¿Qué pasa cuando nuestra pareja no comparte nuestras ideas sobre educación?
En un articulo anterior hablamos de cómo enfrentarnos a la situación en la que familiares y/o amigos opinan y no comparten nuestra visión sobre la educación de nuestros hijos. En este articulo hablare de cómo enfrentarte a esta situación si la que no comparte tus ideas es tu pareja. En un mundo ideal habríamos hablado con ella acerca de nuestro proyecto de vida juntos antes de emprenderlo, esto incluye a los hijos y las líneas fundamentales de su educación en caso de querer tenerlos.
Sin embargo, no vivimos en un mundo ideal. Ni mucho menos. Las parejas requieren un esfuerzo constante para mantener vivo todo lo que las unió, y cuando llegan los hijos el asunto puede complicarse. Así, la pareja sigue contando con temas de unión, pero es inevitable que aparezcan cambios y nuevos debates asociados con los cambios que se producen dentro y en el entorno de la pareja.
“El amor es como un hilo, sabes donde empieza pero no sabes donde termina”
-Anonimo-
Educar implica revivir nuestro pasado
Cuando pensamos en el proyecto educativo que queremos para nuestros hijos tendremos que enfrentarnos a los errores que cometieron nuestros padres y eso puede ser doloroso. Tendremos que reflexionar sobre las cosas que no nos gustaron de nuestra educación y ponernos como propósito no repetirlas. No todo el mundo esta preparado para ello.
Ponernos en contacto con nuestra fragilidad, revivir el dolor y las experiencias de niños es algo que no todo el mundo quiere hacer. Algunos prefieren engañarse y decirse a sí mismos que “a pesar de los obstáculos y de los errores, no han salido tan mal” y que “eso es lo único que hemos visto, y por lo tanto aprendido”. Muchas personas prefieren seguir la corriente, dejarse llevar, no pensar, y terminan repitiendo la violencia física y verbal, la falta de respeto y de comprensión con sus hijos. Imitando precisamente lo que un día odiaron.
Es una situación delicada, queremos a nuestra pareja, intentamos ponernos en su lugar, pero no podemos olvidar que la prioridad son nuestros hijos y que lo que hacemos es lo que creemos que es mejor para ellos. Lo mejor seria que estuviéramos de acuerdo en cómo educarlos; algo que se puede lograr, pero hay que trabajar mucho para conseguirlo. Por eso te ofrezco algunas ideas que te pueden ayudar en esta misión.
“Cada generación ríe de sus padres, ridiculiza a sus abuelos y admira a sus bisabuelos”
-Guillermo Somerset Maugham-
Hablad, leed y discutid sobre educación
Habla mucho, afronta esas discusiones largas y necesarias para alcanzar consensos. Vana desgastarte, pero es un desgaste necesario para que los dos impongáis a vuestros hijos los mismos límites. Habla de tus ideas con tu pareja, con otros padres, incluso con profesionales. Es normal que cambies de idea o que cuando leas algo que te guste quieras ponerlo en práctica. Háblalo con tu pareja para que siempre este informada de los cambios que vas a realizar; así los dos podréis actuar siguiendo una línea coherente.
También es normal, que a medida que tus hijos crecen, cambien algunas ideas. Es importante que sigas una misma línea, sin olvidar la flexibilidad dentro de esa línea pedagógica, tanto con tus hijos y como con tu pareja. Es más, esta flexibilidad tendrá que ser mayor a medida que los hijos crezcan, ya que poco a poco les tendrás que ir cediendo espacios de decisiones, responsabilidades.
No impongas tu punto de vista, discute y comparte tu pasión con tu pareja. Abre debates y no los cierres sin un acuerdo con el que los dos estéis satisfechos. Escucha su opinión y busca el punto medio -que no necesariamente tiene que ser equidistante a las posiciones de partida en el debate- a partir la información que hayas leído o que hayas visto. Incluso, si podéis, os recomiendo que veáis y discutáis juntos posibles dilemas relacionados con los cambios que vuestros hijos van a experimentar en un futuro cercano.
Compartid información y predicad con el ejemplo
Tu le puedes enseñar de dónde sacas todas tus ideas y, como decía antes podéis leer y ver juntos documentales o películas relacionadas con la educación. Es probable que tu pareja quiera hacer lo mismo y compartir las ideas en las que no está de acuerdo contigo. En ese intercambio hay argumentos que no valen, en el sentido de que pueden encerrar una gran falacia. Uno de estos argumentos es el de: “a mí me educaron así y yo no salí tan mal”.
Que alguien no saliera “tan mal” no habilita necesariamente la educación que recibió. Pudo salir “bien” pese a la educación que recibió, y no gracias a esta educación. En el adulto que somos ha influido la educación recibida, pero también otras muchas variables, como la parte genética de nuestra personalidad o de nuestra inteligencia.
Una de las mejores maneras de transmitir la educación que quieres es practicarla. Que tu pareja vea como manejas distintas situaciones con tus hijos, como estableces límites y te muestras asertivo. Muchas veces cuando te vea actuar entenderá mucho mejor lo que pretendes. No obstante, si se ha planteado el debate y no habéis llegado a un acuerdo, la pareja puede enfadarse si lo damos por cerrado y terminamos haciendo lo que nos parece, por muy convencidos que estemos de que nuestra forma será positiva.
Así, el ejemplo servirá para reafirmar acuerdos y no para intentar decantar la balanza a favor de nuestras ideas (salvo que nuestra pareja consienta que lo llevemos a la práctica para analizar las consecuencias de la medida que pretendemos tomar). Así, el ejemplo nunca debe ser una forma de manipulación, un truco para imponerse sin consenso.
“Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.
-Pitágoras-
Además, si percibes que tu pareja se está esforzando por incorporar ideas y comportamientos, trata de no criticarla; si le vas a dar algún consejo, hazlo en privado y siempre de manera constructiva. Ten en cuenta su intención de mejorar y sé cuidadoso cuando hagas criticas o puntualizaciones. De otra manera tu pareja puede sentirse atacada y es probable que obtengas el resultado contrario al que esperas.
¿Y los niños?
En general, nuestros hijos estarán rodeados de diferentes formas de educar, igual que lo están de diferentes personas. En este sentido, experimentarán y sabrán cuando nosotros no estamos de acuerdo con algunos de los límites que les marquen otras personas. En esos casos lo mejor es tener una conversación tranquila con nuestros hijos y dejándoles claro cuáles son las normas fundamentales de comportamiento, con independencia de las personas con las que estén.
Pregúntales cómo se sintieron y recuérdales que si algo no les gusta pueden decirlo. Si tenemos que hablar algo con alguien, tendremos que hacerlo con los adultos en cuestión. Con los hijos, especialmente cuando son pequeños, expondremos pero no debatiremos.
Y en cuanto a la pareja, nunca es bueno tener debates educativos delante de los hijos. Buscad lugares privados para hablar y tomad decisiones. Que los niños presencien discusiones les afecta mucho. Ellos no saben cómo manejar las emociones que les provocan las discusiones de pareja y tienden a creer que ellos las han provocado. También pueden tomar partido por la posición que más les interese y decantar la balanza (normalmente son más espabilados en este sentido de lo que pensamos) hacia la que menos les convenga.
También es importante distinguir las batallas, los límites que creas que resultan dañinos y que pienses que son líneas fundamentales dentro del estilo educativo. Con el resto puedes plantearte ceder. Incluso, si son muy triviales (como recoger antes la habitación o lavarse los dientes), mantener una disonancia de criterios.
“Hay dos legados perdurables que podemos transmitir a nuestros hijos: uno son raíces, el otro son alas”.
-Hodding Carter–
Por ultimo quisiera deciros que la educación de los hijos es un camino y un proyecto que se construye paso a paso y a ser posible juntos, pero que nadie cambia de un día para otro. Las cosas, como todo necesitan paciencia, tiempo y refuerzo constante.
Ser padres también implica trabajar la empatía y la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Piensa que tu pareja es bienintencionada y como tú se preocupa por la educación. También quiere hacerlo de la mejor manera y que puede tener sus razones; el hecho de que no comparta tus ideas no quiere decir que quiera hacerles daño ni que esté equivocada.