Olvidar o perdonar
La felicidad absoluta solo existe en nuestra imaginación. La alegría, la risa, la ilusión, formarán parte de nuestro día a día, pero la amargura y los momentos difíciles también estarán de sobra garantizados. Y la vida a veces nos pone en una encrucijada, cuando tenemos que elegir entre olvidar o perdonar esas cosas, esas palabras o esos actos que nos han causado daño.
No es una cuestión sin importancia. Para no morir de pena a cada paso y vivir de manera razonable tenemos la obligación de establecer un cierre a cada momento de dolor. Solo así podremos seguir adelante, mirar al futuro sin que nada se interponga en nuestro camino, sin obstáculos que nos impidan avanzar.
Y tenemos la obligación por triplicado de cerrar esos episodios dolorosos. Debemos ser realistas, prácticos, y eficientes con nuestros sentimientos, evitando cualquier evocación que nos produzca recuerdos peligrosos, dañinos o perjudiciales.
“El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura. ¡Una mariposa renace florecida en fiesta de colores!”
-Frida Kahlo-
Debemos de rescatar nuestro instinto de supervivencia para no doblar el dolor, ni aumentar el rencor, ni generar más rabia cuando somos víctimas de malos comportamientos, traiciones, o abusos de quienes nos rodean, etc.
Tomar la decisión: olvidar o perdonar
Cuando somos objeto de agravios o daños, ¿cuál es la mejor opción, olvidar o perdonar? Sospecho que el olvido nunca llega a ser completamente arrinconado. La única alternativa posible tal vez sea el perdón, porque aunque hayamos sufrido, el olvido no siempre es la solución.
Todo lo que nos ocurre, lo bueno y lo malo, nos enriquece como personas, nos hace más fuertes y también más sabios. Por eso es importante sacar conclusiones de todo lo que nos pasa en la vida. Hay que aprender a vivir el presente y a mirar el futuro sin olvidar el pasado.
No quiere decir que volvamos una y otra vez sobre esas experiencias, simplemente que las veamos como lo que son: un aprendizaje que nos permitirá seguir avanzando con pasos más firmes.
“Solo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de la experiencia.”
-Laurence J. Peter-
El valor del perdón
Perdonar libera el peso que ocupa el resentimiento. Cuando nos causan dolor nos negamos a analizar cualquier circunstancia paralela, no ofrecemos la oportunidad de recibir explicaciones ajenas y esquivamos cualquier maniobra de acercamiento. Tenemos la seguridad absoluta de poseer la razón y la certeza de que las otras personas nos han dañado intencionadamente. Es un grave error.
Todos, absolutamente todos, hemos provocado dolor a otros en algún momento. Bien por descuido, por negligencia, desconocimiento o por accidente. Y no solo por maldad o interés personal. Por esta razón todos merecemos una segunda o tercera o incluso cuarta oportunidad.
La gente puede hacer daño voluntaria o involuntariamente, decepcionar y defraudar, pero en muchas ocasiones, todos podemos causar un profundo daño de manera inocente. Si queremos ser perdonados, también debemos aprender a perdonar.
“El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe.”
-William Shakespeare-
Perdonar puede ser un acto difícil, pero es liberador. Perdonar nos ayuda a desprendernos de la ira, del resentimiento, del odio. También puede ser duro aceptar las disculpas de quien nos ha herido, pero si son sinceras y las aceptamos, habremos eliminado una piedra de nuestro camino. Y tanto si lo damos como si lo recibimos, el perdón nos ayuda a cerrar las heridas y a recuperar la paz interior.
Perdón, arrepentimiento y olvido
Estamos acostumbrados a escuchar que perdonar de corazón equivale a olvidar. Sin embargo, un perdón sincero no tiene porque ser sinónimo de olvidar. Perdonar significa no hacer más leña del árbol caído. Perdonar conlleva comprender el error de la otra persona, aceptarlo y enterrar el hacha de guerra. Pero no por ello tenemos que olvidar. ¿Por qué? Porque nos sirve para estar prevenidos. Si alguien nos ha jugado una mala pasada y le perdonamos, no es sinónimo de que no nos prevengamos de cara a futuros desencuentros.
El acto de pedir perdón también conlleva un proceso de arrepentimiento. Como afirma María Martina (2005), de la Universidad de Buenos Aires: “es necesario tener en cuenta que el arrepentimiento es tan importante como el perdón, dado que el arrepentimiento no sólo facilita la acción de perdonar sino que produce cambios positivos en la salud psíquica y física de quien puede expresarlo“.
Así pues, cuando alguien acompaña el perdón del arrepentimiento, esto es, reconocer que nos han fallado y que no volverá a ocurrir, el hecho de perdonar puede verse facilitado. Olvidar es imposible por el simple hecho de tener memoria, por lo que empeñarse en olvidar un hecho que nos ha dañado es contradictorio. Si de verdad queremos estar en paz con nosotros mismos, lo mejor será dejar el tema y no darle más.