Los peligros del sobrediagnóstico: ¿realmente tenemos un trastorno?
Probablemente, habrás notado que en los últimos tiempos se está otorgando una mayor importancia y protagonismo a la salud mental. En nuestras conversaciones diarias, estamos empezando a hablar más de emociones, de ansiedad o de inteligencia emocional y estamos más abiertos a recibir ayuda psicológica y psiquiátrica. Sin embargo, esta tendencia también tiene asociado un sobrediagnóstico.
Hemos llegado a un punto en el que se ha reconocido un trastorno o entidad clínica mental en más de un cuarto de la población. Cualquier pensamiento, sentimiento o acción que tenemos es susceptible de valernos una etiqueta clínica, pasando por alto las circunstancias psicosociales que pueden hacer que nuestras reacciones sean de lo más natural.
El problema es que este sobrediagnóstico no es inocuo. Asumir que tenemos una entidad clínica y comenzar con una intervención destinada a eliminarla o controlarla -cuando realmente no existe- puede causarnos serios daños. Por esto, es importante comprender el problema al que nos enfrentamos.
¿De dónde surge el sobrediagnóstico?
En primera instancia, es necesario comprender de dónde surge esta tendencia a sobrediagnosticar a la población. Y es que, por diversos motivos que a continuación detallamos, no solo las personas de a pie están más predispuestas a verse como enfermas, sino que también los profesionales de salud pueden cometer más errores de juicio.
Un ideal perfecto
De alguna manera, como sociedad, perseguimos un ideal de individuo que relega a todos aquellos que no lo cumplen a ser tachados de poseer una mala salud mental. La cuestión es que se trata de un ideal inalcanzable y poco realista.
Nadie encarna la perfección en todas las áreas de su vida, todos los seres humanos tenemos miedos y debilidades, cometemos errores, enfrentamos dificultades para gestionar ciertas emociones, lo que no nos hace defectuosos o enfermos.
Un molde que no abarca la diversidad y las diferencias
Por otro lado, la salud mental se ha convertido en un conjunto de categorías poco acogedora para la flexibilidad que parece demandar la realidad. Un fenómeno que puede apreciarse al analizar el sobrediagnóstico de TDAH en la población infantil. Hay niños que naturalmente son más inquietos y movidos, más impulsivos o desorganizados, y no por esto tienen una entidad clínica.
Las diferencias individuales pueden llegar a ser muy grandes. Algunos niños se adaptarán más, por ejemplo, al modelo de enseñanza actuar; otros, en cambio, necesitarán otro tipo de estimulación y dinámicas para desarrollar su potencial; y ambos grupos son igual de sanos y válidos.
Falta de empatía al no considerar las situaciones personales
Este es uno de los grandes problemas que deriva en el sobrediagnóstico: no consideramos las circunstancias que está atravesando una persona a la hora de comprender sus síntomas.
Perder a un ser querido probablemente desencadenará sentimientos de tristeza, mientras que un empleo asfixiante y exigente causará elevados niveles de estrés; ¿debemos considerar que estas personas sufren depresión y trastornos de ansiedad? Por el contrario, ¿habríamos de entender sus síntomas como una manifestación natural ante una situación personal desbordante?
Intereses económicos
Por último, no podemos dejar de mencionar que en ocasiones existen intereses económicos que incentivan que se realicen más diagnósticos de los estrictamente reales. Y es que el negocio farmacéutico y la salud mental se encuentran estrechamente vinculados.
¿Cuáles son las consecuencias del sobrediagnóstico?
Tras entender de dónde proviene esta problemática a la que nos enfrentamos, cabe preguntarse qué efectos negativos puede tener sobre la población. Recibir un diagnóstico inadecuado no es un tema banal, en realidad puede tener serias repercusiones:
- Encasilla a la persona, le hace identificarse como enferma y esto puede afectar a su autoestima y a su motivación para salir adelante y mejorar su bienestar.
- Genera profecías autocumplidas. Comenzar a verse como una persona con un determinado diagnóstico puede llevarnos, de forma inconsciente, a perpetrar y cumplir con los síntomas propios de esa enfermedad.
- Puede mantenerse un tratamiento farmacológico innecesario que cause importantes repercusiones a causa de efectos secundarios adversos.
- La enfermedad mental estigmatiza y esto puede afectar a la forma en que la persona se percibe a sí misma y cómo la percibe su entorno.
En definitiva, los efectos negativos de recibir un diagnóstico inadecuado pueden ser amplios, afectar a múltiples áreas de la vida de la persona y prolongarse en el tiempo.
Evitar el sobrediagnóstico
Dado que el sobrediagnóstico es una tendencia al alza, es importante que los profesionales de salud tomen conciencia y comiencen a aplicar criterios más estrictos que abarquen al ser humano de forma integral y tengan en cuenta su realidad personal.
El hecho de que una persona no padezca realmente un trastorno mental no significa que no necesite ayuda. De hecho, todos podemos beneficiarnos del acompañamiento terapéutico para aprender a conocernos mejor, gestionar nuestras emociones, vencer temores o mejorar nuestras relaciones interpersonales.
En cualquier caso, hemos de ser muy cuidadosos antes de identificarnos con un trastorno mental y antes de asignarle esta etiqueta a otra persona. Realmente el impacto de hacerlo puede ser importante.
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