Nuestros abuelos, los héroes emocionales de nuestro pasado
Entre todos los rincones del mundo, siempre hay unos favoritos. No importa cuánto te muevas, cuánto viajes o dónde estés, nunca es mal momento para regresar. Sabes bien cuáles son: ‘tus personas hogar’.
Las personas hogar huelen a amor y a aceptación incondicional. Huelen a cariño, a abrazos largos donde se te cierran los ojos y se esboza una sonrisa.
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Por eso, una persona hogar es el mejor espejo donde mirarse cada día: siempre refleja la versión más real y auténtica de ti. La más bonita. Son la luz al final del túnel, el apoyo durante el camino y el hombro en el que depositar tus lágrimas.
Reparando alas rotas
Nuestros abuelos son personas hogar, de acero inolvidable, únicas e irreemplazables. Sus recuerdos nos saben a gozo y a ternura, al rincón de los abrazos, a las miradas cómplices de dos personas que saben que están hechas para amarse.
Huelen a hogar, a castañas recién hechas, a respeto, a juegos nuevos, a trucos de magia, a orgullo y satisfacción, a la tierra mojada de una tormenta de verano, al sabor de una taza de chocolate de un día invernal. Huelen a infancia y a crecimiento.
Su huella emocional se ha quedado impregnada en nosotros en los principios más básicos para la vida, en el valor del respeto, de la madurez, de la templanza, del cuidado y de la protección.
Tenemos grabadas a fuego sus miradas sabias, la profundidad de sus palabras y de sus enseñanzas, los juegos inconclusos, los retos emocionales, los besos que sanaban cualquier dolor y la chocolatina de la tarde.
Los recuerdos de un amor infinito
¿Os imagináis la vida como si fuera el juego del pilla-pilla?
Pues los abuelos… son casa
Adaptación de Elvira Sastre
Los abuelos hacen excepcional la vida de un niño, simbolizan todo aquello por lo que merece la pena acurrucarse y sentir el calor de dos brazos amables que siempre nos querían acoger. Son los más hábiles maquilladores de las heridas de rodilla, un soplo que anestesiaba y un abrazo que nos recomponía al completo.
Con ellos prendimos sin reglas, con la calma que enseña quien conoce bien el papel que le corresponde desempeñar. Y es que nos educaron con la serenidad de los años y de la satisfacción por la continuidad.
Desde el primer minuto de vida nos convertimos en sus camaradas, en sus compañeros de juegos y en la sonrisa de sus pensamientos. Compartimos enemigos durante los mejores años de nuestra vida, escondiendo nuestro juego a unos padres que tenían el deber de evitar un consentimiento excesivo.
Profundizar en nuestras raíces…
Seguramente dos de las experiencias más satisfactorias de la vida son ser nieto o ser abuelo.
Donald A. Norberg
Los abuelos son maravillosos porque escuchan y muestran interés genuino en lo que tienes que decir. Además, como se dice con frecuencia, el amor perfecto a veces no llega hasta el primer nieto.
Un abuelo es una persona con mucha plata en su pelo y mucho oro en su corazón. Su riqueza emocional tiñe nuestra historia de colores cálidos, de huellas indelebles, de carisma y de amor.
Es que los abuelos nos han demostrado que no hay barreras para amar y que el camino del cariño es inmenso.
Los abuelos son simplemente niños pequeños antiguos, magos que recrean mundos maravillosos, la diversión disfrazada, la transgresión de las reglas, el mejor juguete del mundo.
Nuestros abuelos son uno de los mayores tesoros que nos encontraremos en la vida. Por eso, es importante que seamos fieles a nuestras raíces y que nunca olvidemos lo que su existencia y su participación en nuestra vida supuso para nosotros.
Si has tenido la fortuna de poder compartir tu vida con tus abuelos, aprovecha cada guiño que te hacen los recuerdos y reconócete en los valores que ellos promulgaron. Da mayor importancia al respeto, al amor y al cuidado que a lo efímero y lo banal.
Si ahora te toca ejercer de abuelo, procura que tus nietos te recuerden con cariño. Nunca los olvides, mantenlos vivos y presentes en tu día a día. Deja que hable en ti la voz de la experiencia y de lo genuino.