída, puerta cerrada o rechazo puede hacer mella en nosotros. En lugar de procesar estas vivencias como oportunidades de aprendizaje, quedamos bloqueados por completo y con la autoestima dañada.
- Asimismo, lidiar con algún trastorno psicológico como la depresión o la ansiedad alimenta los pensamientos negativos. También esa visión crítica y aniquilante sobre uno mismo.
- Otro factor es el social y relacional. Hay personas que pueden proyectar en nosotros la idea de que no valemos para nada. A veces, una relación afectiva dañina puede destruir nuestro autoconcepto.
La hiperexigencia o la necesidad de ser perfectos o talentosos es otro factor que puede reforzar la idea equivocada de que uno no sirve para nada.
¿Cómo podemos desactivar la idea de que no tenemos ningún talento?
La idea de que uno no es bueno en nada resulta aniquilante. Nos subestimamos porque no toleramos nuestros fallos. También porque habitamos en una sociedad que nos engaña, que nos hace creer que hay quien nace siendo perfecto y talentoso…
Cuando en realidad el talento se trabaja, cuando las valías no nos vienen dadas, sino que se labran mediante el esfuerzo, la autoconfianza y la autoestima. Por tanto, es momento de dejar de alimentar ese diálogo interno degradante.
Valemos mucho solo por estar aquí, solo por existir. Somos perfectos tal y como somos, y servimos para más cosas de las que pensamos.
Cómo recuperar la confianza en ti cuando crees que no eres bueno en nada
- Evita la comparación social. Tú eres tú, los demás son los demás.
- Toma el control de tus pensamientos y tus autovaloraciones. Sustituye unas ideas por otras (“creo que no valgo para este trabajo” — “¿qué tal si lo intento a ver qué pasa?”).
- Aprende de tus errores. Un fallo no es el fin del mundo. Es un paso atrás para tomar mayor impulso.
- Replantéate alguna de tus relaciones. Tal vez haya alguien en tu vida que esté afectando a tu autoestima.
- Haz una lista de todo aquello que se te da bien y de los logros de tu pasado. Esa persona también eres tú.
- Entrena tu autocompasión. Eres alguien que merece tu respeto y aprecio. Es momento de hablarte mejor y de confiar en tus valías.
- Decide cómo quieres sentirte contigo mismo y qué te gustaría lograr. Es hora de trabajar en ello.
Para concluir, si bien es cierto que es adecuado tomar conciencia de aquellas cosas en las que no somos buenos, evitemos llevar esta idea al extremo. Todos tenemos luces y sombras, todos somos falibles y extraordinarios a la vez. Somos mejores de lo que pensamos.
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