La paradoja del poder en las relaciones sexuales
Todas las relaciones que construimos podemos verlas como relaciones de poder. De esta forma, nuestras interacciones están condicionadas por ciertas dinámicas de poder que determinan factores como la dominación, la sumisión, el liderazgo, entre otras (Vásquez y Emanuel, 2012). En ocasiones, estas dinámicas propician que entre en juego la paradoja del poder.
En el contexto de las relaciones sexuales, cuando hablamos de poder, lo entendemos como la acción de controlar e influir en la otra persona durante una práctica sexual. Podemos verlo como “la acción que se ejerce sobre los seres humanos por los seres humanos” (Vargas, 2009). El poder entendido de esta forma puede manifestarse de diferentes modos y afectar a dichas relaciones tanto positiva como negativamente.
La paradoja del poder y las relaciones sexuales: ¿cómo se relacionan?
La paradoja del poder ocurre cuando una persona que ha ganado poder empieza a perder las cualidades positivas que la llevaron a la posición de poder que ocupa en la actualidad. Es decir, la persona asciende en función de sus buenas cualidades, pero su comportamiento empeora cada vez que lo hace.
En el contexto de las relaciones sexuales, la paradoja puede observarse cuando una persona, a medida que gana más control sobre el otro, empieza a tener comportamientos que degradan la relación. Aquellas actitudes o comportamientos que en un principio propiciaron una mejor relación, se difuminan o desaparecen en la misma proporción en que se gana poder en la relación sexual. Es conocido que el poder tiene la capacidad de corromper.
En el plano sexual sucede lo mismo con determinadas personas. Así pues, en ciertas ocasiones, el poder puede llegar a deteriorar las relaciones sexuales. De hecho, hay estudios que demuestran esta relación.
En una investigación realizada por Lammers et al. (2011) sobre la relación entre el poder y la infidelidad, se encontró que el poder elevado se asocia positivamente con la infidelidad, debido a que el poder aumenta la confianza en la capacidad de atraer parejas. También porque el poder puede influir sobre lo que las personas piensan sobre las relaciones extramatrimoniales.
En otro estudio sobre el poder y la percepción sexual, Kunstman y Maner (2010) encontraron que el poder activa el interés en el sexo y causa percepciones sesgadas del interés sexual de los demás. Los autores señalan que el poder junto con la percepción errónea del interés sexual pueden conducir al acoso sexual.
Dinámicas de poder en las relaciones sexuales
Las relaciones sexuales manifiestan las dinámicas de poder propias de cada pareja. Hay quienes asumen actitudes dominantes o sumisas, en las que el poder se expresan de formas particulares. Hay quienes sienten satisfacción de sentirse poderosos y tener el control sexual sobre el otro, mientras que hay otros que les gusta sentirse controlados.
Cuando la paradoja del poder empieza a operar dentro de estas relaciones, el comportamiento que caracteriza a cada miembro puede degradarse. La dominancia y el control pueden derivar poco a poco en sadismo sexual y la sumisión, en masoquismo.
Sadismo sexual y la paradoja del poder
El sadismo se refiere a un conjunto de comportamientos mediante los cuales una persona experimenta sensaciones placenteras al causar daño tanto físico como mental a otra (Gómez, 2021). En el plano sexual, una persona es sádica cuando al infligir dolor, durante el sexo, experimenta algún grado de placer.
La paradoja del poder puede exacerbar las prácticas de dominio y de control de estas personas. Esto ocurre así porque con la ganancia de más poder, la persona se ve en la necesidad de desplegarlo cada vez más, y para hacerlo precisa de un mayor dominio y control. A su vez, la satisfacción que obtiene de dichas conductas lo impulsan a buscar más placer y satisfacción, lo cual empeora cada vez más su comportamiento.
Masoquismo sexual y la paradoja del poder
El masoquismo sexual es el polo opuesto del sadismo sexual. Se entiende por masoquismo sexual a la preferencia por actividades sexuales que implican recibir dolor, humillación o esclavitud, siendo esta la fuente más importante para la gratificación sexual (Ibáñez et al., 2013). Por lo general, estas actividades conllevan una actitud de sumisión por parte de la persona.
A simple vista parece que el poder y el masoquismo son totalmente excluyentes, pero no es siempre el caso. Aunque suene paradójico, puede haber poder en la sumisión. Cuando se puede influir, manipular y controlar por medio de conductas sumisas estamos frente a un uso del poder.
Cuando una persona sumisa o masoquista sexual está frente a la paradoja del poder, su comportamiento empieza a deteriorarse más, ya que la forma de vivir el poder a través de la humillación, la sumisión y el dolor la llevan a incrementar la intensidad y frecuencia de dichas conductas.
A la larga, los comportamientos de la persona masoquista no solo terminan afectándola a ella, sino también a la otra persona, que se ve obligada a incurrir en actos agresivos que no son de su gusto solo para complacer a su pareja.
Para concluir, la paradoja del poder nos enseña que a veces tener mucho poder en las relaciones sexuales y en la vida en general puede terminar afectando negativamente nuestros comportamientos. Por eso, es conveniente cultivar el dominio propio y reconocer que la imagen que nos vende el poder de nosotros mismos puede ser una simple ilusión.
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