Nuestra actitud ante los problemas nos define: reactivos y proactivos
Nuestra actitud ante los problemas es un claro reflejo de nuestra personalidad. A veces, poco importa que nos ofrezcan recursos, consejos y estrategias para hacer frente a cualquier dificultad. Si nuestro carácter se define por la impulsividad, por actuar antes que pensar o por esa resistencia donde obcecarse de manera obsesiva en que nada va a salir bien, resultará muy complicado avanzar hacia cualquier resolución.
Decía el escritor y periodista Henry-Louis Mencken que todo problema tiene una solución fácil, una plausible y otra claramente equivocada. Convertirnos en esa persona capaz de ver en cualquier desafío una salida sencilla, original y beneficiosa requiere, por encima de todo, hacer varios cambios en nosotros mismos. La clave es que algo así no se consigue de un día para otro.
Para entenderlo mejor, pondremos un ejemplo. Tenemos a una persona que sufre un elevado estrés en su trabajo. Se siente infravalorado y padece además una clara situación de mobbing muy desgastante. Aun así, sigue acudiendo cada día a su trabajo de manera puntual. Su entorno, su familia y amigos le aconsejan que lo deje y que opte por otro empleo; sin embargo, él no lo hace, se resiste.
Hay situaciones en las que los consejos no sirven. No importan las buenas intenciones u ofrecer valiosas estrategias para que alcancemos el bienestar. Como bien decía Albert Ellis, el cambio debe partir de uno mismo y algo así exige tener que ponerse frente a frente, ante los propios pensamientos, la propia personalidad, las creencias y ese universo interno a menudo tan caótico, complejo y hasta descuidado.
Nuestra actitud ante los problemas lo es todo
Los problemas son como un laberinto donde uno puede perderse o asumirlo como un desafío que afrontar para probarse, para aprender y generar un cambio que nos beneficie. En estos casos, hay un componente casi mágico que lo es todo: nuestra actitud. No obstante, en gran parte de los casos y, casi sin saberlo, hacemos uso de actitudes claramente disfuncionales.
En primer lugar, para comprender el impacto de esta dimensión psicológica en nuestro día a día es necesario saber de qué están hechas las actitudes. Así, en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Massachusetts, por parte del doctor Icek Ajten, nos revela que pocas áreas de nuestra naturaleza humana pueden llegar a ser tan complejas.
Una actitud se nutre de nuestros valores, de las experiencias que hayamos tenido y los aprendizajes obtenidos. Asimismo, cabe tener en cuenta que tienen el color de emociones como nuestros miedos más profundos y también, de procesos cognitivos como los pensamientos, sesgos e ideas limitantes. Las actitudes, por tanto, pueden ser el mejor impulso para vencer obstáculos o un ancla que nos deja atrapados en la isla de la infelicidad.
Personas reactivas, una mala estrategia para afrontar los problemas
“No soy perfecto, pero soy suficiente” decía el psicoterapeuta e impulsor de la psicología humanista Carl Rogers. Es una gran verdad, no hay duda, entender que no somos perfectos pero que, aun así, podemos ser nuestros mejores aliados es siempre un buen punto de partida. No obstante, lo irónico del tema, es que en buena parte de los casos actuamos como nuestros peores enemigos.
Hay quien asume casi sin darse cuenta, una posición reactiva ante los problemas. Es decir, se actúa (se reacciona) casi como esa hoja que el viento embiste de un lado a otro y sin control. Uno se limita a recibir los golpes que trae la vida de manera pasiva, sin preverlos ni tampoco, sin aplicar estrategias de afrontamiento.
Asimismo, la persona que adopta este tipo de actitud reúne una serie de características. Las tienes a continuación:
- Se dejan avasallar por sus emociones. Es asumir que un problema es una calle sin salida, y algo así genera frustración, rabia e impotencia. Esas emociones terminan por impregnarlo todo, afectando a cualquier otro ámbito vital y relacional.
- Asumir una actitud reactiva ante los problemas es prototípico de una mente inflexible. Son personas que aplican una visión de túnel ante cada dificultad, solo ven el problema y se sienten incapaces de poner la atención en opciones para resolverlo.
Ser proactivos, nuestra mejor actitud ante los problemas
La proactividad es nuestra mejor actitud ante los problemas. Es un gran poder que nos permitirá tener más control sobre nuestras vidas, anticiparnos a las dificultades y trazar un presente y un futuro más creativos, acorde a nuestras necesidades. Ahora bien, ¿qué significa realmente ser proactivo? ¿Cómo podemos esculpir, conformar o impulsar una actitud proactiva? Lo vemos:
- La proactividad es activar una mentalidad capaz de detectar pequeños problemas del día a día para resolverlos lo antes posible. Es entender que lo que hoy preocupa, molesta o inquieta no puede dejarse para mañana.
- La actitud ante los problemas desde la perspectiva proactiva implica aceptar que todo problema es una buena oportunidad de aprendizaje. Es ver las dificultades desde un estado emocional tranquilo, sin derivar en esa angustia que bloquea.
- Ser proactivo implica desarrollar una personalidad donde uno se conozca a sí mismo, se aprecie y confíe en su potencial. Es saberse merecedor de lo mejor en la vida, tener una mentalidad centrada en el aquí y ahora y a la vez, confiar en un futuro mejor.
- Nuestra actitud ante los problemas debe ser siempre positiva, disciplinada y flexible. Es no temer a los cambios, aprender de los errores y saber trazar planes para evitar que esos fallos vuelvan a sucederse.
Algunos consejos para cambiar la actitud ante los problemas
Toda esta teoría está muy bien, pero ¿cómo se aplica a las situaciones del día a día? Aquí tienes algunos consejos prácticos:
- Acota los problemas: a veces, las dificultades parecen tragarse todo lo que les rodea. Por tanto, prueba a resumir el problema en una sola frase y trabajar sobre ello.
- Entrena tu tolerancia a la frustración: muchas veces, los problemas no se solucionan a la primera, aunque respires hondo. Trabajar en este aspecto te dará capacidad para mantenerte sereno hasta que lo resuelvas.
- Apóyate en los demás: aunque el desarrollo personal es un camino de un solo carril, lo social tiene una gran influencia en ello. No dudes en buscar ayuda.
- No pierdas la perspectiva de dónde te encuentras: mirar demasiado al futuro o al pasado te hace pensar en lo que podría ser (o lo que ya no es) en vez de en aquello que tienes entre las manos y te va a ayudar a salir del bache.
Para concluir, como bien decía Henry Ford, las personas tenemos la sutil tendencia a gastar un tiempo enorme de tiempo y energía en evitar los problemas. Se nos olvida, quizá, que la clave no está en evitarlos, sino en saber afrontarlos. Si cambiamos nuestra actitud ante ellos, si aplicamos un enfoque más proactivo, lideraremos nuestra vida y nos sentiremos mucho mejor.
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- Crano, W. D., & Prislin, R. (2011). Attitudes and attitude change. Attitudes and Attitude Change (pp. 1–439). Taylor and Francis. https://doi.org/10.4324/9780203838068